Favorecidos por la imprenta, introducida a mediados del siglo XV por Johannes Gutenberg, los textos alquimistas forjaron nuevos vínculos con la filosofía. Dos características distintivas de ese período protomoderno fueron su atención a la transmutación de los metales y el desarrollo de una farmacoterapia. Los químicos del siglo XVII, lo mismo que sus predecesores medievales, reconocieron siete metales: oro, plata, cobre, hierro, estaño, plomo y mercurio. Llamaron nobles al oro y a la plata e innobles a los cinco restantes. La nobleza se fundaba en su belleza, rareza y resistencia a la corrosión. Entendían que los metales eran compuestos, mientras que nosotros los consideramos elementos. Muchos alquimistas continuaron considerando que los metales constaban de proporciones diversas de mercurio y azufre, pero otros comenzaron a adoptar la postura atribuida a Paracelso, que postulaba tres ingredientes: mercurio, azufre y sal. Los había también fieles a Aristóteles y su teoría hilemórfica, de una materia prima común y una forma sustancial; creían que si lograban aislar la materia prima podría ser moldeada por una forma especial y conseguir el metal que se quisiera.
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Favorecidos por la imprenta, introducida a mediados del siglo XV por Johannes Gutenberg, los textos alquimistas forjaron nuevos vínculos con la filosofía. Dos características distintivas de ese período protomoderno fueron su atención a la transmutación de los metales y el desarrollo de una farmacoterapia. Los químicos del siglo XVII, lo mismo que sus predecesores medievales, reconocieron siete metales: oro, plata, cobre, hierro, estaño, plomo y mercurio. Llamaron nobles al oro y a la plata e innobles a los cinco restantes. La nobleza se fundaba en su belleza, rareza y resistencia a la corrosión. Entendían que los metales eran compuestos, mientras que nosotros los consideramos elementos. Muchos alquimistas continuaron considerando que los metales constaban de proporciones diversas de mercurio y azufre, pero otros comenzaron a adoptar la postura atribuida a Paracelso, que postulaba tres ingredientes: mercurio, azufre y sal. Los había también fieles a Aristóteles y su teoría hilemórfica, de una materia prima común y una forma sustancial; creían que si lograban aislar la materia prima podría ser moldeada por una forma especial y conseguir el metal que se quisiera.