Los géneros maravillosos y los fantásticos generalmente suelen acogerse todos dentro del paradigma común de la literatura fantástica, que parece que se ha extendido y ha absorbido a sus hermanas la ciencia ficción y la literatura maravillosa. Los tres géneros tienen similitudes, pero son diferentes entre ellos. Los tres tienen en común que en las historias que narran siempre aparece un elemento imposible, un rasgo que no puede darse social o físicamente en nuestra realidad actual (la del momento en el que fue escrita dicha historia). Dependiendo de si el origen de dicho elemento es sobrenatural o racional, hablaremos de literatura fantástica y maravillosa (si es sobrenatural) o ciencia ficción (si es racional). Hay algunos elementos imposibles que pueden pertenecer a las dos categorías en función del tratamiento que se dé en los textos. Por ejemplo: un zombi puede ser considerado elemento sobrenatural si es un ser creado por un nigromante o un elemento imposible racional si es producto de una enfermedad.

Hoy me gustaría centrarme en ese primer apartado, en la literatura de lo sobrenatural. Dejaremos de lado, por tanto, la ciencia ficción debido a que es la que más diferencias tiene y merece un espacio aparte. Centrándonos en la literatura de lo sobrenatural, este tipo de literatura acogería dentro tanto la literatura fantástica como la maravillosa. En ambos géneros aparece un elemento imposible cuya explicación o razón de ser no es producto de ninguna actividad humana, presente o futura. Hablamos de elfos, fantasmas, magia, mundos inventados, etc. Dentro de la literatura de lo sobrenatural encontramos obras tan diferentes como El señor de los anillos, Cien años de soledad, La metamorfosis o Drácula. Como podemos entender a simple vista, estas tres obras son totalmente diferentes. Solo tienen en común que sus elementos imposibles (La Tierra Media y sus habitantes, la transformación en un escarabajo y la existencia de los vampiros) no tienen una explicación racional. Sin embargo, las tres obras provocan en el lector un efecto totalmente distinto. De ese efecto es de donde surgirá la distinción entre un género u otro.

Si la aparición del elemento imposible provoca en el lector sorpresa agradable, curiosidad y una sensación de haber viajado a un lugar acogedor o al que le gustaría realmente viajar, hablamos del sentido de la maravilla. Es un efecto típico, evidentemente, de la literatura maravillosa. En ella, los personajes que se enfrentan al elemento imposible maravilloso no se sorprenden ni se extrañan. En la Tierra Media es natural que existan elfos, hobbits y enanos, por lo que su aparición no provoca inquietud ni extrañeza. Dentro de la literatura maravillosa podemos encontrar el realismo maravilloso (Cien años de soledad), la fantasía maravillosa (muchos de los cuentos de hadas, Peter Pan, etc.) y la épica fantástica (El señor de los anillos). No voy a entrar por el momento en diferenciar estos tres subgéneros por no alargar excesivamente el artículo, pero que sepáis que la distinción depende de la ambientación y del tipo de historia que contemos con el elemento imposible maravilloso.

Si, por el contrario, la aparición del elemento imposible provoca inquietud, desasosiego, incomodidad, extrañeza, etc., nos encontramos ante lo ominoso o el efecto de lo inquietante.
Respuesta:
Los géneros maravillosos y los fantásticos generalmente suelen acogerse todos dentro del paradigma común de la literatura fantástica, que parece que se ha extendido y ha absorbido a sus hermanas la ciencia ficción y la literatura maravillosa. Los tres géneros tienen similitudes, pero son diferentes entre ellos. Los tres tienen en común que en las historias que narran siempre aparece un elemento imposible, un rasgo que no puede darse social o físicamente en nuestra realidad actual (la del momento en el que fue escrita dicha historia). Dependiendo de si el origen de dicho elemento es sobrenatural o racional, hablaremos de literatura fantástica y maravillosa (si es sobrenatural) o ciencia ficción (si es racional). Hay algunos elementos imposibles que pueden pertenecer a las dos categorías en función del tratamiento que se dé en los textos. Por ejemplo: un zombi puede ser considerado elemento sobrenatural si es un ser creado por un nigromante o un elemento imposible racional si es producto de una enfermedad.

Hoy me gustaría centrarme en ese primer apartado, en la literatura de lo sobrenatural. Dejaremos de lado, por tanto, la ciencia ficción debido a que es la que más diferencias tiene y merece un espacio aparte. Centrándonos en la literatura de lo sobrenatural, este tipo de literatura acogería dentro tanto la literatura fantástica como la maravillosa. En ambos géneros aparece un elemento imposible cuya explicación o razón de ser no es producto de ninguna actividad humana, presente o futura. Hablamos de elfos, fantasmas, magia, mundos inventados, etc. Dentro de la literatura de lo sobrenatural encontramos obras tan diferentes como El señor de los anillos, Cien años de soledad, La metamorfosis o Drácula. Como podemos entender a simple vista, estas tres obras son totalmente diferentes. Solo tienen en común que sus elementos imposibles (La Tierra Media y sus habitantes, la transformación en un escarabajo y la existencia de los vampiros) no tienen una explicación racional. Sin embargo, las tres obras provocan en el lector un efecto totalmente distinto. De ese efecto es de donde surgirá la distinción entre un género u otro.

Si la aparición del elemento imposible provoca en el lector sorpresa agradable, curiosidad y una sensación de haber viajado a un lugar acogedor o al que le gustaría realmente viajar, hablamos del sentido de la maravilla. Es un efecto típico, evidentemente, de la literatura maravillosa. En ella, los personajes que se enfrentan al elemento imposible maravilloso no se sorprenden ni se extrañan. En la Tierra Media es natural que existan elfos, hobbits y enanos, por lo que su aparición no provoca inquietud ni extrañeza. Dentro de la literatura maravillosa podemos encontrar el realismo maravilloso (Cien años de soledad), la fantasía maravillosa (muchos de los cuentos de hadas, Peter Pan, etc.) y la épica fantástica (El señor de los anillos). No voy a entrar por el momento en diferenciar estos tres subgéneros por no alargar excesivamente el artículo, pero que sepáis que la distinción depende de la ambientación y del tipo de historia que contemos con el elemento imposible maravilloso.

Si, por el contrario, la aparición del elemento imposible provoca inquietud, desasosiego, incomodidad, extrañeza, etc., nos encontramos ante lo ominoso o el efecto de lo inquietante.