que s Ciencia Política, Sociología, Derecho..., formas secularizadas del relato
religioso. Con Freud de la mano, podríamos decir que la verdadera modernidad, la
que anunciaba el anarquismo doctrinario de Bakunin o Proudhon, la desaparición
del Estado, no ha llegado. Una Edad Media industrial y burocrática ha venido en su
lugar. No conviene exagerar, sin embargo, porque las categorías analíticas de la
Historia están ahí, formas al fin de la autoconciencia más avisada, que es la propia
Ciencia. Pero la tentación de redefinir la historia en función de las formas de poder,
y no de la estructura productiva, es netamente sociológica. Weber decía (1979, pág.
9), intentando definir una de las tareas del sociólogo, que «Con frecuencia "motivos"
pretextados y "represiones" (es decir, motivos no aceptados) encubren, aun para el
mismo actor, la conexión real de la trama de su acción, de manera que el propio
testimonio subjetivo, aun sincero, sólo tiene un valor relativo. En este caso la tarea
que incumbe a la sociología es averiguar e interpretar esa conexión, "aunque" no
haya sido elevada a "conciencia "...» (sub. míos). Este texto weberiano,
sorprendente en cierto modo, atribuye a la sociología una función casi psicológica y
alinea a Weber con la tradición inmediata de desconfianza de las apariencias, que
abre una vía de recurso a hipótesis no tácticas: una sociología de los motivos. Y
viene al caso recordar este desconfiado párrafo weberiano para completar la
asociación sociología/emergencia urbana, burguesa e industrial, con la asociación
entre la sociología y la desestructuración medieval, la otra cara del discurso
sociológico, quizá su cara oculta. En cierto modo los pioneros de la ciencia social
fueron también los últimos teóricos del medievo. El caso de Comte es
paradigmático, al tiempo que Marx se desvía de este enunciado, al menos de forma
tan rotunda. Lo cierto es que la lectura que se hizo de Marx es medievalizante, por
más que Marx haya querido darnos una descripción más «moderna» de la dinámica
social. El carácter eclesiástico del movimiento subraya esas lecturas regresivas. La
idea del Estado contemporáneo, presente como amenaza (anarquistas, marxistas)
o como necesidad (Hobbes y la tradición ordenancista), ha generado un debate
interminable sobre el Estado en general en el que prima la idea implícita de la
necesidad de restaurar algún orden perdido.
Respuesta:
y que hago ya la leei :) ◇◇◇◇◇