Esta es una triste historia de un niño llamado Diego ... Diego era un niño normal, aunque tenía un defecto que no le permitía continuar normalmente su vida como la de los demás ya que no tenía otra pierna que hubiera perdido. desde entonces. El día que nació, a lo largo de su vida le hicieron mucho de lo que ha sido bullying verbal, les dijo a sus padres que lo intimidaban en su colegio y sus padres siempre intentaron cambiarlo de colegio, escuela trans, siempre pasaba lo mismo sin parar, ya estando en su novena escuela ni siquiera trató de hacer amigos porque sabía que siempre lo juzgarían con el tiempo, nadie se le acercó, pero él sabía que en los pasillos, e incluso en el comedor, se hablaba de él abandona secretamente las clases. Se tropieza con una maleta en el suelo frío sin que nadie lo ayude pero después de un rato alguien vino a ayudarlo esta era una chica esta era una compañera de clase en su grado de hecho la número 1 en su clase y su nombre era Rosenda, Diego es ella se sorprendió ya que nadie le habría prestado atención, y mucho menos prestar atención a lo que la chica dice: "Oye, ¿estás bien?" Diego responde si gracias por ayudarme ella sonríe y se va, Diego todavía no lo podía creer, estaba muy feliz todo el día y al día siguiente Rosenda pasó a saludar a Diego quien era muy tímido Diego le dijo por qué no se relataba tanto con ella. Respondió que no importa cómo la gente diga quién eres y cómo eras, lo que importa es lo que crees en lo que eres y desde ese momento Diego sintió que por fin podía ser tal como es y seguir haciendo amigos sin importar su apariencia o apariencia. .
El pirata Malapata saltó desde la cubierta del barco hasta el bote y se mojó los pies.
– ¡Rayas y centollos! Ahora volverán a olerme los pies a pescado podrido- resopló.
El pirata llevaba tres meses navegando junto a su tripulación en busca de una isla perdida. Y durante tres meses no había dejado de llover. Sólo los últimos dos días había salido el sol y los piratas habían conseguido secar su ropa colgándola en los cables del mástil. Más que un barco pirata, el galeón Boquerón parecía un tendedero.
En circunstancias normales, el pirata Malapata se habría puesto furioso por mojarse los pies y habría colgado del botalón a media tripulación. Pero hoy estaba contento. ¡Al fin podrían enterrar el mayor botín con el que ninguna banda de piratas se había hecho jamás! Tan espectacular era el tesoro que había estado a punto de hundir el galeón “Boquerón”, por su gran peso!
-¡Por fin ha llegado el día! ¡Neptuno nos ha asistido! Contemplad, piratas, la isla perdida- exclamó Malapata, triunfal.
-Mi capitán -dijo, tímidamente, un joven marinero – Me temo que esta no es la isla perdida que buscábamos.
-¡Cómo lo sabes! -aulló el temible capitán.
-Porque ya lo dice la propia palabra: per-di-da. Esta isla ya la hemos encontrado, luego no está perdida -argumentó el marinero.
El pirata Malapata dudó por un instante. Pensó que el grumete tenía razón. ¡En el momento en el que encuentras una isla, ésta deja de estar perdida! El pirata Malapata se quedó callado, se levantó el parche del ojo para poder mirar mejor la isla. Después comenzó a dar vueltas en círculos, musitando palabras por lo bajo mientras hacía ademanes con su garfio. Tras reflexionar un largo rato ante la expectante mirada de su tripulación de malhechores, dijo casi para sí:
– No importa. Enterraremos aquí el tesoro de todas formas.
Y, dirigiéndose a la tripulación añadió:
-¡Os ordeno enterrar aquí el tesoro y, después, perder la isla!
-Pero mi capitán… si perdemos la isla, perderemos también el tesoro -rechistó, tímidamente, el marinero.
El pirata Malapata volvió a quedar pensativo unos instantes. Luego, dijo:
-Entonces os ordeno enterrar el tesoro, perder la isla y volver a encontrarla.
-Pero mi capitán, si volvemos a encontrar la isla… ¡ya no sería una isla perdida! -insistió el marinero.
El pirata Malapata resopló. Su cara se puso roja, morada y después azul. La tripulación entera se estremeció.
-¡ENTONCES….! – Aulló Malapata. – ¡Os ordeno enterrar el tesoro, perder la isla y perder el tesoro!
Y así es como, en medio del océano, hay una isla perdida con un tesoro perdido… ¡que nunca nadie ha logrado encontrar! Si alguna vez navegas por el Atlántico, presta mucha atención al horizonte. ¡Tal vez logres encontrar la isla perdida y desenterrar el tesoro pirata más magnífico que se haya conocido jamás!
Verified answer
Respuesta:
Genero Realista (Hecho por mi)
Escuela Tras Escuela…
Esta es una triste historia de un niño llamado Diego ... Diego era un niño normal, aunque tenía un defecto que no le permitía continuar normalmente su vida como la de los demás ya que no tenía otra pierna que hubiera perdido. desde entonces. El día que nació, a lo largo de su vida le hicieron mucho de lo que ha sido bullying verbal, les dijo a sus padres que lo intimidaban en su colegio y sus padres siempre intentaron cambiarlo de colegio, escuela trans, siempre pasaba lo mismo sin parar, ya estando en su novena escuela ni siquiera trató de hacer amigos porque sabía que siempre lo juzgarían con el tiempo, nadie se le acercó, pero él sabía que en los pasillos, e incluso en el comedor, se hablaba de él abandona secretamente las clases. Se tropieza con una maleta en el suelo frío sin que nadie lo ayude pero después de un rato alguien vino a ayudarlo esta era una chica esta era una compañera de clase en su grado de hecho la número 1 en su clase y su nombre era Rosenda, Diego es ella se sorprendió ya que nadie le habría prestado atención, y mucho menos prestar atención a lo que la chica dice: "Oye, ¿estás bien?" Diego responde si gracias por ayudarme ella sonríe y se va, Diego todavía no lo podía creer, estaba muy feliz todo el día y al día siguiente Rosenda pasó a saludar a Diego quien era muy tímido Diego le dijo por qué no se relataba tanto con ella. Respondió que no importa cómo la gente diga quién eres y cómo eras, lo que importa es lo que crees en lo que eres y desde ese momento Diego sintió que por fin podía ser tal como es y seguir haciendo amigos sin importar su apariencia o apariencia. .
El pirata Malapata
El pirata Malapata saltó desde la cubierta del barco hasta el bote y se mojó los pies.
– ¡Rayas y centollos! Ahora volverán a olerme los pies a pescado podrido- resopló.
El pirata llevaba tres meses navegando junto a su tripulación en busca de una isla perdida. Y durante tres meses no había dejado de llover. Sólo los últimos dos días había salido el sol y los piratas habían conseguido secar su ropa colgándola en los cables del mástil. Más que un barco pirata, el galeón Boquerón parecía un tendedero.
En circunstancias normales, el pirata Malapata se habría puesto furioso por mojarse los pies y habría colgado del botalón a media tripulación. Pero hoy estaba contento. ¡Al fin podrían enterrar el mayor botín con el que ninguna banda de piratas se había hecho jamás! Tan espectacular era el tesoro que había estado a punto de hundir el galeón “Boquerón”, por su gran peso!
-¡Por fin ha llegado el día! ¡Neptuno nos ha asistido! Contemplad, piratas, la isla perdida- exclamó Malapata, triunfal.
-Mi capitán -dijo, tímidamente, un joven marinero – Me temo que esta no es la isla perdida que buscábamos.
-¡Cómo lo sabes! -aulló el temible capitán.
-Porque ya lo dice la propia palabra: per-di-da. Esta isla ya la hemos encontrado, luego no está perdida -argumentó el marinero.
El pirata Malapata dudó por un instante. Pensó que el grumete tenía razón. ¡En el momento en el que encuentras una isla, ésta deja de estar perdida! El pirata Malapata se quedó callado, se levantó el parche del ojo para poder mirar mejor la isla. Después comenzó a dar vueltas en círculos, musitando palabras por lo bajo mientras hacía ademanes con su garfio. Tras reflexionar un largo rato ante la expectante mirada de su tripulación de malhechores, dijo casi para sí:
– No importa. Enterraremos aquí el tesoro de todas formas.
Y, dirigiéndose a la tripulación añadió:
-¡Os ordeno enterrar aquí el tesoro y, después, perder la isla!
-Pero mi capitán… si perdemos la isla, perderemos también el tesoro -rechistó, tímidamente, el marinero.
El pirata Malapata volvió a quedar pensativo unos instantes. Luego, dijo:
-Entonces os ordeno enterrar el tesoro, perder la isla y volver a encontrarla.
-Pero mi capitán, si volvemos a encontrar la isla… ¡ya no sería una isla perdida! -insistió el marinero.
El pirata Malapata resopló. Su cara se puso roja, morada y después azul. La tripulación entera se estremeció.
-¡ENTONCES….! – Aulló Malapata. – ¡Os ordeno enterrar el tesoro, perder la isla y perder el tesoro!
Y así es como, en medio del océano, hay una isla perdida con un tesoro perdido… ¡que nunca nadie ha logrado encontrar! Si alguna vez navegas por el Atlántico, presta mucha atención al horizonte. ¡Tal vez logres encontrar la isla perdida y desenterrar el tesoro pirata más magnífico que se haya conocido jamás!