Fue en 1884 cuando un señor llamado Paul Nipkow inventó un sistema que permitía analizar una escena de forma ordenada. Este disco contenía unas células de selenio capaces de convertir en impulsos eléctricos la luz reflejada por un objeto. Dichos impulsos serían enviados por un cable hasta otro disco, que hacía la función inversa, y girando conseguía crear unas líneas de exploración, que a determinada cantidad y velocidad, darían la sensación de estar recreando una imagen en movimiento. Este principio básico es conocido como el disco de Nipkow y constituyó la antesala de la televisión electromecánica, el verdadero gameto que hoy nos ha permitido disfrutar de tanto conocimiento y entretenimiento.
Quizás haya sido el hecho de llegar a millones de personas desde la invención del medio, el que haya hecho que se invierta en tecnología de investigación año tras año para conseguir perfeccionar nuestra capacidad de comunicar imágenes y sucesos en paralelo con los profesionales dedicados a descubrir cómo comunicar a través de esos canales. Cuando nos situamos frente a un televisor no somos conscientes de la cantidad de miles de horas de desarrollo tecnológico que hacen posible ver la imagen que estamos recibiendo y en tan sólo menos de un siglo después de su invención, hoy hacemos memoria de cuáles han sido los grandes avances que permitieron la evolución de este medio de comunicación.
Ha sido el invento que nos ha permitido disfrutar de la televisión desde el Disco de Nipkow hasta la llegada de nuestros flamantes televisores planos. Bajo este nombre de ciencia-ficción, es simplemente un tubo que dispara un cañón de electrones contra una pantalla recubierta de fósforo (la tradicional pantalla de la tele). El fósforo se ilumina al entrar en contacto con los electrones y de esta forma, las señales eléctricas se convierten en imagen.
Los rayos disparados van barriendo la pantalla de izquierda a derecha, en 575 líneas durante microsegundos. Es lo que hace posible que una señal electrónica se convierta en imagen. El hecho de ser un tubo real el que apunta hacia una pantalla, hacía que que nuestras televisiones fuesen enormes, y que en la mayoría de casos midiesen hasta más de medio metro de profundidad. Algo inimaginable viendo nuestros televisores LCD y LED actuales.
Seguro que a más de uno os suena esto de la fibra óptica. En España hace algo más de una década comenzaban a aparecer operadoras que nos traían teléfono, internet y televisión por un único cable. Dicho cable llegaba hasta nuestro edificio o bajo una arqueta en frente de nuestro portal en la calle, por la que viajaba (y actualmente viaja) un cable: La fibra óptica.
Dentro de este cable se encuentran realmente varios cables de fibra óptica. El funcionamiento del sistema es muy sencillo: Desde el centro de transmisión las señales eléctricas se convierten a señales ópticas a través de una serie de equipos especiales que actúan como conversores-emisores láser. Dicha señal óptica tiene una frecuencia modulable a través de la cual se transmite la información, codificándola en unos y ceros, con la ventaja de que la fibra óptica es un perfecto material conductor para este tipo de señales, ya que permite enviar y recibir muchos datos (gran ancho de banda), a mucha distancia y de forma inmune a las interferencias electromagnéticas y condiciones meteorológicas.
Fue en 1884 cuando un señor llamado Paul Nipkow inventó un sistema que permitía analizar una escena de forma ordenada. Este disco contenía unas células de selenio capaces de convertir en impulsos eléctricos la luz reflejada por un objeto. Dichos impulsos serían enviados por un cable hasta otro disco, que hacía la función inversa, y girando conseguía crear unas líneas de exploración, que a determinada cantidad y velocidad, darían la sensación de estar recreando una imagen en movimiento. Este principio básico es conocido como el disco de Nipkow y constituyó la antesala de la televisión electromecánica, el verdadero gameto que hoy nos ha permitido disfrutar de tanto conocimiento y entretenimiento.
Quizás haya sido el hecho de llegar a millones de personas desde la invención del medio, el que haya hecho que se invierta en tecnología de investigación año tras año para conseguir perfeccionar nuestra capacidad de comunicar imágenes y sucesos en paralelo con los profesionales dedicados a descubrir cómo comunicar a través de esos canales. Cuando nos situamos frente a un televisor no somos conscientes de la cantidad de miles de horas de desarrollo tecnológico que hacen posible ver la imagen que estamos recibiendo y en tan sólo menos de un siglo después de su invención, hoy hacemos memoria de cuáles han sido los grandes avances que permitieron la evolución de este medio de comunicación.
Ha sido el invento que nos ha permitido disfrutar de la televisión desde el Disco de Nipkow hasta la llegada de nuestros flamantes televisores planos. Bajo este nombre de ciencia-ficción, es simplemente un tubo que dispara un cañón de electrones contra una pantalla recubierta de fósforo (la tradicional pantalla de la tele). El fósforo se ilumina al entrar en contacto con los electrones y de esta forma, las señales eléctricas se convierten en imagen.
Los rayos disparados van barriendo la pantalla de izquierda a derecha, en 575 líneas durante microsegundos. Es lo que hace posible que una señal electrónica se convierta en imagen. El hecho de ser un tubo real el que apunta hacia una pantalla, hacía que que nuestras televisiones fuesen enormes, y que en la mayoría de casos midiesen hasta más de medio metro de profundidad. Algo inimaginable viendo nuestros televisores LCD y LED actuales.
Seguro que a más de uno os suena esto de la fibra óptica. En España hace algo más de una década comenzaban a aparecer operadoras que nos traían teléfono, internet y televisión por un único cable. Dicho cable llegaba hasta nuestro edificio o bajo una arqueta en frente de nuestro portal en la calle, por la que viajaba (y actualmente viaja) un cable: La fibra óptica.
Dentro de este cable se encuentran realmente varios cables de fibra óptica. El funcionamiento del sistema es muy sencillo: Desde el centro de transmisión las señales eléctricas se convierten a señales ópticas a través de una serie de equipos especiales que actúan como conversores-emisores láser. Dicha señal óptica tiene una frecuencia modulable a través de la cual se transmite la información, codificándola en unos y ceros, con la ventaja de que la fibra óptica es un perfecto material conductor para este tipo de señales, ya que permite enviar y recibir muchos datos (gran ancho de banda), a mucha distancia y de forma inmune a las interferencias electromagnéticas y condiciones meteorológicas.