Desde finales del siglo xv el poder pontificio gana mayor peso sobre el pensamiento de la época
SI
Julio II (1503-1513) fue uno de los papas más controvertidos del Renacimiento. Su renombre se debió en gran medida a sus esfuerzos para reordenar el gobierno de la ciudad de Roma y los Estados pontificios, para expulsar a las potencias extranjeras del territorio italiano, y sobre todo por su vocación belicista, que lo llevó a encabezar personalmente importantes campañas militares. No obstante, para los propósitos de este escrito, la figura de Julio II resulta relevante porque su papado coincidió casi sincrónicamente con el periodo en que Maquiavelo sirvió al gobierno de Florencia como titular de la Segunda secretaría (1498-1512), lo cual le permitió observar muy cercanamente tanto a la curia romana como al propio Julio, sobre todo cuando fue enviado ahí como representante diplomático de la república. Esta cercanía y familiaridad le permitieron a Maquiavelo madurar sus opiniones políticas acerca de las dificultades que enfrentaba Italia para unificarse, siendo una de las más de las más importantes precisamente la presencia en su interior de los Estados pontificios y del papa, sobre todo uno como Julio II, obstruyendo así el tan anhelado fin de ver unificado al país.
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Desde finales del siglo xv el poder pontificio gana mayor peso sobre el pensamiento de la época
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Julio II (1503-1513) fue uno de los papas más controvertidos del Renacimiento. Su renombre se debió en gran medida a sus esfuerzos para reordenar el gobierno de la ciudad de Roma y los Estados pontificios, para expulsar a las potencias extranjeras del territorio italiano, y sobre todo por su vocación belicista, que lo llevó a encabezar personalmente importantes campañas militares. No obstante, para los propósitos de este escrito, la figura de Julio II resulta relevante porque su papado coincidió casi sincrónicamente con el periodo en que Maquiavelo sirvió al gobierno de Florencia como titular de la Segunda secretaría (1498-1512), lo cual le permitió observar muy cercanamente tanto a la curia romana como al propio Julio, sobre todo cuando fue enviado ahí como representante diplomático de la república. Esta cercanía y familiaridad le permitieron a Maquiavelo madurar sus opiniones políticas acerca de las dificultades que enfrentaba Italia para unificarse, siendo una de las más de las más importantes precisamente la presencia en su interior de los Estados pontificios y del papa, sobre todo uno como Julio II, obstruyendo así el tan anhelado fin de ver unificado al país.