Sensación de inseguridad: ésta es, según Marisa Horta, la consecuencia más común y directamente relacionada con sucesos delictivos en nuestro inmueble. “Es normal: cuando sufrimos un robo, por ejemplo, sentimos que han violado nuestro espacio, ese lugar en que nos sentíamos seguros. La sensación de que vivíamos en una zona inviolable desaparece y se sustituye por la de inseguridad, que será mayor o menor dependiendo de la gravedad de los hechos y del carácter de la persona” precisa la experta.
Estrés postraumático: junto con la sensación de que nuestro edificio no es seguro, el estrés postraumático es una de las secuelas más graves de haber sido objeto de delito en nuestra comunidad de propietarios. Se manifiesta con síntomas como angustia aguda ante lo sucedido, insensibilidad o pérdida de interés por actividades de la vida cotidiana u aficiones que, antes del suceso, nos entusiasmaban.
Episodios de ansiedad: la tensión asociada a situaciones de inseguridad se demuestra en muchos casos a través de episodios o crisis de ansiedad que pueden aparecer en el momento o después de un tiempo, cuando ya ni siquiera recordamos con viveza lo sucedido. Es conveniente “tratarse desde el primer momento y estar alerta por si nuestro cuerpo reacciona tarde, que sepamos cómo ayudarlo a volver a la normalidad” dice la psicóloga.
Sensación de desprotección: aunque pueda parecer lo mismo que la de inseguridad, Horta aclara que “la sensación de desprotección va un paso más allá, porque puede afectarnos en cualquier parte. Es decir, cuando sufrimos un robo u otro delito en nuestra comunidad o vivienda y nos sentimos desprotegidos en ella, generalmente extendemos inconscientemente esa sensación a otros espacios en los que desarrollamos nuestra vida, como el coche, el lugar de trabajo, las viviendas de otros familiares o la calle”.
Insomnio: el estrés, la ansiedad y la sensación de inseguridad suelen traer aparejados problemas de sueño, que se traducen también en irritabilidad, necesidad excesiva de control o cuadros de miedo y llantos incontrolados a causa de la tensión.
Imposibilidad de regresar al edificio: “si la sensación de inseguridad y desprotección, la ansiedad y el estrés persisten, es posible que algunos de los afectados por el robo desarrollen un gran miedo a regresar al edificio en el que se sienten mal y al que asocian peligros que no quieren volver a vivir” explica la psicóloga. “Ésta es una de las consecuencias más graves y que necesitan de un tratamiento más continuado y exhaustivo, además de medidas de seguridad complementarias que ayuden a la persona a volver a sentirse segura en su vivienda o edificio” concluye.
Respuesta: las consecuencias son hacerse daño, accidentarse etc
Explicación:pueden ser muy peligroso
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Sensación de inseguridad: ésta es, según Marisa Horta, la consecuencia más común y directamente relacionada con sucesos delictivos en nuestro inmueble. “Es normal: cuando sufrimos un robo, por ejemplo, sentimos que han violado nuestro espacio, ese lugar en que nos sentíamos seguros. La sensación de que vivíamos en una zona inviolable desaparece y se sustituye por la de inseguridad, que será mayor o menor dependiendo de la gravedad de los hechos y del carácter de la persona” precisa la experta.
Estrés postraumático: junto con la sensación de que nuestro edificio no es seguro, el estrés postraumático es una de las secuelas más graves de haber sido objeto de delito en nuestra comunidad de propietarios. Se manifiesta con síntomas como angustia aguda ante lo sucedido, insensibilidad o pérdida de interés por actividades de la vida cotidiana u aficiones que, antes del suceso, nos entusiasmaban.
Episodios de ansiedad: la tensión asociada a situaciones de inseguridad se demuestra en muchos casos a través de episodios o crisis de ansiedad que pueden aparecer en el momento o después de un tiempo, cuando ya ni siquiera recordamos con viveza lo sucedido. Es conveniente “tratarse desde el primer momento y estar alerta por si nuestro cuerpo reacciona tarde, que sepamos cómo ayudarlo a volver a la normalidad” dice la psicóloga.
Sensación de desprotección: aunque pueda parecer lo mismo que la de inseguridad, Horta aclara que “la sensación de desprotección va un paso más allá, porque puede afectarnos en cualquier parte. Es decir, cuando sufrimos un robo u otro delito en nuestra comunidad o vivienda y nos sentimos desprotegidos en ella, generalmente extendemos inconscientemente esa sensación a otros espacios en los que desarrollamos nuestra vida, como el coche, el lugar de trabajo, las viviendas de otros familiares o la calle”.
Insomnio: el estrés, la ansiedad y la sensación de inseguridad suelen traer aparejados problemas de sueño, que se traducen también en irritabilidad, necesidad excesiva de control o cuadros de miedo y llantos incontrolados a causa de la tensión.
Imposibilidad de regresar al edificio: “si la sensación de inseguridad y desprotección, la ansiedad y el estrés persisten, es posible que algunos de los afectados por el robo desarrollen un gran miedo a regresar al edificio en el que se sienten mal y al que asocian peligros que no quieren volver a vivir” explica la psicóloga. “Ésta es una de las consecuencias más graves y que necesitan de un tratamiento más continuado y exhaustivo, además de medidas de seguridad complementarias que ayuden a la persona a volver a sentirse segura en su vivienda o edificio” concluye.