En el marco del 25 aniversario del Centro Flora Tristán se organizó el Seminario Nacional
25 años de Feminismo en el Perú, planteado como un espacio para la reflexión sobre lo
que ha sido el feminismo de la segunda oleada. Nos proponíamos, a partir del testimonio
y la reflexión de sus protagonistas, de la experiencia vivida, de los procesos compartidos
y de los nuevos contextos, repensar el movimiento feminista y repensarnos nosotras
En las exposiciones, el feminismo fue definido de diversas formas, desde la vivencia de
cada una de las mujeres y hombres participantes, y desde entradas diferentes, pero lo
que quedó claro es que el feminismo es cambio, es transformación, y es también radical,
porque, como dijo Roxana Vásquez, mira todo desde su raíz misma. Aquí surgen dos
preguntas: qué tanto esta propuesta de cambio político y personal ha influido en la
sociedad y en las personas mismas; y de qué manera otras/os se han apropiado del
feminismo para convertirlo en fuente e inspiración de sus propias transformaciones y
propuestas.
Es difícil responder a estas preguntas, pero es indudable que el movimiento feminista ha
sido, en nuestro país, un protagonista de los cambios vividos con relación a las mujeres y
su situación de exclusión, y en la lucha por la democracia.
Gracias al feminismo, en el Perú se ha visibilizado la situación de desigualdad de las
mujeres, se han logrado cambios normativos e institucionales en su favor, se ha avanzado
en el reconocimiento de los derechos sexuales y derechos reproductivos y se ejerce una
vigilancia permanente de la vigencia y cumplimiento de los derechos humanos de las
mujeres. Este rol vigilante se extiende a la institucionalidad democrática, marco en el que
es posible una agenda de las mujeres.
Tal vez los cambios más complejos y, por consiguiente, más lentos, se han dado en la
dimensión cultural. Aun cuando persiste una cultura machista, es una avance que existan
nuevas percepciones sobre las mujeres, sobre la diversidad de formas de vida y de luchas
emancipatorias. Pero, como sostiene Focault, citado por Rocío Silva Santisteban en su
ponencia, “el poder es poroso, amoldable”, y en eso tenemos que continuar trabajando,
para permear ese poder que aún sustenta la discriminación, no solo de género. Ello será
posible con un feminismo renovado, en alianza con otras expresiones del movimiento de
mujeres, de organizaciones de derechos humanos, de la diversidad sexual y con mujeres
y hombres que crean en la bandera feminista.
El contexto en el Perú es difícil y obliga a una actitud más firme y creativa del feminismo.
No es solo la crisis moral, en la que prima la norma de “sacarle la vuelta a los demás”.
También se ha hecho más profundo el sentimiento de injusticia en las/os peruanas/os, al
extremo de buscar la justicia con sus propias manos, amenazando así la poca
institucionalidad que queda en el país y propiciando que la violencia vuelva a ser el
argumento en todo conflicto, desde lo más cotidiano, como lo demuestra la violencia
contra las mujeres en el plano público como privado, y en las relaciones políticas.
El feminismo, históricamente, parte por redefinir la realidad desde una mirada diferente,
sin la distorsión de la mirada patriarcal desde una situación privilegiada. El reto es
" Life is not a problem to be solved but a reality to be experienced! "
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En el marco del 25 aniversario del Centro Flora Tristán se organizó el Seminario Nacional
25 años de Feminismo en el Perú, planteado como un espacio para la reflexión sobre lo
que ha sido el feminismo de la segunda oleada. Nos proponíamos, a partir del testimonio
y la reflexión de sus protagonistas, de la experiencia vivida, de los procesos compartidos
y de los nuevos contextos, repensar el movimiento feminista y repensarnos nosotras
En las exposiciones, el feminismo fue definido de diversas formas, desde la vivencia de
cada una de las mujeres y hombres participantes, y desde entradas diferentes, pero lo
que quedó claro es que el feminismo es cambio, es transformación, y es también radical,
porque, como dijo Roxana Vásquez, mira todo desde su raíz misma. Aquí surgen dos
preguntas: qué tanto esta propuesta de cambio político y personal ha influido en la
sociedad y en las personas mismas; y de qué manera otras/os se han apropiado del
feminismo para convertirlo en fuente e inspiración de sus propias transformaciones y
propuestas.
Es difícil responder a estas preguntas, pero es indudable que el movimiento feminista ha
sido, en nuestro país, un protagonista de los cambios vividos con relación a las mujeres y
su situación de exclusión, y en la lucha por la democracia.
Gracias al feminismo, en el Perú se ha visibilizado la situación de desigualdad de las
mujeres, se han logrado cambios normativos e institucionales en su favor, se ha avanzado
en el reconocimiento de los derechos sexuales y derechos reproductivos y se ejerce una
vigilancia permanente de la vigencia y cumplimiento de los derechos humanos de las
mujeres. Este rol vigilante se extiende a la institucionalidad democrática, marco en el que
es posible una agenda de las mujeres.
Tal vez los cambios más complejos y, por consiguiente, más lentos, se han dado en la
dimensión cultural. Aun cuando persiste una cultura machista, es una avance que existan
nuevas percepciones sobre las mujeres, sobre la diversidad de formas de vida y de luchas
emancipatorias. Pero, como sostiene Focault, citado por Rocío Silva Santisteban en su
ponencia, “el poder es poroso, amoldable”, y en eso tenemos que continuar trabajando,
para permear ese poder que aún sustenta la discriminación, no solo de género. Ello será
posible con un feminismo renovado, en alianza con otras expresiones del movimiento de
mujeres, de organizaciones de derechos humanos, de la diversidad sexual y con mujeres
y hombres que crean en la bandera feminista.
El contexto en el Perú es difícil y obliga a una actitud más firme y creativa del feminismo.
No es solo la crisis moral, en la que prima la norma de “sacarle la vuelta a los demás”.
También se ha hecho más profundo el sentimiento de injusticia en las/os peruanas/os, al
extremo de buscar la justicia con sus propias manos, amenazando así la poca
institucionalidad que queda en el país y propiciando que la violencia vuelva a ser el
argumento en todo conflicto, desde lo más cotidiano, como lo demuestra la violencia
contra las mujeres en el plano público como privado, y en las relaciones políticas.
El feminismo, históricamente, parte por redefinir la realidad desde una mirada diferente,
sin la distorsión de la mirada patriarcal desde una situación privilegiada. El reto es