Durante el transcurso de la historia, las distintas civilizaciones surgidas en todo el planeta comprendieron cuán importante era la protección del suelo; las plantas cultivadas dependían del agua, pero también de los elementos nutritivos que aportaba el suelo para obtener cosechas abundantes y asegurar así la manutención de las personas.
Aunque dicha percepción ha trascendido hasta nuestros días, resulta apremiante recordar que los sistemas productivos sostenibles requieren de algunas propiedades físicas, químicas y biológicas de los terrenos donde se establecen los cultivos para asegurar su multifuncionalidad, pues la productividad y el rendimiento deseables derivan de los niveles de fertilidad de la capa superficial de la corteza terrestre para la satisfacción de las diversas necesidades humanas (alimentarias, medicinales, rituales, ornamentales, maderables, etc.).
De este modo, para garantizar la acumulación de biomasa con valor agrícola o forestal en un área determinada es imprescindible considerar ciertos principios inherentes al manejo ecológico de un suelo en que la incorporación de materia orgánica, la disposición de coberturas o el diseño de rotaciones y asociación de cultivos con leguminosas son esenciales para minimizar el efecto de los factores que limitan el rendimiento esperado en un agroecosistema, tal como sucede con la degradación o erosión del suelo originada por la deforestación, la labranza excesiva o el pastoreo desordenado.
Respuesta:
Suelos sostenibles
Durante el transcurso de la historia, las distintas civilizaciones surgidas en todo el planeta comprendieron cuán importante era la protección del suelo; las plantas cultivadas dependían del agua, pero también de los elementos nutritivos que aportaba el suelo para obtener cosechas abundantes y asegurar así la manutención de las personas.
Aunque dicha percepción ha trascendido hasta nuestros días, resulta apremiante recordar que los sistemas productivos sostenibles requieren de algunas propiedades físicas, químicas y biológicas de los terrenos donde se establecen los cultivos para asegurar su multifuncionalidad, pues la productividad y el rendimiento deseables derivan de los niveles de fertilidad de la capa superficial de la corteza terrestre para la satisfacción de las diversas necesidades humanas (alimentarias, medicinales, rituales, ornamentales, maderables, etc.).
De este modo, para garantizar la acumulación de biomasa con valor agrícola o forestal en un área determinada es imprescindible considerar ciertos principios inherentes al manejo ecológico de un suelo en que la incorporación de materia orgánica, la disposición de coberturas o el diseño de rotaciones y asociación de cultivos con leguminosas son esenciales para minimizar el efecto de los factores que limitan el rendimiento esperado en un agroecosistema, tal como sucede con la degradación o erosión del suelo originada por la deforestación, la labranza excesiva o el pastoreo desordenado.
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