Cuando hablamos sobre la importancia que los padres tienen en los hijos, casi es inevitable que se nos venga a la mente el papel fundamental de la madre. Quizás sea por este motivo por el que muchas veces los dichos populares han ensalzado las virtudes de la madre, pero no así las del padre. Esta figura, la del padre, se ha visto tradicionalmente relegada a la función de ser la portadora del orden, la disciplina y la seguridad económica en casa.
Afortunadamente, el padre estricto que tiene que endurecer al hijo para afrontar los problemas que en el futuro le aguardarán y la madre comprensiva, cariñosa y protectora, van perteneciendo cada vez más al mundo de los tópicos, de los estereotipos y no al de nuestros días. Pero no es menos cierto que son muchos los padres que buscan encontrar su lugar en la familia ahora que las circunstancias han cambiado respecto a lo que ellos vivieron en su infancia. Y es imprescindibles que lo logren, porque la figura del padre es fundamental en la educación de los hijos.
Es evidente que tanto la madre como el padre marcarán la vida de sus hijos, convirtiéndose en referencias que sustentan, en muchos casos, las diferentes facetas en las que se asentará la seguridad de sí mismos, su autoestima y su estabilidad afectiva y emocional. Juntos, conformarán para ellos la primera escuela de amor, el primer lugar donde ellos aprenderán y experimentarán la importancia de querer y sentirse queridos.
Papá y mamá, dos figuras complementarias indispensables
De la mano de los padres, los hijos empezarán a abrirse al mundo que le rodea, a los demás; comprenderán la importancia de socializarse y lo necesario que es para su desarrollo interior. Es aquí donde el padre se constituye como un referente original, distinto al de la madre, sin tener que plantearnos si es mejor o peor, solo diferente.
Los hijos observarán cómo su padre afronta, gestiona y reacciona de forma diferente a la madre, dándoles la posibilidad de que ellos, poco a poco, vayan sacando sus conclusiones sobre el modelo a imitar o a tener en cuenta para cuando situaciones parecidas les ocurran a ellos. Aprenden del ejemplo e imitan lo que ven y es la interpretación que sacan de su experiencia, unido a su personalidad, la que les hace inclinarse por un estilo u otro.
Por tanto, podemos decir que un padre no solo está para proteger a sus hijos, ni tampoco que su marco de convivencia con ellos tenga que estar asentado en normas y límites esencialmente. También debería interesarse por cuáles son las necesidades específicas de cada uno de los miembros de su familia y ver si puede satisfacerlas.
Es verdad que se debe utilizar la firmeza ante posibles manipulaciones y promover el esfuerzo y la constancia para conseguir las metas que sus hijos se propongan, pero también es necesario echar mano de la empatía en situaciones en que se vea que flaquean o se sientan limitados. A veces, puede que haya que tomar medidas para establecer un cierto control en todo aquello que sus hijos emprendan, pero igualmente sería bueno que les dejara iniciativa y les trasmitiese seguridad. Y qué decir sobre qué es imprescindible corregir, por esa misma razón sería muy útil reforzar, valorar y darles nuestra aprobación para promover su autoconfianza.
La preocupación de los padres por la educación de sus hijos
Sabemos que un hijo que ve la preocupación de su padre por todo aquello que para él es importante, que busca espacios para hablar con él, que intenta entenderle, se siente mucho más ligado a él desde el punto de vista afectivo y emocional. Le gustará estar con él, hacer cosas con él y disfrutar de su compañía. Habrá una sintonía entre ellos, una armonía y una complicidad que le constituirán como un apoyo y un referente ante las dificultades. Será una relación donde el hijo no tiene por qué demostrar nada para ganarse el favor de su padre. Él se sentirá incondicionalmente amado, aunque en muchas ocasiones le pueda reprender, desapruebe su conducta, o no esté de acuerdo en su forma de gestionar determinado asunto.
Respuesta:
porqu
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porque es su hijo,ellos lo crearon
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Cuando hablamos sobre la importancia que los padres tienen en los hijos, casi es inevitable que se nos venga a la mente el papel fundamental de la madre. Quizás sea por este motivo por el que muchas veces los dichos populares han ensalzado las virtudes de la madre, pero no así las del padre. Esta figura, la del padre, se ha visto tradicionalmente relegada a la función de ser la portadora del orden, la disciplina y la seguridad económica en casa.
Afortunadamente, el padre estricto que tiene que endurecer al hijo para afrontar los problemas que en el futuro le aguardarán y la madre comprensiva, cariñosa y protectora, van perteneciendo cada vez más al mundo de los tópicos, de los estereotipos y no al de nuestros días. Pero no es menos cierto que son muchos los padres que buscan encontrar su lugar en la familia ahora que las circunstancias han cambiado respecto a lo que ellos vivieron en su infancia. Y es imprescindibles que lo logren, porque la figura del padre es fundamental en la educación de los hijos.
Es evidente que tanto la madre como el padre marcarán la vida de sus hijos, convirtiéndose en referencias que sustentan, en muchos casos, las diferentes facetas en las que se asentará la seguridad de sí mismos, su autoestima y su estabilidad afectiva y emocional. Juntos, conformarán para ellos la primera escuela de amor, el primer lugar donde ellos aprenderán y experimentarán la importancia de querer y sentirse queridos.
Papá y mamá, dos figuras complementarias indispensables
De la mano de los padres, los hijos empezarán a abrirse al mundo que le rodea, a los demás; comprenderán la importancia de socializarse y lo necesario que es para su desarrollo interior. Es aquí donde el padre se constituye como un referente original, distinto al de la madre, sin tener que plantearnos si es mejor o peor, solo diferente.
Los hijos observarán cómo su padre afronta, gestiona y reacciona de forma diferente a la madre, dándoles la posibilidad de que ellos, poco a poco, vayan sacando sus conclusiones sobre el modelo a imitar o a tener en cuenta para cuando situaciones parecidas les ocurran a ellos. Aprenden del ejemplo e imitan lo que ven y es la interpretación que sacan de su experiencia, unido a su personalidad, la que les hace inclinarse por un estilo u otro.
Por tanto, podemos decir que un padre no solo está para proteger a sus hijos, ni tampoco que su marco de convivencia con ellos tenga que estar asentado en normas y límites esencialmente. También debería interesarse por cuáles son las necesidades específicas de cada uno de los miembros de su familia y ver si puede satisfacerlas.
Es verdad que se debe utilizar la firmeza ante posibles manipulaciones y promover el esfuerzo y la constancia para conseguir las metas que sus hijos se propongan, pero también es necesario echar mano de la empatía en situaciones en que se vea que flaquean o se sientan limitados. A veces, puede que haya que tomar medidas para establecer un cierto control en todo aquello que sus hijos emprendan, pero igualmente sería bueno que les dejara iniciativa y les trasmitiese seguridad. Y qué decir sobre qué es imprescindible corregir, por esa misma razón sería muy útil reforzar, valorar y darles nuestra aprobación para promover su autoconfianza.
La preocupación de los padres por la educación de sus hijos
Sabemos que un hijo que ve la preocupación de su padre por todo aquello que para él es importante, que busca espacios para hablar con él, que intenta entenderle, se siente mucho más ligado a él desde el punto de vista afectivo y emocional. Le gustará estar con él, hacer cosas con él y disfrutar de su compañía. Habrá una sintonía entre ellos, una armonía y una complicidad que le constituirán como un apoyo y un referente ante las dificultades. Será una relación donde el hijo no tiene por qué demostrar nada para ganarse el favor de su padre. Él se sentirá incondicionalmente amado, aunque en muchas ocasiones le pueda reprender, desapruebe su conducta, o no esté de acuerdo en su forma de gestionar determinado asunto.