Este panorama ha ido variando significativamente durante las últimas décadas. Los cambios que la región ha experimentado en este lapso, simultáneamente
con las dramáticas transformaciones que se observan a escala planetaria, han contribuido a intensificar la participación social y política, y a instaurar regímenes
democráticos en la mayoría de los países latinoamericanos, mientras los regímenes autoritarios y las violaciones a los derechos humanos son repudiados por organizaciones sociales, representaciones políticas y entidades internacionales.
No obstante, la mayoría de la población latinoamericana, particularmente la
que sobrevive en condiciones de indigencia, no puede hacer suyas las promesas de
libertad e igualdad contenidas en la democracia, debido a que las mencionadas
extremas desigualdades sociales no solo restringen, sino impiden el acceso a los
recursos sociales e institucionales, materiales y simbólicos que le permitan desarrollar de manera autónoma sus intereses, individuales y colectivos.
Esta tensión entre arraigadas desigualdades extremas y entidades de inspiración liberal mantiene en suspenso la legitimidad de la institucionalidad democrática, porque origina desaliento, protesta y enfrentamiento al orden establecido, y
favorece la emergencia de ideologías y prácticas que persiguen resolver esa contradicción por medio de la instalación de un régimen sea autoritario, plebiscitario,
de filiación “populista”, o bien de uno francamente dictatorial.
De ahí que la problemática agenda política latinoamericana repose en el cuestionamiento a la organización y distribución del poder que origina y favorece la
existencia de profundas desigualdades que, paradójicamente, convalidan instituciones democráticas en nombre de la libertad.
Esta situación sugiere preguntarse acerca de cuánta desigualdad tolera la democracia y, por otro lado, si la democracia reduce las extremas desigualdades;
temas que, por cierto, han llevado a varios autores a tratar de responderlos sin que
Respuesta:
Este panorama ha ido variando significativamente durante las últimas décadas. Los cambios que la región ha experimentado en este lapso, simultáneamente
con las dramáticas transformaciones que se observan a escala planetaria, han contribuido a intensificar la participación social y política, y a instaurar regímenes
democráticos en la mayoría de los países latinoamericanos, mientras los regímenes autoritarios y las violaciones a los derechos humanos son repudiados por organizaciones sociales, representaciones políticas y entidades internacionales.
No obstante, la mayoría de la población latinoamericana, particularmente la
que sobrevive en condiciones de indigencia, no puede hacer suyas las promesas de
libertad e igualdad contenidas en la democracia, debido a que las mencionadas
extremas desigualdades sociales no solo restringen, sino impiden el acceso a los
recursos sociales e institucionales, materiales y simbólicos que le permitan desarrollar de manera autónoma sus intereses, individuales y colectivos.
Esta tensión entre arraigadas desigualdades extremas y entidades de inspiración liberal mantiene en suspenso la legitimidad de la institucionalidad democrática, porque origina desaliento, protesta y enfrentamiento al orden establecido, y
favorece la emergencia de ideologías y prácticas que persiguen resolver esa contradicción por medio de la instalación de un régimen sea autoritario, plebiscitario,
de filiación “populista”, o bien de uno francamente dictatorial.
De ahí que la problemática agenda política latinoamericana repose en el cuestionamiento a la organización y distribución del poder que origina y favorece la
existencia de profundas desigualdades que, paradójicamente, convalidan instituciones democráticas en nombre de la libertad.
Esta situación sugiere preguntarse acerca de cuánta desigualdad tolera la democracia y, por otro lado, si la democracia reduce las extremas desigualdades;
temas que, por cierto, han llevado a varios autores a tratar de responderlos sin que
se haya llegado a una respuesta definitiva.
Explicación: