Los etnólogos sitúan el nacimiento de la máscara en el momento en que se produce la autoconciencia –conciencia de uno mismo-. Su uso se remonta a la más lejana antigüedad encontrándose entre los egipcios, griegos y romanos. Los griegos las empleaban en las fiestas dionisiacas; los demás en las representaciones escénicas.
Antes de la Edad Antigua, el hombre estaba estrechamente vinculado con los animales y con su mundo circundante; conoce el miedo a las fuerzas por las que se encuentra amenazado: una tempestad, un animal salvaje o espíritus, por lo que considera necesarios símbolos y escudos protectores. Este sentimiento recae en todo el entorno y en que a todos los seres se les concede fuerzas sobrenaturales y sobre ellos se proyectan contenidos inconscientes; en consecuencia, se “personificaran” para influir en las fuerzas demoniacas.
Entre los griegos y romanos, las máscaras eran una especie de casco que cubría enteramente la cabeza y además de las facciones del rostro, tenía pelo, orejas y barba habiendo sido los griegos los primeros en usarlas en sus teatros a fin de que los actores pudieran semejarse físicamente al personaje que representaban.
En Grecia la máscara no solo va a infundir temor, sino, también, alegría de vivir. Las fiestas rituales van a dejar paso a las representaciones teatrales; marcando así, una distancia entre ella misma y quien la porta.
Durante la Edad Media hubo mucha afición a los disfraces y máscaras, incluso en las fiestas religiosas como la del asno o la de los locos. Las máscaras representaban símbolos de las fuerzas demoniacas dando cuerpo a los personajes del infierno. En los torneos, ciertos caballeros que no querían ser conocidos combatían con máscara.
Historia de las mascaras de yeso.
Los etnólogos sitúan el nacimiento de la máscara en el momento en que se produce la autoconciencia –conciencia de uno mismo-. Su uso se remonta a la más lejana antigüedad encontrándose entre los egipcios, griegos y romanos. Los griegos las empleaban en las fiestas dionisiacas; los demás en las representaciones escénicas.
Antes de la Edad Antigua, el hombre estaba estrechamente vinculado con los animales y con su mundo circundante; conoce el miedo a las fuerzas por las que se encuentra amenazado: una tempestad, un animal salvaje o espíritus, por lo que considera necesarios símbolos y escudos protectores. Este sentimiento recae en todo el entorno y en que a todos los seres se les concede fuerzas sobrenaturales y sobre ellos se proyectan contenidos inconscientes; en consecuencia, se “personificaran” para influir en las fuerzas demoniacas.
Entre los griegos y romanos, las máscaras eran una especie de casco que cubría enteramente la cabeza y además de las facciones del rostro, tenía pelo, orejas y barba habiendo sido los griegos los primeros en usarlas en sus teatros a fin de que los actores pudieran semejarse físicamente al personaje que representaban.
En Grecia la máscara no solo va a infundir temor, sino, también, alegría de vivir. Las fiestas rituales van a dejar paso a las representaciones teatrales; marcando así, una distancia entre ella misma y quien la porta.
Durante la Edad Media hubo mucha afición a los disfraces y máscaras, incluso en las fiestas religiosas como la del asno o la de los locos. Las máscaras representaban símbolos de las fuerzas demoniacas dando cuerpo a los personajes del infierno. En los torneos, ciertos caballeros que no querían ser conocidos combatían con máscara.