La Reforma Protestante apareció en una cristiandad marcada por la inquietud religiosa, la crisis de la espiritualidad medieval y la impotencia de la Iglesia para superarla.
Las aspiraciones espirituales
El final de la Edad Media se caracteriza por la existencia de un clima de inquietud religiosa. El cristiano siente la necesidad de asegurar su salvación y busca los medios. Recurre a la devoción tradicional, pero ante la imposibilidad de conocer a Dios, intenta encontrar respuestas en otras vías:
Pide ayuda a la Virgen y a los Santos.
Realiza obras piadosas y peregrinaciones.
Paga misas por los difuntos.
Utiliza objetos religiosos (como medallas, escapularios y reliquias).
Recita más o menos mecánicamente plegarias y letanías.
Colecciona indulgencias comprando el perdón de los pecados.
El cristiano cae así en un grave peligro: la tendencia hacia el formalismo y la superstición.
La elite intelectual también sufre esta preocupación. Influida por el nominalismo de Guillermo de Occam, que separa la fe de la razón, intenta relacionar la experiencia sensible con las creencias.
Los cristianos buscan, por tanto, la salvación de forma individual ya que la Iglesia no ofrece respuestas.
La crisis de la Iglesia
La crisis de la Iglesia bajomedieval es tanto institucional como espiritual:
Institucional:
Los papas se ocupan de otros temas más que del ejercicio de su oficio pastoral: las artes (Pío II), las ambiciones familiares (Alejandro VI), la guerra (Julio II), las construcciones (León X).
Abundan los cardenales, siendo muchos de ellos indignos de tal grado.
La Curia pontificia busca beneficios, exigiendo a las iglesias locales tributos cada vez mayores.
Muchos obispos son nombrados por motivos políticos, no residen ni ejercen en sus respectivos territorios, y buscan los mayores beneficios.
El proletariado clerical urbano está mal pagado y apenas tiene formación o predisposición para realizar su labor. En gran número, se dedica a la vida cómoda (la carnalidad, el concubinato, la violencia, la bebida).
Los clérigos regulares dejan de observar sus reglas monásticas, abandonan las clausuras, sus costumbres no dan ejemplo y se mueven por intereses personales y terrenales.
Espiritual (la ausencia de preparación y vocación pastoral en el clero):
El sacerdocio es considerado como un oficio más.
La mayor parte del clero rural no tiene formación teológica, pastoral o litúrgica. No sabe latín y se limita a recitar textos que no entiende. Ignora las Escrituras. Y dispensa sacramentos como remedios mágicos.
El clero urbano estaba mejor formado. Sus miembros solían tener, al menos, una mínima preparación universitaria, aunque la formación escolástica no era suficiente.
La Reforma Protestante apareció en una cristiandad marcada por la inquietud religiosa, la crisis de la espiritualidad medieval y la impotencia de la Iglesia para superarla.
Las aspiraciones espirituales
El final de la Edad Media se caracteriza por la existencia de un clima de inquietud religiosa. El cristiano siente la necesidad de asegurar su salvación y busca los medios. Recurre a la devoción tradicional, pero ante la imposibilidad de conocer a Dios, intenta encontrar respuestas en otras vías:
Pide ayuda a la Virgen y a los Santos.
Realiza obras piadosas y peregrinaciones.
Paga misas por los difuntos.
Utiliza objetos religiosos (como medallas, escapularios y reliquias).
Recita más o menos mecánicamente plegarias y letanías.
Colecciona indulgencias comprando el perdón de los pecados.
El cristiano cae así en un grave peligro: la tendencia hacia el formalismo y la superstición.
La elite intelectual también sufre esta preocupación. Influida por el nominalismo de Guillermo de Occam, que separa la fe de la razón, intenta relacionar la experiencia sensible con las creencias.
Los cristianos buscan, por tanto, la salvación de forma individual ya que la Iglesia no ofrece respuestas.
La crisis de la Iglesia
La crisis de la Iglesia bajomedieval es tanto institucional como espiritual:
Institucional:
Los papas se ocupan de otros temas más que del ejercicio de su oficio pastoral: las artes (Pío II), las ambiciones familiares (Alejandro VI), la guerra (Julio II), las construcciones (León X).
Abundan los cardenales, siendo muchos de ellos indignos de tal grado.
La Curia pontificia busca beneficios, exigiendo a las iglesias locales tributos cada vez mayores.
Muchos obispos son nombrados por motivos políticos, no residen ni ejercen en sus respectivos territorios, y buscan los mayores beneficios.
El proletariado clerical urbano está mal pagado y apenas tiene formación o predisposición para realizar su labor. En gran número, se dedica a la vida cómoda (la carnalidad, el concubinato, la violencia, la bebida).
Los clérigos regulares dejan de observar sus reglas monásticas, abandonan las clausuras, sus costumbres no dan ejemplo y se mueven por intereses personales y terrenales.
Espiritual (la ausencia de preparación y vocación pastoral en el clero):
El sacerdocio es considerado como un oficio más.
La mayor parte del clero rural no tiene formación teológica, pastoral o litúrgica. No sabe latín y se limita a recitar textos que no entiende. Ignora las Escrituras. Y dispensa sacramentos como remedios mágicos.
El clero urbano estaba mejor formado. Sus miembros solían tener, al menos, una mínima preparación universitaria, aunque la formación escolástica no era suficiente.