Un año después de su aparición en Wuhan, China, el nuevo coronavirus COVID-19 se ha convertido en una pandemia global sin precedentes. El virus no entiende de fronteras y se ha extendido por todo el mundo, llevando al límite a los sistemas de salud y de protección social. Los países y regiones afectados se han visto obligados a cerrar escuelas, negocios y fronteras, en un esfuerzo ímprobo por detener la propagación de la infección, y mitigar sus consecuencias en la salud y la economía.
Los efectos de la pandemia en la infancia de todo el mundo están siendo devastadores. El número de niños y niñas que pasan hambre, están aislados, son víctimas de abuso, sufren ansiedad, viven en la pobreza y se ven obligados a contraer matrimonio ha aumentado. Al mismo tiempo, su acceso a la educación, la socialización y a algunos servicios esenciales como la salud, la nutrición y la protección ha disminuido.
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Un año después de su aparición en Wuhan, China, el nuevo coronavirus COVID-19 se ha convertido en una pandemia global sin precedentes. El virus no entiende de fronteras y se ha extendido por todo el mundo, llevando al límite a los sistemas de salud y de protección social. Los países y regiones afectados se han visto obligados a cerrar escuelas, negocios y fronteras, en un esfuerzo ímprobo por detener la propagación de la infección, y mitigar sus consecuencias en la salud y la economía.
Los efectos de la pandemia en la infancia de todo el mundo están siendo devastadores. El número de niños y niñas que pasan hambre, están aislados, son víctimas de abuso, sufren ansiedad, viven en la pobreza y se ven obligados a contraer matrimonio ha aumentado. Al mismo tiempo, su acceso a la educación, la socialización y a algunos servicios esenciales como la salud, la nutrición y la protección ha disminuido.