democracia liberal. La alternancia política sólo es posible cuando sabemos que quienes gobiernan respetarán el bien común, aquello que compartimos todos, aunque las ideas sean distintas.
Solemos relacionar el patriotismo con el orgullo por nuestro país. Relacionamos ese orgullo con la emoción suscitada por los símbolos nacionales. Está bien, pero es importante entender que esa emoción no se produciría si antes no hubiéramos comprendido, aunque sea intuitivamente, que esos símbolos representan lo mejor de nuestros compatriotas, ofrecido en este caso a la nación. Desde esta perspectiva, la nación o la patria encarnan los logros más altos de cada uno de nosotros y la emoción que sentimos no procede sólo del orgullo, sino también de la exigencia que nos plantea. No es cuestión de heroísmo. Es cuestión de hacer lo que hay que hacer: cumplir y servir. En España, el patriotismo ha tenido mala prensa en los últimos cuarenta años. Ha remontado un poco el vuelo con la reintegración de nuestro país en la escena internacional, con el progreso económico y la expansión de nuestras empresas, con el deporte. Es imposible reponer el patriotismo donde tiene que estar, como virtud cívica y personal, si no se tiene en cuenta al Ejército. Como demostraban los análisis y las informaciones de este fin de semana en LA RAZÓN, la situación de nuestras Fuerzas Armadas no es sencilla, pero tenemos algo más que el núcleo de un buen ejército expedicionario. Se parece bastante a lo que nuestro país requiere y a lo que podemos aportar al escenario internacional. Así que sería deseable una mayor difusión de lo que están haciendo nuestras tropas aquí y en las misiones exteriores en las que participan.
Hay más. Como mostraba la encuesta publicada aquí este mismo domingo, una mayoría de españoles es favorable a la vuelta de los valores militares a la sociedad. No se trata de militarizar la sociedad. Se trata de tomar nota de que la crisis está poniendo fin a un modelo social basado en el egoísmo, en el traspaso a los demás –vía Estado– de los problemas de cada uno, en la perpetua irresponsabilidad publicitada y enseñada como derecho. En este aspecto, hay una demanda generalizada que sería un error no saber entender. El Ministerio de Educación y las comunidades autónomas tienen aquí una responsabilidad tan importante como la del Ministerio de Defensa.
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democracia liberal. La alternancia política sólo es posible cuando sabemos que quienes gobiernan respetarán el bien común, aquello que compartimos todos, aunque las ideas sean distintas.
Solemos relacionar el patriotismo con el orgullo por nuestro país. Relacionamos ese orgullo con la emoción suscitada por los símbolos nacionales. Está bien, pero es importante entender que esa emoción no se produciría si antes no hubiéramos comprendido, aunque sea intuitivamente, que esos símbolos representan lo mejor de nuestros compatriotas, ofrecido en este caso a la nación. Desde esta perspectiva, la nación o la patria encarnan los logros más altos de cada uno de nosotros y la emoción que sentimos no procede sólo del orgullo, sino también de la exigencia que nos plantea. No es cuestión de heroísmo. Es cuestión de hacer lo que hay que hacer: cumplir y servir. En España, el patriotismo ha tenido mala prensa en los últimos cuarenta años. Ha remontado un poco el vuelo con la reintegración de nuestro país en la escena internacional, con el progreso económico y la expansión de nuestras empresas, con el deporte. Es imposible reponer el patriotismo donde tiene que estar, como virtud cívica y personal, si no se tiene en cuenta al Ejército. Como demostraban los análisis y las informaciones de este fin de semana en LA RAZÓN, la situación de nuestras Fuerzas Armadas no es sencilla, pero tenemos algo más que el núcleo de un buen ejército expedicionario. Se parece bastante a lo que nuestro país requiere y a lo que podemos aportar al escenario internacional. Así que sería deseable una mayor difusión de lo que están haciendo nuestras tropas aquí y en las misiones exteriores en las que participan.
Hay más. Como mostraba la encuesta publicada aquí este mismo domingo, una mayoría de españoles es favorable a la vuelta de los valores militares a la sociedad. No se trata de militarizar la sociedad. Se trata de tomar nota de que la crisis está poniendo fin a un modelo social basado en el egoísmo, en el traspaso a los demás –vía Estado– de los problemas de cada uno, en la perpetua irresponsabilidad publicitada y enseñada como derecho. En este aspecto, hay una demanda generalizada que sería un error no saber entender. El Ministerio de Educación y las comunidades autónomas tienen aquí una responsabilidad tan importante como la del Ministerio de Defensa.
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