La Iglesia dio comienzo a su labor evangelizadora desde el mismo día de Pentecostés, pero muy pronto dieron comienzo las persecuciones en Jerusalén. Los Apóstoles y discípulos tuvieron que huir y el Evangelio se fue diseminando por donde se establecían. Tanto San Pedro como San Pablo, después de fundar la Iglesia Católica en muchas partes, llegaron a Roma y vivían predicando en paz hasta que en el año 64 el pérfido Nerón decretó que el cristianismo "no era lícito" y se desató la primera de las muchas persecuciones promovidas por varios emperadores. Los dos grandes pilares de la Iglesia, Pedro y Pablo, perdieron la vida a manos de Nerón en el 67 DC.
Pero la persecución, en vez de acabar con la Iglesia, la hizo crecer. Tertuliano escribió que "la sangre de los mártires es semilla de cristianos".
La lista de aquellos que dieron la vida por Cristo es interminable y conmovedora. ¿Cómo pudieron soportar bárbaras torturas y muertes dolorosísimas sin renegar de la Fe? Ancianos como San Ignacio de Antioquía, madres jóvenes como Perpetua y Felícitas, niños como Tarcisio y Pancracio, vírgenes como Cecilia o Inés, hombres y mujeres por todo el Imperio Romano, dejaron un testimonio maravilloso de fidelidad y amor a Jesucristo. Nosotros somos herederos de esa Fe firmada con sangre.
Inútilmente emperadores como Septimio Severo, Maximinio, Decio y el más cruel de todos, Diocleciano, intentaron sofocar al Evangelio. El historiador Harnack calcula que para el año 313 ya existían nada menos que 1600 diócesis en toda Europa y norte de Africa.
La Iglesia dio comienzo a su labor evangelizadora desde el mismo día de Pentecostés, pero muy pronto dieron comienzo las persecuciones en Jerusalén. Los Apóstoles y discípulos tuvieron que huir y el Evangelio se fue diseminando por donde se establecían. Tanto San Pedro como San Pablo, después de fundar la Iglesia Católica en muchas partes, llegaron a Roma y vivían predicando en paz hasta que en el año 64 el pérfido Nerón decretó que el cristianismo "no era lícito" y se desató la primera de las muchas persecuciones promovidas por varios emperadores. Los dos grandes pilares de la Iglesia, Pedro y Pablo, perdieron la vida a manos de Nerón en el 67 DC.
Pero la persecución, en vez de acabar con la Iglesia, la hizo crecer. Tertuliano escribió que "la sangre de los mártires es semilla de cristianos".
La lista de aquellos que dieron la vida por Cristo es interminable y conmovedora. ¿Cómo pudieron soportar bárbaras torturas y muertes dolorosísimas sin renegar de la Fe? Ancianos como San Ignacio de Antioquía, madres jóvenes como Perpetua y Felícitas, niños como Tarcisio y Pancracio, vírgenes como Cecilia o Inés, hombres y mujeres por todo el Imperio Romano, dejaron un testimonio maravilloso de fidelidad y amor a Jesucristo. Nosotros somos herederos de esa Fe firmada con sangre.
Inútilmente emperadores como Septimio Severo, Maximinio, Decio y el más cruel de todos, Diocleciano, intentaron sofocar al Evangelio. El historiador Harnack calcula que para el año 313 ya existían nada menos que 1600 diócesis en toda Europa y norte de Africa.