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La comedia musical argentina, sin duda tiene orígenes en las distintas culturas que fueron entretejiéndondose tras las primeras inmigraciones al país. Si bien las tendencias llevan a creer que los musicales llegaron no hace tanto tiempo, y directo de Broadway sin escalas, podemos dejar claro aquí, que la historia es bastante anterior y que Buenos Aires fue semejante a una “Broadway” de los ´20. Ya desde fines el Siglo XIX, podían vislumbrarse indicios de lo que más tarde consolidaría el género. Desde París, llegó el Can-Can al teatro de variedades: “el pasatiempo”, “el bataclán” y “el porteño”, caracterizado por sus disciplinados bailarines, albergaban esta danza, marginal, censurada y mal vista. La revista Porteña, devenida de la Revista Española comenzaba a pisar fuerte en esos tiempos, el jazz y el tango se hacían oír. La zarzuela criolla, si bien más tradicional en su origen y su música, también fue parte de este nacimiento. La opereta llegó a Buenos Aires en 1860 desde París, originada en la ópera bufa y con el vals como leit motiv. Con el comienzo del siglo XX, desembarcan los géneros populares que hacían furor al norte del continente, el hot jazz y el charleston. Los años 20 vivían el esplendor de la revista porteña. En 1922, la francesa Madame Rasimí es quien pasa la escoba y saca brillo a estos tradicionales espectáculos locales. Las bailarinas aprenden nuevas técnicas importadas del Lido francés: las filas, el orden, la sonrisa y la forma de quitarse la ropa. Finalmente llegan las plumas y los brillos de la mano de “la misstinghett”, otra vedette que cautivó por su estilo al público rioplatense y dejó huella en la revista local. Esta mezcla de estilos no fue tan clara y definida en los comienzos. Unos tomaban de otros y conformaban espectáculos que llevaron a denominaciones de nuevos géneros y subgéneros.
Ya desde fines el Siglo XIX, podían vislumbrarse indicios de lo que más tarde consolidaría el género. Desde París, llegó el Can-Can al teatro de variedades: “el pasatiempo”, “el bataclán” y “el porteño”, caracterizado por sus disciplinados bailarines, albergaban esta danza, marginal, censurada y mal vista.
La revista Porteña, devenida de la Revista Española comenzaba a pisar fuerte en esos tiempos, el jazz y el tango se hacían oír. La zarzuela criolla, si bien más tradicional en su origen y su música, también fue parte de este nacimiento. La opereta llegó a Buenos Aires en 1860 desde París, originada en la ópera bufa y con el vals como leit motiv.
Con el comienzo del siglo XX, desembarcan los géneros populares que hacían furor al norte del continente, el hot jazz y el charleston. Los años 20 vivían el esplendor de la revista porteña. En 1922, la francesa Madame Rasimí es quien pasa la escoba y saca brillo a estos tradicionales espectáculos locales.
Las bailarinas aprenden nuevas técnicas importadas del Lido francés: las filas, el orden, la sonrisa y la forma de quitarse la ropa. Finalmente llegan las plumas y los brillos de la mano de “la misstinghett”, otra vedette que cautivó por su estilo al público rioplatense y dejó huella en la revista local.
Esta mezcla de estilos no fue tan clara y definida en los comienzos.
Unos tomaban de otros y conformaban espectáculos que llevaron a denominaciones de
nuevos géneros y subgéneros.