En el año 1953, la Santísima Virgen se les apareció a tres humildes niños en el Barrio Rincón de Sabana Grande, en Puerto Rico. Los niños Juan Ángel Collado, de ocho años de edad, y las hermanas Ramonita e Isidra Belén, de nueve y siete años, estudiaban en la pequeña escuela rural Lola Rodríguez de Tió, cerca del lugar en donde se dio el trascendental acontecimiento.
En aquel tiempo, no había sistema de agua potable en la pequeña población, por lo que debían buscar agua en un manantial natural (que ellos llamaban pozo) cercano a la escuela, para su consumo durante el almuerzo.
El 23 de abril de 1953 a las once de la mañana, doña Josefa, la maestra, tocó la campana y los estudiantes salieron al patio para almorzar. La encargada del comedor escolar mandó al niño Juan Ángel Collado y a un compañero de clases, de nueve años, a buscar el agua.
Se internaron en el cañaveral y llegaron al pozo que quedaba a los pies de un árbol de mango. Llevaban un cubo hecho de una lata grande, para cargar el agua y una lata pequeña, para sacar el agua del manantial. El compañero de Juan se adelantó a servir el agua y, repentinamente, algo sorprendente lo asustó y comenzó a llamarlo. El agua que vaciaba en la lata grande se había llenado de muchos colores, como si un arcoiris se derramara de la latita al cubo. Al salir corriendo dejó caer la lata y el agua se derramó, dejando todos aquellos colores sobre la tierra.
En el año 1953, la Santísima Virgen se les apareció a tres humildes niños en el Barrio Rincón de Sabana Grande, en Puerto Rico. Los niños Juan Ángel Collado, de ocho años de edad, y las hermanas Ramonita e Isidra Belén, de nueve y siete años, estudiaban en la pequeña escuela rural Lola Rodríguez de Tió, cerca del lugar en donde se dio el trascendental acontecimiento.
En aquel tiempo, no había sistema de agua potable en la pequeña población, por lo que debían buscar agua en un manantial natural (que ellos llamaban pozo) cercano a la escuela, para su consumo durante el almuerzo.
El 23 de abril de 1953 a las once de la mañana, doña Josefa, la maestra, tocó la campana y los estudiantes salieron al patio para almorzar. La encargada del comedor escolar mandó al niño Juan Ángel Collado y a un compañero de clases, de nueve años, a buscar el agua.
Se internaron en el cañaveral y llegaron al pozo que quedaba a los pies de un árbol de mango. Llevaban un cubo hecho de una lata grande, para cargar el agua y una lata pequeña, para sacar el agua del manantial. El compañero de Juan se adelantó a servir el agua y, repentinamente, algo sorprendente lo asustó y comenzó a llamarlo. El agua que vaciaba en la lata grande se había llenado de muchos colores, como si un arcoiris se derramara de la latita al cubo. Al salir corriendo dejó caer la lata y el agua se derramó, dejando todos aquellos colores sobre la tierra.