Al visitar poblaciones en diversas regiones del país, no sólo indígenas, me queda claro que, si bien contienen un valor estético y lúdico para los intérpretes, el tiempo, el dinero y el esfuerzo invertidos no son pocos. Es en la celebración de diversos ritos donde se verifica lo cuantioso de los festines y el cuidado de las representaciones teatrales, como pastorelas, fiestas patronales, viacrucis, o bodas. El pago de una banda de música durante varios días, demuestra la importancia de la música, no sólo como acompañamiento sonoro.
Por su parte, la representación de coloquios de teatro y danza, que pueden durar horas, en que poblaciones minúsculas aprenden durante todo el año los argumentos de un coloquio medieval, enseñado por misioneros hace siglos. Pero también en las ciudades hay la necesidad de ocupar los sábados para ensayar una danza que exige una gran pericia. En su mayoría jóvenes, se pintan la cara y visten con orgullo su penacho, y emulando a guerreros de otros tiempos, reales o imaginarios.
No deben faltar tampoco las tradiciones de fuerte raíz otomí que se manifiestan ocultas en poblaciones rurales en Guanajuato. Ritos diurnos donde presumen sus atavíos de plumas y telas brillantes, donde el copal aún aromatiza el ambiente y acompaña el sudor de los danzantes, ya llueva o abrase el sol. El rito nocturno, más desconocido, muestra aún el respeto por los antepasados y su compañía en la vida cotidiana, donde los ancestros se vuelven emisarios divinos a los cuales hay que venerar y cuidar.
Así, las músicas y las danzas del país son fundamentales para comprender otras culturas y la nuestra también. En estas prácticas está inmersa la cultura, no la teórica y académica, sino la aplicada y cotidiana, que es necesaria e indispensable para lograr la cohesión social, la comunicación divina y la expresión del más hondo y profundo sentir de los habitantes de estas tierras. Es algo vivo que cambia de piel, pero que no se extingue, porque cada persona, cada familia y cada población necesita y construye sus mitos y realidades siempre acompañadas de música y danza.
Respuesta:
Al visitar poblaciones en diversas regiones del país, no sólo indígenas, me queda claro que, si bien contienen un valor estético y lúdico para los intérpretes, el tiempo, el dinero y el esfuerzo invertidos no son pocos. Es en la celebración de diversos ritos donde se verifica lo cuantioso de los festines y el cuidado de las representaciones teatrales, como pastorelas, fiestas patronales, viacrucis, o bodas. El pago de una banda de música durante varios días, demuestra la importancia de la música, no sólo como acompañamiento sonoro.
Por su parte, la representación de coloquios de teatro y danza, que pueden durar horas, en que poblaciones minúsculas aprenden durante todo el año los argumentos de un coloquio medieval, enseñado por misioneros hace siglos. Pero también en las ciudades hay la necesidad de ocupar los sábados para ensayar una danza que exige una gran pericia. En su mayoría jóvenes, se pintan la cara y visten con orgullo su penacho, y emulando a guerreros de otros tiempos, reales o imaginarios.
No deben faltar tampoco las tradiciones de fuerte raíz otomí que se manifiestan ocultas en poblaciones rurales en Guanajuato. Ritos diurnos donde presumen sus atavíos de plumas y telas brillantes, donde el copal aún aromatiza el ambiente y acompaña el sudor de los danzantes, ya llueva o abrase el sol. El rito nocturno, más desconocido, muestra aún el respeto por los antepasados y su compañía en la vida cotidiana, donde los ancestros se vuelven emisarios divinos a los cuales hay que venerar y cuidar.
Así, las músicas y las danzas del país son fundamentales para comprender otras culturas y la nuestra también. En estas prácticas está inmersa la cultura, no la teórica y académica, sino la aplicada y cotidiana, que es necesaria e indispensable para lograr la cohesión social, la comunicación divina y la expresión del más hondo y profundo sentir de los habitantes de estas tierras. Es algo vivo que cambia de piel, pero que no se extingue, porque cada persona, cada familia y cada población necesita y construye sus mitos y realidades siempre acompañadas de música y danza.
Respuesta:
En 1 año
Explicación:
Se hacen. 6 fiestas