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EL PASTOR Y LA PERDIZ

Hace mucho tiempo un joven vivía con su madre en uno de los ayllus, no tenía padre ni hermana.
Él pastoreaba por los campos sus ovejas y sus llamas, era tan dedicado a su tarea como si fuera
una hija mujer. En las tardes retornaba puntualmente a su casa arreando a sus animales. Sucede
que un día conoció una joven por esas pampas desoladas.
El joven, acompañado siempre de su carnero más grande y blanco, le habló muy amenamente.
Cuando llegaba el atardecer él le proponía ir a su casa; luego ocurrió que la joven se convirtió en
perdiz, y es así como él se la llevaba a casa. El joven tenía una ch’uspa grande, pues servía para
llevársela la perdiz. También llevaba una ración de tostado para la joven; pastoreaban juntos sus
animales en forma diaria. De esto no estaba enterada la madre, pues no le dijo absolutamente
nada. Otro día cualquiera al estar llevando los animales a otra de sus casas había olvidado su
ch’uspa y se fue nomás.
Ya a media mañana y mientras caminaba el joven se acordó y exclamó:
—¡Ah, qué olvido, por qué me habría olvidado! —Ese día lo pasó muy apenado. Casualmente la
madre fue a esa misma casa que era como un depósito; al llegar se había sorprendido al
tropezarse con la ch’uspa:
—¡Ay, mi hijo había cazado una perdiz! Tras haber encontrado la perdiz, pensando y pensando
resolvió: —Bueno, se lo cocinaré esta perdiz para cuando mi hijo llegue del pastoreo. El joven llegó
por la tarde a su casa totalmente apenado; pues luego de haber encerrado a los animales en su
corral buscó rápidamente su ch’uspa 150 encontrándola vacía en el suelo. Todavía no había
preguntado nada su madre, en eso fue llamado:
—Entra a la casa, hijo, y ven a comer, he preparado la perdiz que habías cazado. —¡Para qué pues
has cocinado la perdiz, mamá! —Y le seguía reclamando:
—No debías cocinar, era mi enamorada. Así comió la cena entre llanto y llanto, no le había
contado a su madre cómo caminaban y pastoreaban con la perdiz. Una vez cocinada tuvo que
comer nomás; pero guardó sus huesos como si fueran de oro. Después se animó a contarle: —A mí
me apareció una joven... Y esto has hecho, mamá. No debías hacer por ningún motivo...
—Debías hacerme conocer pues, hijo. El joven no pudiendo hacer nada se sentía impotente. Esa
noche durmió triste y apenado. Pero así triste y apenado seguía llevando sus ovejas y llamas hacia
la pampa. De los huesos guardados fabricó un pinquillo y con ese instrumento tocaba hermosas
canciones; así pasaba sus días de pastoreo.
Un día al estar cuidando sus animales un gran ventarrón se lo llevó dando vueltas y vueltas. Desde
ese día nunca más apareció el joven, no se supo ni a dónde podría haber llegado. Solo se difundió
la noticia de que ese gran ventarrón lo hizo desaparecer.

CONTESTA
1-En el relato «El pastor y la perdiz», encontramos a un pastor que se enamora de una joven. ¿Qué
características personales tiene el pastor?
2-La joven de la que está enamorado se transforma en perdiz. ¿Cómo la lleva a su casa todos los
días?
3- ¿Por qué crees que el joven no le dijo a su madre acerca de la perdiz?
4-¿A dónde crees que se va el joven cuando se lo lleva el ventarrón?
5-¿Qué defecto de los seres humanos se refleja en esta tradición «El pastor y la perdiz»?

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