Para conseguir el óptimo desarrollo de una persona con SD que le permita utilizar todas sus posibilidades y recursos, es preciso actuar de manera individual y continua en dos líneas de intervención:
- el mantenimiento de una buena salud
- la formación personal y el desarrollo de sus habilidades cognitivas y adaptativas.
2.1.1. Recién nacido y primer mes
Se explorarán las posibles anomalías congénitas que se hayan podido desarrollar durante el período fetal: aparato cardiovascular (cardiopatías, cuyo diagnóstico exige la realización ineludible de una ecografía), aparato gastrointestinal (malformaciones, algunas de ellas incompatibles con la vida que exigen su reparación inmediata), visión (cataratas congénitas), tiroides, hematología (reacciones leucemoides), ortopedia (subluxación de cadera), vacunaciones.
Debe prestarse especial atención a la lactancia natural que, además de aportar las conocidas ventajas sobre la artificial, favorece el refuerzo del vínculo madre-hijo y promueve el ejercicio más intenso de los músculos orofaciales, tan necesarios para el posterior desarrollo del lenguaje.
2.1.2. Infancia, niñez, adolescencia
Valorar el crecimiento (hay curvas especiales). Guiar en la nutrición de acuerdo con la edad, lo que exige adaptaciones sucesivas de la alimentación. No es infrecuente que existan dificultades cada vez que se cambian los sabores o texturas de los alimentos, y hay que enseñar a adaptarse. Vigilar la ingesta calórica porque es en las primeras edades cuando se inicia la obesidad, un problema muy frecuente en los niños y jóvenes con SD.
Vacunaciones: ha de seguir el régimen ordinario del resto de la población. Debe incluirse la vacunación de la hepatitis B, influenzae y meningococo C, y es recomendable la de la varicela.
Atender a las infecciones del aparato respiratorio que muchas veces son reincidentes, tanto de las vías respiratorias altas y bajas (nariz, garganta, senos, tráquea, bronquios) como del pulmón (neumonías).
Trastornos del sueño. Atender a posibles problemas respiratorios (obstrucción, apneas del sueño).
Explorar la posibilidad de desarrollo de enfermedad celíaca.
Explorar anualmente la audición (tapones de cera, otitis serosa, hipoacusia) y la visión (son muy frecuentes el estrabismo y los problemas de refracción que exigen su corrección con gafas).
Iniciar y educar la higiene personal, adaptada a la edad y al sexo.
2.1.3. Adultez y ancianidad
Seguir explorando periódicamente la función tiroidea, la audición y visión (cataratas), el estado genital del varón (testículos) y de la mujer (mamas, genitales). Vacunación antigripal anual.
Mantener la nutrición correcta y el aporte de calcio.
siológico precoz, o al envejecimiento tipo Alzheimer.
grande e incluso mayor que la que se da en la población general (Pueschel, 2002). Por ejemplo, los márgenes temporales en que adquieren determinadas capacidades o hitos de desarrollo como la marcha o el habla, son más amplios.
Es preciso llamar la atención sobre las “terapias”. F
2. Reglas de oro para una educación eficaz
Conocer al niño en sus habilidades y posibilidades, y no tanto en sus limitaciones y debilidades.
Aceptar al niño como es y no como quisiéramos que fuera. Ayudarle a mejorar, sin intentar cambiarle.
Confiar plenamente en que si actuamos bien, siempre es capaz de aprender y de progresar.
Valorar sus esfuerzos y sus logros, aunque parezcan pequeños.
Sancionar negativamente sólo las conductas. Respeto absoluto al niño, sin ningún tipo de condena o insulto a su persona.
Comparar al niño sólo consigo mismo, con sus propios avances. No utilizar nunca a otro niño como modelo o patrón.
Esperar cuanto sea preciso para conseguir un objetivo, participando activamente para lograrlo.
Estimular al niño con optimismo realista para que se esfuerce y logre metas alcanzables para él.
No hablar nunca delante del niño de sus fallos o problemas o de cualquier sensación o actitud negativa que él pueda provocar.
Evitar siempre la sobreprotección así como la exigencia excesiva, intentando adaptarse a la capacidad del niño y a su ritmo de aprendizaje.
Luchar personalmente cada día contra el desánimo, la desilusión, la desgana, la tristeza, rodeándose de personas que ayuden y realizando actividades gratificantes.
Pensar, cada día, que ese día es el primero de los que se tienen por delante y que sólo hay que esforzarse ese día. No lamentarse por el pasado, ni preocuparse por el futuro
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2.1. El seguimiento de la salud
Para conseguir el óptimo desarrollo de una persona con SD que le permita utilizar todas sus posibilidades y recursos, es preciso actuar de manera individual y continua en dos líneas de intervención:
- el mantenimiento de una buena salud
- la formación personal y el desarrollo de sus habilidades cognitivas y adaptativas.
2.1.1. Recién nacido y primer mes
Se explorarán las posibles anomalías congénitas que se hayan podido desarrollar durante el período fetal: aparato cardiovascular (cardiopatías, cuyo diagnóstico exige la realización ineludible de una ecografía), aparato gastrointestinal (malformaciones, algunas de ellas incompatibles con la vida que exigen su reparación inmediata), visión (cataratas congénitas), tiroides, hematología (reacciones leucemoides), ortopedia (subluxación de cadera), vacunaciones.
Debe prestarse especial atención a la lactancia natural que, además de aportar las conocidas ventajas sobre la artificial, favorece el refuerzo del vínculo madre-hijo y promueve el ejercicio más intenso de los músculos orofaciales, tan necesarios para el posterior desarrollo del lenguaje.
2.1.2. Infancia, niñez, adolescencia
Valorar el crecimiento (hay curvas especiales). Guiar en la nutrición de acuerdo con la edad, lo que exige adaptaciones sucesivas de la alimentación. No es infrecuente que existan dificultades cada vez que se cambian los sabores o texturas de los alimentos, y hay que enseñar a adaptarse. Vigilar la ingesta calórica porque es en las primeras edades cuando se inicia la obesidad, un problema muy frecuente en los niños y jóvenes con SD.
Vacunaciones: ha de seguir el régimen ordinario del resto de la población. Debe incluirse la vacunación de la hepatitis B, influenzae y meningococo C, y es recomendable la de la varicela.
Atender a las infecciones del aparato respiratorio que muchas veces son reincidentes, tanto de las vías respiratorias altas y bajas (nariz, garganta, senos, tráquea, bronquios) como del pulmón (neumonías).
Trastornos del sueño. Atender a posibles problemas respiratorios (obstrucción, apneas del sueño).
Explorar la posibilidad de desarrollo de enfermedad celíaca.
Explorar anualmente la audición (tapones de cera, otitis serosa, hipoacusia) y la visión (son muy frecuentes el estrabismo y los problemas de refracción que exigen su corrección con gafas).
Iniciar y educar la higiene personal, adaptada a la edad y al sexo.
2.1.3. Adultez y ancianidad
Seguir explorando periódicamente la función tiroidea, la audición y visión (cataratas), el estado genital del varón (testículos) y de la mujer (mamas, genitales). Vacunación antigripal anual.
Mantener la nutrición correcta y el aporte de calcio.
siológico precoz, o al envejecimiento tipo Alzheimer.
grande e incluso mayor que la que se da en la población general (Pueschel, 2002). Por ejemplo, los márgenes temporales en que adquieren determinadas capacidades o hitos de desarrollo como la marcha o el habla, son más amplios.
Es preciso llamar la atención sobre las “terapias”. F
2. Reglas de oro para una educación eficaz
Conocer al niño en sus habilidades y posibilidades, y no tanto en sus limitaciones y debilidades.
Aceptar al niño como es y no como quisiéramos que fuera. Ayudarle a mejorar, sin intentar cambiarle.
Confiar plenamente en que si actuamos bien, siempre es capaz de aprender y de progresar.
Valorar sus esfuerzos y sus logros, aunque parezcan pequeños.
Sancionar negativamente sólo las conductas. Respeto absoluto al niño, sin ningún tipo de condena o insulto a su persona.
Comparar al niño sólo consigo mismo, con sus propios avances. No utilizar nunca a otro niño como modelo o patrón.
Esperar cuanto sea preciso para conseguir un objetivo, participando activamente para lograrlo.
Estimular al niño con optimismo realista para que se esfuerce y logre metas alcanzables para él.
No hablar nunca delante del niño de sus fallos o problemas o de cualquier sensación o actitud negativa que él pueda provocar.
Evitar siempre la sobreprotección así como la exigencia excesiva, intentando adaptarse a la capacidad del niño y a su ritmo de aprendizaje.
Luchar personalmente cada día contra el desánimo, la desilusión, la desgana, la tristeza, rodeándose de personas que ayuden y realizando actividades gratificantes.
Pensar, cada día, que ese día es el primero de los que se tienen por delante y que sólo hay que esforzarse ese día. No lamentarse por el pasado, ni preocuparse por el futuro