La mayor parte del léxico proviene de palabras heredadas (léxico patrimonial latino) o tomadas del latín (cultismos latinos). El léxico patrimonial latino proviene de las variedades lingüísticas o sociolectos usados en la comunicación coloquial, conocido usualmente como latín vulgar. Por otra parte los cultismos latinos, algo menos numerosos, proceden del latín culto; muchos de estos términos fueron introducidos durante la Edad Media y posteriormente el Renacimiento y la Edad Moderna sobre todo para neologismos y términos técnicos, aunque no exclusivamente.
El latín vulgar es una variedad de latín menos arcaizante y resultado de numerosos cambios fonéticos y cambios morfológicos, que poco a poco dieron lugar a las lenguas romances (también llamadas lenguas románicas o neolatinas). El español en concreto es una lengua romance del grupo iberorromance, un grupo que incluía originalmente el castellano medieval, el asturleonés y el galaicoportugués (otros autores añaden a esta lista el navarro-aragonés y el catalán). Los tres primeros grupos se caracterizan por la retención de las vocales latinas finales átonas (que en aragonés y catalán frecuentemente caen).
A este núcleo original de léxico patrimonial latino se fueron agregando voces de orígenes históricos diversos que reflejan los antiguos contactos de los hablantes de castellano con los hablantes de otras lenguas y los cambios históricos e influencias culturales de distintas épocas. Entre los siglos V y VIII se añadieron básicamente palabras del origen germánico (principalmente del gótico y algunos ejemplos del fráncico, en otra parte germanismos vía galicismo o francés). Con la conquista árabe entró un grupo muy numeroso de arabismos. A partir del siglo XV entra cierto número de préstamos restringidos, entre los que destacan los galicismos, los italianismos, los neologismos grecolatinos, los americanismos (de diversos orígenes náhuatl, quechua, caribe, etc.) y finalmente los anglicismos (estos últimos suelen ser de origen más reciente).
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La mayor parte del léxico proviene de palabras heredadas (léxico patrimonial latino) o tomadas del latín (cultismos latinos). El léxico patrimonial latino proviene de las variedades lingüísticas o sociolectos usados en la comunicación coloquial, conocido usualmente como latín vulgar. Por otra parte los cultismos latinos, algo menos numerosos, proceden del latín culto; muchos de estos términos fueron introducidos durante la Edad Media y posteriormente el Renacimiento y la Edad Moderna sobre todo para neologismos y términos técnicos, aunque no exclusivamente.
El latín vulgar es una variedad de latín menos arcaizante y resultado de numerosos cambios fonéticos y cambios morfológicos, que poco a poco dieron lugar a las lenguas romances (también llamadas lenguas románicas o neolatinas). El español en concreto es una lengua romance del grupo iberorromance, un grupo que incluía originalmente el castellano medieval, el asturleonés y el galaicoportugués (otros autores añaden a esta lista el navarro-aragonés y el catalán). Los tres primeros grupos se caracterizan por la retención de las vocales latinas finales átonas (que en aragonés y catalán frecuentemente caen).
A este núcleo original de léxico patrimonial latino se fueron agregando voces de orígenes históricos diversos que reflejan los antiguos contactos de los hablantes de castellano con los hablantes de otras lenguas y los cambios históricos e influencias culturales de distintas épocas. Entre los siglos V y VIII se añadieron básicamente palabras del origen germánico (principalmente del gótico y algunos ejemplos del fráncico, en otra parte germanismos vía galicismo o francés). Con la conquista árabe entró un grupo muy numeroso de arabismos. A partir del siglo XV entra cierto número de préstamos restringidos, entre los que destacan los galicismos, los italianismos, los neologismos grecolatinos, los americanismos (de diversos orígenes náhuatl, quechua, caribe, etc.) y finalmente los anglicismos (estos últimos suelen ser de origen más reciente).