La deriva continental. El alemán Alfred Wegener empezó a plantear la posibilidad de que los continentes se movían, pero con argumentos serios, apoyado en una colección numerosa de datos. Publicó sus trabajos en 1912, pero la teoría la amplió y la propuso formalmente en 1915 en su ahora famoso libro El origen de los continentes y los océanos, que se tradujo al ruso, al inglés, al francés, al español y al sueco. La última y cuarta edición alemana apareció en 1929. Wegener propuso que todos los continentes estuvieron unidos hace unos 290 millones de años, y denominó Pangea a este supercontinente.
Como pruebas, Wegener reconstruyó las zonas paleoclimáticas, y aportó el encaje de las líneas de las costas y la similitud que hay entre las formaciones geológicas y fósiles de ambos lados del Atlántico. Asimismo, agregó que las mayores estructuras terrestres tenían su origen en las interacciones horizontales de los continentes: las cadenas montañosas y los arcos de islas oceánicas.
Sin embargo, una de las dificultades para aceptar la teoría de la deriva era precisar cuál sería el mecanismo de la traslación. Para ello, en 1929, el gran geólogo británico Arthur Holmes propuso que el manto, aunque sólido, podía fluir a escala de tiempo geológico, arrastrando los continentes sobre corrientes de convección térmica, impulsados por el calor resultante de la desintegración radiactiva.
Sin embargo, pese a que aquel fue un modelo físicamente plausible, se formularon muchas objeciones, y la teoría fue sepultada a partir los años 30 del siglo XX.
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La deriva continental. El alemán Alfred Wegener empezó a plantear la posibilidad de que los continentes se movían, pero con argumentos serios, apoyado en una colección numerosa de datos. Publicó sus trabajos en 1912, pero la teoría la amplió y la propuso formalmente en 1915 en su ahora famoso libro El origen de los continentes y los océanos, que se tradujo al ruso, al inglés, al francés, al español y al sueco. La última y cuarta edición alemana apareció en 1929. Wegener propuso que todos los continentes estuvieron unidos hace unos 290 millones de años, y denominó Pangea a este supercontinente.
Como pruebas, Wegener reconstruyó las zonas paleoclimáticas, y aportó el encaje de las líneas de las costas y la similitud que hay entre las formaciones geológicas y fósiles de ambos lados del Atlántico. Asimismo, agregó que las mayores estructuras terrestres tenían su origen en las interacciones horizontales de los continentes: las cadenas montañosas y los arcos de islas oceánicas.
Sin embargo, una de las dificultades para aceptar la teoría de la deriva era precisar cuál sería el mecanismo de la traslación. Para ello, en 1929, el gran geólogo británico Arthur Holmes propuso que el manto, aunque sólido, podía fluir a escala de tiempo geológico, arrastrando los continentes sobre corrientes de convección térmica, impulsados por el calor resultante de la desintegración radiactiva.
Sin embargo, pese a que aquel fue un modelo físicamente plausible, se formularon muchas objeciones, y la teoría fue sepultada a partir los años 30 del siglo XX.