Las siguientes páginas obedecen a una doble solicitación.
Inicialmente a las cuestiones planteadas por dos jóvenes filósofos, Muriel
Combes y Bernard Aspe, para su revista Alice, y más especialmente para su
sección "la fábrica de lo sensible". Esta sección se interesa por los actos
estéticos como configuraciones de la experiencia, que dan lugar a nuevos
modos del sentir e inducen formas nuevas de la subjetividad política. En
este marco me interrogaron sobre las consecuencias de los análisis que en
mi libro El desacuerdo había dedicado a la división de lo sensible que
constituye el dilema de la política, y por tanto a una cierta estética de la
política. Sus preguntas, suscitadas también por una reflexión nueva sobre
las grandes teorías y experiencias vanguardistas sobre la fusión del arte y la
vida, marcan la estructura del texto que se va a leer. He procurado, en la
medida de lo posible, desarrollar mis respuestas y explicitar sus
correspondientes presuposiciones a petición de Éric Hazan y Stéphanie
Grégoire.
Pero esta solicitación en particular se inscribe en un contexto más general.
La multiplicación de los discursos que denuncian la crisis del arte o su
funesta captación por el discurso, la generalización del espectáculo o la
muerte de la imagen, indican en suficiente medida que el terreno estético
es hoy en día el lugar donde se produce una batalla que antaño hacía
referencia a las promesas de la emancipación y a las ilusiones y desilusiones
de la historia. Sin duda, la trayectoria del discurso situacionista, surgido de
un movimiento artístico vanguardista de posguerra, convertido en los años
sesenta del siglo XX en crítica radical de la política, y absorbido en la
actualidad por la vulgaridad del discurso desencantado que actúa como de
sustituto "crítico" del orden existente, es una trayectoria sintomática de las
idas y venidas contemporáneas de la estética y la política, así como de las
transformaciones del pensamiento vanguardista en pensamiento nostálgico.
Pero son los textos de Jean-François Lyotard los que mejor indican de qué
forma "lo estético" se ha podido convertir, en los últimos veinte años, en el
lugar privilegiado donde la tradición del pensamiento crítico se ha
metamorfoseado en pensamiento de duelo. La reinterpretación del análisis
kantiano de lo sublime trasladó al arte este concepto que Kant había situado
más allá del arte, para convertir en arte en un testigo del encuentro con lo
impresentable que desmantela todo pensamiento -y de este modo un
testigo de cargo contra la arrogancia del gran intento estético-político del
devenir-mundo del pensamiento. Así, el pensamiento del arte se convertía
en el lugar donde, después de la proclamación del final de las utopías
políticas, se prolongaba una dramaturgia del abismo originario del
pensamiento y del desastre de su desconocimiento
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Según Aristoteles el ciudadano puede tomar parte en gobernar y ser gobernado, es decir que es visible ante la sociedad. Pero en la actualidad el ciudadano aveces no participa en elecciones. Los procesos electorales son la forma legal y pacífica para disputar y discutir, en el terreno político, las diferencias ideológicas y de principios de diferentes partidos políticos que contienden, durante una elección, por el poder público. Las elecciones se ganan por la mayoría de votos , pero que pasa con la minoría Quedan en desacuerdo. ¿Esto es la realidad en la que vivimos? *solo son ideas*
Las siguientes páginas obedecen a una doble solicitación.
Inicialmente a las cuestiones planteadas por dos jóvenes filósofos, Muriel
Combes y Bernard Aspe, para su revista Alice, y más especialmente para su
sección "la fábrica de lo sensible". Esta sección se interesa por los actos
estéticos como configuraciones de la experiencia, que dan lugar a nuevos
modos del sentir e inducen formas nuevas de la subjetividad política. En
este marco me interrogaron sobre las consecuencias de los análisis que en
mi libro El desacuerdo había dedicado a la división de lo sensible que
constituye el dilema de la política, y por tanto a una cierta estética de la
política. Sus preguntas, suscitadas también por una reflexión nueva sobre
las grandes teorías y experiencias vanguardistas sobre la fusión del arte y la
vida, marcan la estructura del texto que se va a leer. He procurado, en la
medida de lo posible, desarrollar mis respuestas y explicitar sus
correspondientes presuposiciones a petición de Éric Hazan y Stéphanie
Grégoire.
Pero esta solicitación en particular se inscribe en un contexto más general.
La multiplicación de los discursos que denuncian la crisis del arte o su
funesta captación por el discurso, la generalización del espectáculo o la
muerte de la imagen, indican en suficiente medida que el terreno estético
es hoy en día el lugar donde se produce una batalla que antaño hacía
referencia a las promesas de la emancipación y a las ilusiones y desilusiones
de la historia. Sin duda, la trayectoria del discurso situacionista, surgido de
un movimiento artístico vanguardista de posguerra, convertido en los años
sesenta del siglo XX en crítica radical de la política, y absorbido en la
actualidad por la vulgaridad del discurso desencantado que actúa como de
sustituto "crítico" del orden existente, es una trayectoria sintomática de las
idas y venidas contemporáneas de la estética y la política, así como de las
transformaciones del pensamiento vanguardista en pensamiento nostálgico.
Pero son los textos de Jean-François Lyotard los que mejor indican de qué
forma "lo estético" se ha podido convertir, en los últimos veinte años, en el
lugar privilegiado donde la tradición del pensamiento crítico se ha
metamorfoseado en pensamiento de duelo. La reinterpretación del análisis
kantiano de lo sublime trasladó al arte este concepto que Kant había situado
más allá del arte, para convertir en arte en un testigo del encuentro con lo
impresentable que desmantela todo pensamiento -y de este modo un
testigo de cargo contra la arrogancia del gran intento estético-político del
devenir-mundo del pensamiento. Así, el pensamiento del arte se convertía
en el lugar donde, después de la proclamación del final de las utopías
políticas, se prolongaba una dramaturgia del abismo originario del
pensamiento y del desastre de su desconocimiento
Los procesos electorales son la forma legal y pacífica para disputar y discutir, en el terreno político, las diferencias ideológicas y de principios de diferentes partidos políticos que contienden, durante una elección, por el poder público.
Las elecciones se ganan por la mayoría de votos , pero que pasa con la minoría
Quedan en desacuerdo. ¿Esto es la realidad en la que vivimos?
*solo son ideas*