Existen diversos factores que pueden obstaculizar el ejercicio de nuestra libertad. En el presente artículo se destacan cuatro de ellos: la ignorancia, el miedo, las pasiones y la violencia. La ignorancia puede explicarse como la carencia de determinado conocimiento que se podría tener.
Explicación:
La creciente presión de la población sobre los recursos, la amenaza de guerra mundial y la incesante preparación para ella: tales son, en el momento presente, los más formidables enemigos de la libertad.
Unas tres cuartas partes de los 2 200 millones de habitantes de nuestro planeta no tienen lo suficiente para comer. Hacia finales del presente siglo la población mundial - si logramos evitar la catástrofe en el intervalo- habrá llegado a ser de 3 300 millones. Mientras tanto, en áreas inmensas de la superficie terrestre, la erosión del suelo va disminuyendo rápidamente la fertilidad de los 1 500 millones de hectáreas de tierra productiva de que disponen los hombres. Además, en los países más industrializados, los recursos minerales se están agotando, o están ya exhaustos del todo, y esto en momentos en que una creciente población demanda cantidades cada vez mayores de bienes de consumo y en que una técnica avanzada está en condiciones de satisfacer esa demanda.
La tremenda presión de la población sobre los recursos amenaza la libertad en varias formas. Los individuos necesitan trabajar más y durante más tiempo para vivir más mediocremente. Al mismo tiempo, la situación económica de la comunidad en su conjunto es tan precaria que calamidades pequeñas, como condiciones meteorológicas desfavorables, pueden ocasionar serias catástrofes. Poca o ninguna libertad puede haber en medio del caos social; y en donde el caos social está reducido al orden gracias a la intervención de un vigoroso poder ejecutivo centralizado, hay grave riesgo de totalitarismo.
A causa de la ascendente presión de la población sobre los recursos, el siglo XX ha venido a ser la edad de oro del gobierno centralizado y de la dictadura; y ha sido testigo de la resurrección de la esclavitud en gran escala, esclavitud de que se ha hecho victimas a los disidentes políticos, a las poblaciones conquistadas y a los prisioneros de guerra.
A lo largo del siglo XIX, el Nuevo Mundo ofreció alimentos más baratos a las prolíficas masas del Viejo Mundo y tierras libres a las víctimas de la opresión. Hoy, el Nuevo Mundo soporta una grande y creciente población, no hay ya tierras disponibles y, en áreas vastísimas, el suelo, demasiado trabajado, está perdiendo su fertilidad. El Nuevo Mundo produce todavía un amplio excedente destinado a exportación. Pero parece dudoso que de aquí a unos cincuenta años disponga aún de excedentes con que alimentar a los 3 000 millones de habitantes del Viejo Mundo.
Habría que agregar, al llegar a este punto, que, al paso que la población del planeta, en su conjunto, aumenta rápidamente, la población de ciertas áreas intensamente superpobladas de la Europa Occidental se ha quedado estable y comenzará muy en breve a declinar. El hecho de que, hacia 1970, Francia y Gran Bretaña habrán perdido cada una alrededor de cuatro millones de habitantes, mientras que Rusia habrá sumado unos 75 millones a su población actual, tiene necesariamente que suscitar problemas políticos que sólo una diplomacia hábil podrá resolver.
Respuesta:
Existen diversos factores que pueden obstaculizar el ejercicio de nuestra libertad. En el presente artículo se destacan cuatro de ellos: la ignorancia, el miedo, las pasiones y la violencia. La ignorancia puede explicarse como la carencia de determinado conocimiento que se podría tener.
Explicación:
La creciente presión de la población sobre los recursos, la amenaza de guerra mundial y la incesante preparación para ella: tales son, en el momento presente, los más formidables enemigos de la libertad.
Unas tres cuartas partes de los 2 200 millones de habitantes de nuestro planeta no tienen lo suficiente para comer. Hacia finales del presente siglo la población mundial - si logramos evitar la catástrofe en el intervalo- habrá llegado a ser de 3 300 millones. Mientras tanto, en áreas inmensas de la superficie terrestre, la erosión del suelo va disminuyendo rápidamente la fertilidad de los 1 500 millones de hectáreas de tierra productiva de que disponen los hombres. Además, en los países más industrializados, los recursos minerales se están agotando, o están ya exhaustos del todo, y esto en momentos en que una creciente población demanda cantidades cada vez mayores de bienes de consumo y en que una técnica avanzada está en condiciones de satisfacer esa demanda.
La tremenda presión de la población sobre los recursos amenaza la libertad en varias formas. Los individuos necesitan trabajar más y durante más tiempo para vivir más mediocremente. Al mismo tiempo, la situación económica de la comunidad en su conjunto es tan precaria que calamidades pequeñas, como condiciones meteorológicas desfavorables, pueden ocasionar serias catástrofes. Poca o ninguna libertad puede haber en medio del caos social; y en donde el caos social está reducido al orden gracias a la intervención de un vigoroso poder ejecutivo centralizado, hay grave riesgo de totalitarismo.
A causa de la ascendente presión de la población sobre los recursos, el siglo XX ha venido a ser la edad de oro del gobierno centralizado y de la dictadura; y ha sido testigo de la resurrección de la esclavitud en gran escala, esclavitud de que se ha hecho victimas a los disidentes políticos, a las poblaciones conquistadas y a los prisioneros de guerra.
A lo largo del siglo XIX, el Nuevo Mundo ofreció alimentos más baratos a las prolíficas masas del Viejo Mundo y tierras libres a las víctimas de la opresión. Hoy, el Nuevo Mundo soporta una grande y creciente población, no hay ya tierras disponibles y, en áreas vastísimas, el suelo, demasiado trabajado, está perdiendo su fertilidad. El Nuevo Mundo produce todavía un amplio excedente destinado a exportación. Pero parece dudoso que de aquí a unos cincuenta años disponga aún de excedentes con que alimentar a los 3 000 millones de habitantes del Viejo Mundo.
Habría que agregar, al llegar a este punto, que, al paso que la población del planeta, en su conjunto, aumenta rápidamente, la población de ciertas áreas intensamente superpobladas de la Europa Occidental se ha quedado estable y comenzará muy en breve a declinar. El hecho de que, hacia 1970, Francia y Gran Bretaña habrán perdido cada una alrededor de cuatro millones de habitantes, mientras que Rusia habrá sumado unos 75 millones a su población actual, tiene necesariamente que suscitar problemas políticos que sólo una diplomacia hábil podrá resolver.
me das coronita gracias}