La domesticación animal está íntimamente relacionada con el inicio del Neolítico, aunque sigue entrañando misterios aún sin resolver. Sin duda, el precedente más antiguo del que se tiene referencia por la arqueología es el del perro, de ahí que reciba el justo título de mejor amigo del hombre. En concreto, el perro, especie doméstica que deriva del lobo, apareció ya en torno al 15.000 a.C. en yacimientos paleolíticos como el alemán de Oberkassel y el español de Erralla, en Guipúzcoa. No obstante, el significado a nivel económico y social de la primera domesticación fue limitado. Aunque el perro es un animal que sirvió de ayuda al cazador no se le considera, según muchos investigadores, la clave de la transformación en su modo de vida. Por lo tanto, estamos ante una excepción, pues dicha especie fue anterior al Neolítico cuando se empezó a domesticar. Sin embargo, las principales que determinaron un nuevo modo de producción son propias del Neolítico
La domesticación animal está íntimamente relacionada con el inicio del Neolítico, aunque sigue entrañando misterios aún sin resolver. Sin duda, el precedente más antiguo del que se tiene referencia por la arqueología es el del perro, de ahí que reciba el justo título de mejor amigo del hombre. En concreto, el perro, especie doméstica que deriva del lobo, apareció ya en torno al 15.000 a.C. en yacimientos paleolíticos como el alemán de Oberkassel y el español de Erralla, en Guipúzcoa. No obstante, el significado a nivel económico y social de la primera domesticación fue limitado. Aunque el perro es un animal que sirvió de ayuda al cazador no se le considera, según muchos investigadores, la clave de la transformación en su modo de vida. Por lo tanto, estamos ante una excepción, pues dicha especie fue anterior al Neolítico cuando se empezó a domesticar. Sin embargo, las principales que determinaron un nuevo modo de producción son propias del Neolítico