Pepe Lucho, un raro roedor amazónico que vive en una casa particular, fue recientemente defendido por parte de una multitud enfurecida, que atacó a las fuerzas del orden cuando intentaban confiscar al animal.
Otros eventos similares, junto a la incapacidad de la opinión pública para ver el tráfico de animales como un delito grave, han ocasionado que los agentes de la ley miren hacia otro lado cuando han de enfrentarse a los traficantes.
La aceptación pública del tráfico nacional de especies amenazadas ha animado a los contrabandistas de animales internacionales, lo que ha provocado un enorme, aunque indocumentado, daño a la fauna peruana.
Pepe Lucho, en el ojo de este controvertido huracán de resentimiento, no es una figura política local, ni un célebre futbolista, ni tan siquiera un querido conciudadano. De hecho, ni siquiera es humano. Pepe Lucho es un enorme roedor llamado pacarana (Dinomys branickii), un raro animal que tan solo se encuentra en los bosques tropicales de la cuenca occidental del río Amazonas y al que sus dueños utilizaban como atracción turística y mascota. Entonces, ¿por qué se preocupa tanto la gente por él?.
La respuesta está en las muchas ideas contradictorias que asaltan a la opinión pública peruana en lo que respecta a las leyes que regulan el tráfico de animales: a algunos les atrae la perspectiva de sacar beneficio económico, a otros les mueve el amor por los animales salvajes como mascotas y un sentimiento de propiedad libertario respecto a la fauna del país basado en el «no me diga lo que tengo que hacer».
Muchos ecologistas opinan que esta actitud, presente desde hace mucho tiempo, intimida a las fuerzas del orden, protegiendo sin pretenderlo a los traficantes internacionales, que están saqueando el tesoro natural de Perú. La indiferencia de los agentes de la ley, junto a la corrupción, son también otros factores importantes para no intervención.
TRAFFIC (una organización sin ánimo de lucro que lleva desde 1976 monitorizando respuestas gubernamentales de todo el mundo ante el tráfico de animales) tiene pruebas detalladas que respaldan esta afirmación. En un compendio de casos con notorias intervenciones del Gobierno, TRAFFIC informa de tan solo 12 ocasiones en los últimos 18 años en las que algún agente haya intervenido en un caso de tráfico de animales relacionado con Perú, ya sea como origen o como destino del tráfico. De los seis casos en los que se efectuaron arrestos, fueron otros gobiernos los responsables, salvo en una ocasión. De los cuatro casos restantes en Perú, no solo no hubo ningún arresto claro, sino que también se incluye un caso en el que un avión de la Policía Nacional de Perú fue utilizado para traficar con caoba.
Por el contrario, un solo estudio acerca del tráfico descubrió que de 80 000 a 90 000 loros salvajes se venden de manera ilegal en Perú a nivel nacional cada año, con un índice de detección de tan solo un 2,5 % y un 3 % en los mercados de las capitales regionales. Los datos estadísticos son escasos para los mamíferos, reptiles, peces tropicales y otras especies, aunque la venta de animales se realiza abiertamente en muchos mercados locales peruanos.
¿Están ayudando a los traficantes de animales los propietarios enfadados?
Sam y Noga Shanee, cofundadores de Neotropical Primate Conservation, una organización sin ánimo de lucro británica que trabaja en los departamentos de Amazonas y San Martín, llegaron a Perú para encontrar al escurridizo choro de cola amarilla (Oreonax flavicauda), que se encuentra en peligro crítico de extinción.
The Shanees came to Peru to help protect endangered yellow-tailed woolly monkeys (Oreonax flavicauda) like this one. They quickly learned that the animals were threatened by illegal wildlife traffickers. Photo by Platyrrhinus licensed under the Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported license.
Los Shanee vinieron a Perú para ayudar a proteger a los choros de cola amarilla (Oreonax flavicauda) en peligro, como este. La pareja de ecologistas aprendió rápido que el tráfico ilegal de animales representaba una amenaza. Foto de Platyrrhinus bajo la licencia de Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported License.
Casi no tardaron en darse cuenta de que el tráfico de animales representaba una seria amenaza para las poblaciones de primates salvajes de la región. De este modo, comenzaron Denuncia Fauna, una campaña que permite a la población enviar quejas anónimas vía email acerca del tráfico de animales.
En octubre de 2014, Noga Shanee realizó una denuncia oficial a las autoridades de la provincia de Chanchamayo basándose en un email que decía que Pepe Lucho estaba siendo abusado. Según el informador anónimo, el roedor, a pesar de ser un animal nocturno, era obligado a sentarse en una silla mientras los turistas le tomaban fotos a cambio de dinero, y el propietario les animaba a dar al animal chocolate y otros alimentos inapropiados.
Respuesta:
Pepe Lucho, un raro roedor amazónico que vive en una casa particular, fue recientemente defendido por parte de una multitud enfurecida, que atacó a las fuerzas del orden cuando intentaban confiscar al animal.
Otros eventos similares, junto a la incapacidad de la opinión pública para ver el tráfico de animales como un delito grave, han ocasionado que los agentes de la ley miren hacia otro lado cuando han de enfrentarse a los traficantes.
La aceptación pública del tráfico nacional de especies amenazadas ha animado a los contrabandistas de animales internacionales, lo que ha provocado un enorme, aunque indocumentado, daño a la fauna peruana.
Pepe Lucho, en el ojo de este controvertido huracán de resentimiento, no es una figura política local, ni un célebre futbolista, ni tan siquiera un querido conciudadano. De hecho, ni siquiera es humano. Pepe Lucho es un enorme roedor llamado pacarana (Dinomys branickii), un raro animal que tan solo se encuentra en los bosques tropicales de la cuenca occidental del río Amazonas y al que sus dueños utilizaban como atracción turística y mascota. Entonces, ¿por qué se preocupa tanto la gente por él?.
La respuesta está en las muchas ideas contradictorias que asaltan a la opinión pública peruana en lo que respecta a las leyes que regulan el tráfico de animales: a algunos les atrae la perspectiva de sacar beneficio económico, a otros les mueve el amor por los animales salvajes como mascotas y un sentimiento de propiedad libertario respecto a la fauna del país basado en el «no me diga lo que tengo que hacer».
Muchos ecologistas opinan que esta actitud, presente desde hace mucho tiempo, intimida a las fuerzas del orden, protegiendo sin pretenderlo a los traficantes internacionales, que están saqueando el tesoro natural de Perú. La indiferencia de los agentes de la ley, junto a la corrupción, son también otros factores importantes para no intervención.
TRAFFIC (una organización sin ánimo de lucro que lleva desde 1976 monitorizando respuestas gubernamentales de todo el mundo ante el tráfico de animales) tiene pruebas detalladas que respaldan esta afirmación. En un compendio de casos con notorias intervenciones del Gobierno, TRAFFIC informa de tan solo 12 ocasiones en los últimos 18 años en las que algún agente haya intervenido en un caso de tráfico de animales relacionado con Perú, ya sea como origen o como destino del tráfico. De los seis casos en los que se efectuaron arrestos, fueron otros gobiernos los responsables, salvo en una ocasión. De los cuatro casos restantes en Perú, no solo no hubo ningún arresto claro, sino que también se incluye un caso en el que un avión de la Policía Nacional de Perú fue utilizado para traficar con caoba.
Por el contrario, un solo estudio acerca del tráfico descubrió que de 80 000 a 90 000 loros salvajes se venden de manera ilegal en Perú a nivel nacional cada año, con un índice de detección de tan solo un 2,5 % y un 3 % en los mercados de las capitales regionales. Los datos estadísticos son escasos para los mamíferos, reptiles, peces tropicales y otras especies, aunque la venta de animales se realiza abiertamente en muchos mercados locales peruanos.
¿Están ayudando a los traficantes de animales los propietarios enfadados?
Sam y Noga Shanee, cofundadores de Neotropical Primate Conservation, una organización sin ánimo de lucro británica que trabaja en los departamentos de Amazonas y San Martín, llegaron a Perú para encontrar al escurridizo choro de cola amarilla (Oreonax flavicauda), que se encuentra en peligro crítico de extinción.
The Shanees came to Peru to help protect endangered yellow-tailed woolly monkeys (Oreonax flavicauda) like this one. They quickly learned that the animals were threatened by illegal wildlife traffickers. Photo by Platyrrhinus licensed under the Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported license.
Los Shanee vinieron a Perú para ayudar a proteger a los choros de cola amarilla (Oreonax flavicauda) en peligro, como este. La pareja de ecologistas aprendió rápido que el tráfico ilegal de animales representaba una amenaza. Foto de Platyrrhinus bajo la licencia de Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported License.
Casi no tardaron en darse cuenta de que el tráfico de animales representaba una seria amenaza para las poblaciones de primates salvajes de la región. De este modo, comenzaron Denuncia Fauna, una campaña que permite a la población enviar quejas anónimas vía email acerca del tráfico de animales.
En octubre de 2014, Noga Shanee realizó una denuncia oficial a las autoridades de la provincia de Chanchamayo basándose en un email que decía que Pepe Lucho estaba siendo abusado. Según el informador anónimo, el roedor, a pesar de ser un animal nocturno, era obligado a sentarse en una silla mientras los turistas le tomaban fotos a cambio de dinero, y el propietario les animaba a dar al animal chocolate y otros alimentos inapropiados.
Explicación:
espero te sirva!! <3