Daltondaza En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entre semana se honraba con su vellorí de lo más fino.
Erase una vez un Koala muy chiquito que se perdió en el bosque y estaba muy triste porque extrañaba a su mamá. Un día amaneció junto a una gallina y la gallina le preguntó: ¿Quién eres tú? Yo soy Roberto, dijo el Koala. Entonces la gallina lo corrió de su casa. El Koala se fue muy triste a buscar a su mamá y en la noche tenía mucho miedo. Al día siguiente amaneció con un búho. ¿Quién eres tú? —le preguntó el señor búho. Yo soy Roberto, dijo el Koala y el búho lo corrió de su casa. El Koala se fue muy triste a seguir buscando a su mamá. Llegó otra vez la noche y Roberto buscó un lugar para dormir. Al día siguiente amaneció con una mariposa. ¿Quién eres tú? —le preguntó la mariposa. Yo soy Roberto —respondió el Koala. ¿Y qué haces aquí, por qué no estás en tu casa? —preguntó la mariposa. Me perdí y no sé cómo llegar a mi casa, no sé cómo encontrar a mi mamá —respondió Roberto. No te preocupes —dijo la mariposa— yo te voy a ayudar a encontrar a tu mamá; ven, vamos a buscarla. La mariposa sabía en qué parte del bosque vivían todos los koalas, así que no tardaron mucho tiempo para encontrar la casa de la señora Koala. ¡Por fin llegaba a su casa! Roberto y su mamá se pusieron muy felices. Ahora sí, pensó Roberto, puedo dormir tranquilo porque gracias a mi amiga la mariposa, ya nadie me va a correr de esta casa.
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entre semana se honraba con su vellorí de lo más fino.
Erase una vez un Koala muy chiquito que se perdió en el bosque y estaba muy triste porque extrañaba a su mamá.
Un día amaneció junto a una gallina y la gallina le preguntó: ¿Quién eres tú?
Yo soy Roberto, dijo el Koala. Entonces la gallina lo corrió de su casa.
El Koala se fue muy triste a buscar a su mamá y en la noche tenía mucho miedo. Al día siguiente amaneció con un búho.
¿Quién eres tú? —le preguntó el señor búho.
Yo soy Roberto, dijo el Koala y el búho lo corrió de su casa.
El Koala se fue muy triste a seguir buscando a su mamá. Llegó otra vez la noche y Roberto buscó un lugar para dormir. Al día siguiente amaneció con una mariposa.
¿Quién eres tú? —le preguntó la mariposa. Yo soy Roberto —respondió el Koala.
¿Y qué haces aquí, por qué no estás en tu casa? —preguntó la mariposa.
Me perdí y no sé cómo llegar a mi casa, no sé cómo encontrar a mi mamá —respondió Roberto.
No te preocupes —dijo la mariposa— yo te voy a ayudar a encontrar a tu mamá; ven, vamos a buscarla.
La mariposa sabía en qué parte del bosque vivían todos los koalas, así que no tardaron mucho tiempo para encontrar la casa de la señora Koala.
¡Por fin llegaba a su casa! Roberto y su mamá se pusieron muy felices.
Ahora sí, pensó Roberto, puedo dormir tranquilo porque gracias a mi amiga la mariposa, ya nadie me va a correr de esta casa.
espero te sirva