La experiencia canaria fue muy importante para moldear el tipo de instituciones y las formas de organización de la conquista que posteriormente se establecieron para el caso americano. La isla fue dominada en forma definitiva por Alfonso Fernández de Lugo en 1483, y en su conquista se mezclaron los métodos de empresa privada y actividad oficial que la reconquista había hecho comunes. Lugo recibía autoridad pública y apoyo financiero de la Corona, pero realizó también contratos con varios comerciantes de Sevilla. Las relaciones entre Lugo, en el fondo un empresario privado, y la Corona se regulaban por medio de una especie de contrato, la capitulación, en el que se definían los títulos, derechos y obligaciones del conquistador y se puntualizaban las prerrogativas reales que se conservaban: desde entonces la Corona intentó evitar que los conquistadores recibieran derechos y concesiones que permitieran la formación de señoríos feudales, aunque era inevitable que las condiciones de la época y las creadas por la expansión súbita dieran surgimiento a instituciones de claro matiz feudal.
Cuando Colón comenzó a proponer la búsqueda de una ruta al oriente por el Atlántico su idea no carecía del todo de antecedentes, y era ya aceptada entre los geógrafos y astrónomos de la época la vieja teoría griega de la esfericidad de la Tierra. Pero no es de extrañar que los portugueses, que estaban a punto de encontrar una ruta por la costa africana, no mostraran mucho interés, ni que los españoles encontraran dificultades prácticas y de oportunidad al proyecto. Los problemas prácticos residían esencialmente en la posibilidad de realizar por alta mar un viaje tan largo como se suponía sería la expedición a las Indias Orientales. Pero el arte de la navegación había hecho notables avances durante la época. La cartografía había progresado bastante, especialmente impulsada por el trabajo de los geógrafos autores de los portularios, mapas muy detallados de las costas conocidas hasta entonces; la navegación atlántica en alta mar había sido emprendida por vascos y portugueses, que en sus viajes al Africa se alejaban bastante de la costa para aprovechar mejor los vientos y corrientes. La carabela, el navío que se utilizaría en los viajes del descubrimiento de América, había sido perfeccionada durante el siglo XV por los portugueses. España, por su parte, tenía pleno dominio de estos avances y técnicas, y contaba con una amplia población de hábiles marineros, muchos de ellos con experiencia en viajes en el Atlántico. La única dificultad aún no resuelta estaba en la imposibilidad de determinar con alguna precisión la longitud de una nave en alta mar, por la ausencia de cronómetros suficientemente precisos, y de aprovisionar buques del tamaño existente para un viaje cuya duración podía ser muy larga: la audacia de Colón resultó favorecida por sus cálculos de que Asia estaba mucho más cerca de Europa por el Atlántico de lo que estaba en realidad, error que no compartían los escépticos geógrafos españoles llamados a opinar sobre su viaje. El descubridor, Cristóbal Colón1, era un marino genovés con experiencia comercial, que había hecho varios viajes importantes por el Atlántico -incluso se sostiene con alguna verosimilitud que estuvo en Islandia- y estaba vinculado por matrimonio con una importante casa comercial portuguesa. Su vida está recubierta en gran parte por leyendas de inspiración romántica (sus estudios en la Universidad de Pavía, sus meditaciones de adolescente en las costas genovesas acerca de la esfericidad de la Tierra, la venta de las joyas por Isabel son todas invenciones literarias), pero es sin duda notable la firmeza con la que buscó apoyo para la expedición al Oriente por la vía Atlántica. Los españoles, en particular, no mostraron gran interés cuando Colón hizo su propuesta en 1486, después de ser rechazado por Portugal: la Corona estaba entonces muy comprometida con la guerra contra Granada y el viaje parecía un poco arriesgado: la ruta que Colón proponía al Asia podía resultar menos conveniente que la que los portugueses estaban a punto de encontrar. Pero en 1491-92 Colón, mediante el apoyo de varios nobles españoles, entre ellos Luis de Santangel, logró que los Reyes Católicos aceptaran sus propuestas y firmaran unas "capitulaciones"
La experiencia canaria fue muy importante para moldear el tipo de instituciones y las formas de organización de la conquista que posteriormente se establecieron para el caso americano. La isla fue dominada en forma definitiva por Alfonso Fernández de Lugo en 1483, y en su conquista se mezclaron los métodos de empresa privada y actividad oficial que la reconquista había hecho comunes. Lugo recibía autoridad pública y apoyo financiero de la Corona, pero realizó también contratos con varios comerciantes de Sevilla. Las relaciones entre Lugo, en el fondo un empresario privado, y la Corona se regulaban por medio de una especie de contrato, la capitulación, en el que se definían los títulos, derechos y obligaciones del conquistador y se puntualizaban las prerrogativas reales que se conservaban: desde entonces la Corona intentó evitar que los conquistadores recibieran derechos y concesiones que permitieran la formación de señoríos feudales, aunque era inevitable que las condiciones de la época y las creadas por la expansión súbita dieran surgimiento a instituciones de claro matiz feudal.
Cuando Colón comenzó a proponer la búsqueda de una ruta al oriente por el Atlántico su idea no carecía del todo de antecedentes, y era ya aceptada entre los geógrafos y astrónomos de la época la vieja teoría griega de la esfericidad de la Tierra. Pero no es de extrañar que los portugueses, que estaban a punto de encontrar una ruta por la costa africana, no mostraran mucho interés, ni que los españoles encontraran dificultades prácticas y de oportunidad al proyecto. Los problemas prácticos residían esencialmente en la posibilidad de realizar por alta mar un viaje tan largo como se suponía sería la expedición a las Indias Orientales. Pero el arte de la navegación había hecho notables avances durante la época. La cartografía había progresado bastante, especialmente impulsada por el trabajo de los geógrafos autores de los portularios, mapas muy detallados de las costas conocidas hasta entonces; la navegación atlántica en alta mar había sido emprendida por vascos y portugueses, que en sus viajes al Africa se alejaban bastante de la costa para aprovechar mejor los vientos y corrientes. La carabela, el navío que se utilizaría en los viajes del descubrimiento de América, había sido perfeccionada durante el siglo XV por los portugueses. España, por su parte, tenía pleno dominio de estos avances y técnicas, y contaba con una amplia población de hábiles marineros, muchos de ellos con experiencia en viajes en el Atlántico. La única dificultad aún no resuelta estaba en la imposibilidad de determinar con alguna precisión la longitud de una nave en alta mar, por la ausencia de cronómetros suficientemente precisos, y de aprovisionar buques del tamaño existente para un viaje cuya duración podía ser muy larga: la audacia de Colón resultó favorecida por sus cálculos de que Asia estaba mucho más cerca de Europa por el Atlántico de lo que estaba en realidad, error que no compartían los escépticos geógrafos españoles llamados a opinar sobre su viaje. El descubridor, Cristóbal Colón1, era un marino genovés con experiencia comercial, que había hecho varios viajes importantes por el Atlántico -incluso se sostiene con alguna verosimilitud que estuvo en Islandia- y estaba vinculado por matrimonio con una importante casa comercial portuguesa. Su vida está recubierta en gran parte por leyendas de inspiración romántica (sus estudios en la Universidad de Pavía, sus meditaciones de adolescente en las costas genovesas acerca de la esfericidad de la Tierra, la venta de las joyas por Isabel son todas invenciones literarias), pero es sin duda notable la firmeza con la que buscó apoyo para la expedición al Oriente por la vía Atlántica. Los españoles, en particular, no mostraron gran interés cuando Colón hizo su propuesta en 1486, después de ser rechazado por Portugal: la Corona estaba entonces muy comprometida con la guerra contra Granada y el viaje parecía un poco arriesgado: la ruta que Colón proponía al Asia podía resultar menos conveniente que la que los portugueses estaban a punto de encontrar. Pero en 1491-92 Colón, mediante el apoyo de varios nobles españoles, entre ellos Luis de Santangel, logró que los Reyes Católicos aceptaran sus propuestas y firmaran unas "capitulaciones"