La simbiosis y la ansiedad de separación son asuntos humanos que encontramos todos los días en la práctica terapéutica. En la Clínica de Eleia recibimos a muchas personas que no pueden separarse y hacer una vida independiente de la madre o de los padres, por ejemplo, y para algunos de ellos ni siquiera les representa una dificultad, sino que se encuentran bien instalados en esa situación sin cuestionarlo. Mahler realizó una serie de propuestas para abordar dicha problemática y, si bien a lo largo de los años pasó por un proceso de decantación, los conceptos clave nos permiten entender el difícil camino que debemos recorrer para la individuación.
La autora describe cómo a algunas personas se les complica obtener un sentido de ser uno mismo, de adquirir características propias como sujeto diferenciado de la madre. En ese entonces, cuando lo propuso, predominaba la Psicología del yo, que se concentraba en el estudio de la pulsión sexual y sus vicisitudes. Mahler le dio un giro a este campo de comprensión e introdujo el estudio de las relaciones de objeto tempranas y, por lo tanto, de las etapas pre-edípicas del desarrollo mental. Para ella, las relaciones objetales tempranas forman parte del desarrollo psíquico; hoy no hay escuela psicoanalítica que lo niegue.
¿Qué significa simbiosis? Es un concepto que Mahler retomó de la biología y que explica la interdependencia entre dos organismos, en donde ambos se benefician de su relación, pero de manera diferente. Pine (2004) considera que es mejor llamarlo “fusión” o indiferenciación entre la madre y el hijo, en tanto que no reconocer las fronteras que nos separan del otro es diferente de ser dependiente y esperar que el otro haga las cosas por uno. Simbiosis o fusión, como sea que se le prefiera llamar, implica que para el bebé o el hijo no hay diferencia entre él y su madre. Romper esa fusión en algunas personas genera un colapso psíquico, porque la separación crea conciencia de que se trata de dos seres distintos y esto quiebra el sentido de unicidad que se trataba de mantener.
En la práctica clínica a menudo observamos dicha dificultad como un conflicto psíquico; para Pine (2004), una parte de la mente lucha por separarse de la madre e individualizarse y otra pugna por mantenerse fusionado con ella. Se trata de un conflicto psíquico distinto al propuesto por Freud, entre la pulsión y la defensa, entre la pulsión de muerte contra la pulsión de vida, o al de Klein, entre el amor y el odio. Es la diferenciación versus la indiferenciación. Actualmente, los mahlerianos reconocen la importancia de las series complementarias de Freud y saben que está involucrado tanto lo que la madre aporta para ayudar o dificultar la individuación del bebé, como lo que el pequeño experimenta internamente, lo cual depende de su propia capacidad para tolerar la ansiedad de separación y del nivel de posesividad que tenga. Es decir, hay un factor personal que el bebé-hijo le imprime a sus experiencias con la madre.
En el proceso de diferenciación, la madre debe tolerar que el niño practique sus habilidades físicas motoras y se aleje de ella. Luego, aceptar cuando necesite volver a acercase y la busque. Finalmente, él alcanzará la constancia objetal y no necesitará más de su presencia, porque ya la lleva dentro. Así como la madre debe tolerar cuando su bebé requiere alejarse-reacercarse-diferenciarse de ella, esta corriente de pensamiento recomienda lo mismo para el analista, quien habrá de percibir y entender cuándo se trata de una lucha por establecer fronteras entre el yo y el otro, no de una moción agresiva.
Mahler expone que, durante el proceso para conseguir la diferenciación, el bebé examina a su madre, hurga su nariz, ojos, oreja, boca, gafas, collar… Ella lo deja y le pone nombre a lo que su hijo descubre. Estos son los primeros pasos para comprender que la madre es un “otro”. En la clínica, cuando un paciente presenta este conflicto, vemos algo similar al ser observados o escuchados con detenimiento por él o cuando juega un poco con lo que le decimos o nos hace repetirlo. Puede estar investigando lo que dijimos, no para entenderlo como un significado inconciente, sino para delimitar que es una idea que produjo otro. Inspecciona la interpretación y comienza a percibir que son dos personas que piensan distinto. Podríamos señalar: “Cuando le digo algo, usted lo observa, lo piensa y parece darse cuenta que es algo que mi mente formuló, no la suya, que somos dos personas separadas”. O: “Cuando me comenta lo que usted piensa, parece entender que yo pienso de otro modo, que pensamos diferente, que somos
Respuesta:
La simbiosis y la ansiedad de separación son asuntos humanos que encontramos todos los días en la práctica terapéutica. En la Clínica de Eleia recibimos a muchas personas que no pueden separarse y hacer una vida independiente de la madre o de los padres, por ejemplo, y para algunos de ellos ni siquiera les representa una dificultad, sino que se encuentran bien instalados en esa situación sin cuestionarlo. Mahler realizó una serie de propuestas para abordar dicha problemática y, si bien a lo largo de los años pasó por un proceso de decantación, los conceptos clave nos permiten entender el difícil camino que debemos recorrer para la individuación.
La autora describe cómo a algunas personas se les complica obtener un sentido de ser uno mismo, de adquirir características propias como sujeto diferenciado de la madre. En ese entonces, cuando lo propuso, predominaba la Psicología del yo, que se concentraba en el estudio de la pulsión sexual y sus vicisitudes. Mahler le dio un giro a este campo de comprensión e introdujo el estudio de las relaciones de objeto tempranas y, por lo tanto, de las etapas pre-edípicas del desarrollo mental. Para ella, las relaciones objetales tempranas forman parte del desarrollo psíquico; hoy no hay escuela psicoanalítica que lo niegue.
¿Qué significa simbiosis? Es un concepto que Mahler retomó de la biología y que explica la interdependencia entre dos organismos, en donde ambos se benefician de su relación, pero de manera diferente. Pine (2004) considera que es mejor llamarlo “fusión” o indiferenciación entre la madre y el hijo, en tanto que no reconocer las fronteras que nos separan del otro es diferente de ser dependiente y esperar que el otro haga las cosas por uno. Simbiosis o fusión, como sea que se le prefiera llamar, implica que para el bebé o el hijo no hay diferencia entre él y su madre. Romper esa fusión en algunas personas genera un colapso psíquico, porque la separación crea conciencia de que se trata de dos seres distintos y esto quiebra el sentido de unicidad que se trataba de mantener.
En la práctica clínica a menudo observamos dicha dificultad como un conflicto psíquico; para Pine (2004), una parte de la mente lucha por separarse de la madre e individualizarse y otra pugna por mantenerse fusionado con ella. Se trata de un conflicto psíquico distinto al propuesto por Freud, entre la pulsión y la defensa, entre la pulsión de muerte contra la pulsión de vida, o al de Klein, entre el amor y el odio. Es la diferenciación versus la indiferenciación. Actualmente, los mahlerianos reconocen la importancia de las series complementarias de Freud y saben que está involucrado tanto lo que la madre aporta para ayudar o dificultar la individuación del bebé, como lo que el pequeño experimenta internamente, lo cual depende de su propia capacidad para tolerar la ansiedad de separación y del nivel de posesividad que tenga. Es decir, hay un factor personal que el bebé-hijo le imprime a sus experiencias con la madre.
En el proceso de diferenciación, la madre debe tolerar que el niño practique sus habilidades físicas motoras y se aleje de ella. Luego, aceptar cuando necesite volver a acercase y la busque. Finalmente, él alcanzará la constancia objetal y no necesitará más de su presencia, porque ya la lleva dentro. Así como la madre debe tolerar cuando su bebé requiere alejarse-reacercarse-diferenciarse de ella, esta corriente de pensamiento recomienda lo mismo para el analista, quien habrá de percibir y entender cuándo se trata de una lucha por establecer fronteras entre el yo y el otro, no de una moción agresiva.
Mahler expone que, durante el proceso para conseguir la diferenciación, el bebé examina a su madre, hurga su nariz, ojos, oreja, boca, gafas, collar… Ella lo deja y le pone nombre a lo que su hijo descubre. Estos son los primeros pasos para comprender que la madre es un “otro”. En la clínica, cuando un paciente presenta este conflicto, vemos algo similar al ser observados o escuchados con detenimiento por él o cuando juega un poco con lo que le decimos o nos hace repetirlo. Puede estar investigando lo que dijimos, no para entenderlo como un significado inconciente, sino para delimitar que es una idea que produjo otro. Inspecciona la interpretación y comienza a percibir que son dos personas que piensan distinto. Podríamos señalar: “Cuando le digo algo, usted lo observa, lo piensa y parece darse cuenta que es algo que mi mente formuló, no la suya, que somos dos personas separadas”. O: “Cuando me comenta lo que usted piensa, parece entender que yo pienso de otro modo, que pensamos diferente, que somos