identifique diferencias entre la historia mexica durante la migración y su época imperial organicen un afiche para presentar los resultados de su trabajo
La migración de mexicanos a Estados Unidos dio inicio a mediados del siglo pasado, cuando el antiguo territorio septentrional de México se perdió como consecuencia del expansionismo estadounidense en los años de 1836 a 1853. A partir de ese tiempo, y por condiciones históricas de cada uno de los países, ha habido grandes periodos de emigración de México a Estados Unidos, intensificándose ésta en los últimos años del porfiriato, cuando el régimen político entró en crisis debido a que el sector agrícola mostraba poco dinamismo y generaba una escasa producción de alimentos, y el mercado laboral era incapaz de absorber la fuerza de trabajo en proporción al ritmo de su crecimiento. En esa época, el desarrollo del país fue impulsado por la inversión extranjera en la explotación de los recursos naturales, y en la infraestructura de los ferrocarriles, que fue lo que vinculó de forma importante a México con el norte del país y con los Estados Unidos (Alba, 1986:356).
Durante los años de 1880 a 1910, Estados Unidos generó un rápido crecimiento económico, integrando a este proceso de la economía nacional al suroeste del país, lo que propició una demanda continua de mano de obra. En aquel tiempo, la frontera era físicamente inexistente y los mexicanos no encontraban obstáculos para ingresar al país (López Castro, 1986:568). La agricultura y la minería tuvieron un gran auge en el suroeste de EUA, y ambas actividades generaron una demanda de mano de obra que no podía ser satisfecha con los trabajadores estadounidenses del suroeste, pues había muy poca población, y debido precisamente a ello y a la cantidad de trabajadores en la región y al número de personas desempleadas en México, la migración fue inevitable y acelerada por las nuevas vías de comunicación (Massey, et al., 1991:51), entre las que el ferrocarril tuvo una indiscutible preponderancia.
Estados Unidos y México se interconectaron en 1884 a través del Southern Pacific Railroad y el Ferrocarril Mexicano Internacional, a los que posteriormente se anexaron otras vías, de modo que para 1890, las líneas mexicanas del ferrocarril se unían directamente a 48 estados del vecino país del norte (Massey, et al., 1991:53).
Otro de los periodos que propició la internacionalización de mano de obra mexicana que proveniente del centro de México se dirigió a Estados Unidos, fue el estallamiento de la revolución mexicana de 1910. En ese tiempo y durante las luchas posteriores, la emigración aumentó notablemente debido a la violencia e inseguridad económica y social que generó la revolución. Sin embargo, a finales de los años veinte, Estados Unidos sufrió una de las crisis económicas más fuertes de su historia conocida como la gran depresión de 1929, que produjo un estancamiento y detenimiento de la corriente migratoria debido a que el gobierno, con ayuda de las autoridades de los estados, puso en marcha el proceso de expulsión de miles de inmigrantes mexicanos legales e indocumentados.
Ya para 1930 en México, los resultados de la revolución empezaban a mostrar algunos signos positivos en la estructura socioeconómica, sobre todo en el sector agrícola, aunque fue hasta 1940 cuando se pusieron en práctica las medidas de reforma formuladas a la Constitución de 1917, y que fueron establecidas durante el periodo presidencial de Lázaro Cárdenas (1934-1940), mismas que incluían la redistribución de tierra laborable y la ubicación de los campesinos expulsados de Estados Unidos en algunos centros ejidales.
A raíz de la segunda guerra mundial y de la participación de EUA en la contienda, se originó un gran cambio en la actitud de los habitantes estadounidenses hacia el inmigrante mexicano: el clima de xenofobia que había acompañado a las deportaciones masivas de mexicanos años atrás, fue sustituido por una nueva imagen de los mexicanos como hard working people. El ingreso de los Estados Unidos a la segunda guerra mundial en 1942, marcó una nueva etapa en la demanda de mano de obra mexicana, a partir de la iniciativa propuesta por el Departamento de Defensa del gobierno estadounidense, donde solicitaban al gobierno de México que aportara mano de obra para la causa de los aliados, ya que la fuerza de trabajo local se había convertido en ejército y la producción agrícola del suroeste corría el riesgo de perderse (Bustamante y Martínez, 1980:16). Como resultado de esta iniciativa se firmó un acuerdo entre ambos gobiernos, mediante el cual trabajadores mexicanos podían ingresar a los Estados Unidos con la finalidad de suplir a los obreros estadounidenses. Fue así como en 1942 inició el Programa Bracero, que Estados Unidos dio por terminado en 1964. Al finalizar dicho programa, los gobiernos de ambos países dejaron de participar en la contratación y regularización de trabajadores migrantes; no obstante, con o sin políticas oficiales, la migración legal e ilegal de mexicanos a los Estados Unidos ha seguido en aumento.
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La migración de mexicanos a Estados Unidos dio inicio a mediados del siglo pasado, cuando el antiguo territorio septentrional de México se perdió como consecuencia del expansionismo estadounidense en los años de 1836 a 1853. A partir de ese tiempo, y por condiciones históricas de cada uno de los países, ha habido grandes periodos de emigración de México a Estados Unidos, intensificándose ésta en los últimos años del porfiriato, cuando el régimen político entró en crisis debido a que el sector agrícola mostraba poco dinamismo y generaba una escasa producción de alimentos, y el mercado laboral era incapaz de absorber la fuerza de trabajo en proporción al ritmo de su crecimiento. En esa época, el desarrollo del país fue impulsado por la inversión extranjera en la explotación de los recursos naturales, y en la infraestructura de los ferrocarriles, que fue lo que vinculó de forma importante a México con el norte del país y con los Estados Unidos (Alba, 1986:356).
Durante los años de 1880 a 1910, Estados Unidos generó un rápido crecimiento económico, integrando a este proceso de la economía nacional al suroeste del país, lo que propició una demanda continua de mano de obra. En aquel tiempo, la frontera era físicamente inexistente y los mexicanos no encontraban obstáculos para ingresar al país (López Castro, 1986:568). La agricultura y la minería tuvieron un gran auge en el suroeste de EUA, y ambas actividades generaron una demanda de mano de obra que no podía ser satisfecha con los trabajadores estadounidenses del suroeste, pues había muy poca población, y debido precisamente a ello y a la cantidad de trabajadores en la región y al número de personas desempleadas en México, la migración fue inevitable y acelerada por las nuevas vías de comunicación (Massey, et al., 1991:51), entre las que el ferrocarril tuvo una indiscutible preponderancia.
Estados Unidos y México se interconectaron en 1884 a través del Southern Pacific Railroad y el Ferrocarril Mexicano Internacional, a los que posteriormente se anexaron otras vías, de modo que para 1890, las líneas mexicanas del ferrocarril se unían directamente a 48 estados del vecino país del norte (Massey, et al., 1991:53).
Otro de los periodos que propició la internacionalización de mano de obra mexicana que proveniente del centro de México se dirigió a Estados Unidos, fue el estallamiento de la revolución mexicana de 1910. En ese tiempo y durante las luchas posteriores, la emigración aumentó notablemente debido a la violencia e inseguridad económica y social que generó la revolución. Sin embargo, a finales de los años veinte, Estados Unidos sufrió una de las crisis económicas más fuertes de su historia conocida como la gran depresión de 1929, que produjo un estancamiento y detenimiento de la corriente migratoria debido a que el gobierno, con ayuda de las autoridades de los estados, puso en marcha el proceso de expulsión de miles de inmigrantes mexicanos legales e indocumentados.
Ya para 1930 en México, los resultados de la revolución empezaban a mostrar algunos signos positivos en la estructura socioeconómica, sobre todo en el sector agrícola, aunque fue hasta 1940 cuando se pusieron en práctica las medidas de reforma formuladas a la Constitución de 1917, y que fueron establecidas durante el periodo presidencial de Lázaro Cárdenas (1934-1940), mismas que incluían la redistribución de tierra laborable y la ubicación de los campesinos expulsados de Estados Unidos en algunos centros ejidales.
A raíz de la segunda guerra mundial y de la participación de EUA en la contienda, se originó un gran cambio en la actitud de los habitantes estadounidenses hacia el inmigrante mexicano: el clima de xenofobia que había acompañado a las deportaciones masivas de mexicanos años atrás, fue sustituido por una nueva imagen de los mexicanos como hard working people. El ingreso de los Estados Unidos a la segunda guerra mundial en 1942, marcó una nueva etapa en la demanda de mano de obra mexicana, a partir de la iniciativa propuesta por el Departamento de Defensa del gobierno estadounidense, donde solicitaban al gobierno de México que aportara mano de obra para la causa de los aliados, ya que la fuerza de trabajo local se había convertido en ejército y la producción agrícola del suroeste corría el riesgo de perderse (Bustamante y Martínez, 1980:16). Como resultado de esta iniciativa se firmó un acuerdo entre ambos gobiernos, mediante el cual trabajadores mexicanos podían ingresar a los Estados Unidos con la finalidad de suplir a los obreros estadounidenses. Fue así como en 1942 inició el Programa Bracero, que Estados Unidos dio por terminado en 1964. Al finalizar dicho programa, los gobiernos de ambos países dejaron de participar en la contratación y regularización de trabajadores migrantes; no obstante, con o sin políticas oficiales, la migración legal e ilegal de mexicanos a los Estados Unidos ha seguido en aumento.
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