Los seres humanos vivimos esforzándonos por encontrar el camino a la felicidad, y pasamos toda nuestra vida trabajando en ello, es un trabajo que inconscientemente hacemos. Desafortunadamente en muchas ocasiones optamos por caminos y veredas equivocadas, provocándonos grandes frustraciones y desacatos.
Toda nuestra vida gira en torno a la búsqueda de la felicidad,
Es por ello que ser felices, implica que de manera individual nos esforcemos por vivir ante la presencia de Dios y seguir la regla de vida que Jesús nos dejó plasmada en las bienaventuranzas que han sido consideradas como el corazón del evangelio.
Con las bienaventuranzas Jesús quiere llevarnos a tener una mente y un corazón despejado y feliz. Es justo lo contrario a las ofertas de felicidad que nos ofrece el mundo. En lugar de ofrecernos cosas y elementos exteriores lo que nos propone es el crecimiento interior, llenar nuestra vida de unos valores que no fallan en el camino de la felicidad.
Jesús contrapone la felicidad entendida según el mundo: los que son ricos en múltiples cosas: dinero, cultura, poder, placeres... y nos da una noción totalmente distinta. Ser feliz no es tener sino ser.
Las bienaventuranzas nos indican el espíritu que ha de inspirar el cómo llevar y vivir nuestra vida mientras peregrinamos hacia la casa del Padre. Las hemos de escuchar en actitud de conversión personal y comunitaria. Sólo así hemos de caminar hacia la felicidad, tanto personal como también de todos aquellos que nos rodean, convirtiéndonos así en referentes de santidad para los demás.
En la primera bienaventuranza Jesús elogia a los "pobres de espíritu" y de corazón sencillo, que actúan sin prepotencia ni arrogancia, sin riquezas ni esplendor, sostenidos por la autoridad humilde de Jesús y por su evangelio, su única riqueza es vivir cumpliendo la voluntad de Dios. Cuando se cumple la voluntad de Dios se hace nuestro verdaderamente es el reino de Dios.
Jesús no es ajeno a que en muchas ocasiones padeceremos tristeza y aflicción, por ello trata de consolarnos al afirmar "Felices los que están tristes porque Dios los consolará." Muchos están afligidos por sus pecados, ésta es la aflicción que produce el arrepentimiento en la vida de los seres humanos. Dios consolará a los arrepentidos les ungirá con el bálsamo de su amor y su perdón, entonces su lagrimas serán de alegría. Cuando nos dejamos alcanzar por el perdón suyo, nos volvemos humildes y comenzamos a heredar la tierra prometida, el cielo. "Felices los de corazón humilde, porque recibirán la tierra que Dios le ha prometido." Son humildes de corazón los que se someten de verdad a la voluntad de Dios
Los seres humanos vivimos esforzándonos por encontrar el camino a la felicidad, y pasamos toda nuestra vida trabajando en ello, es un trabajo que inconscientemente hacemos. Desafortunadamente en muchas ocasiones optamos por caminos y veredas equivocadas, provocándonos grandes frustraciones y desacatos.
Toda nuestra vida gira en torno a la búsqueda de la felicidad,
Es por ello que ser felices, implica que de manera individual nos esforcemos por vivir ante la presencia de Dios y seguir la regla de vida que Jesús nos dejó plasmada en las bienaventuranzas que han sido consideradas como el corazón del evangelio.
Con las bienaventuranzas Jesús quiere llevarnos a tener una mente y un corazón despejado y feliz. Es justo lo contrario a las ofertas de felicidad que nos ofrece el mundo. En lugar de ofrecernos cosas y elementos exteriores lo que nos propone es el crecimiento interior, llenar nuestra vida de unos valores que no fallan en el camino de la felicidad.
Jesús contrapone la felicidad entendida según el mundo: los que son ricos en múltiples cosas: dinero, cultura, poder, placeres... y nos da una noción totalmente distinta. Ser feliz no es tener sino ser.
Las bienaventuranzas nos indican el espíritu que ha de inspirar el cómo llevar y vivir nuestra vida mientras peregrinamos hacia la casa del Padre. Las hemos de escuchar en actitud de conversión personal y comunitaria. Sólo así hemos de caminar hacia la felicidad, tanto personal como también de todos aquellos que nos rodean, convirtiéndonos así en referentes de santidad para los demás.
En la primera bienaventuranza Jesús elogia a los "pobres de espíritu" y de corazón sencillo, que actúan sin prepotencia ni arrogancia, sin riquezas ni esplendor, sostenidos por la autoridad humilde de Jesús y por su evangelio, su única riqueza es vivir cumpliendo la voluntad de Dios. Cuando se cumple la voluntad de Dios se hace nuestro verdaderamente es el reino de Dios.
Jesús no es ajeno a que en muchas ocasiones padeceremos tristeza y aflicción, por ello trata de consolarnos al afirmar "Felices los que están tristes porque Dios los consolará." Muchos están afligidos por sus pecados, ésta es la aflicción que produce el arrepentimiento en la vida de los seres humanos. Dios consolará a los arrepentidos les ungirá con el bálsamo de su amor y su perdón, entonces su lagrimas serán de alegría. Cuando nos dejamos alcanzar por el perdón suyo, nos volvemos humildes y comenzamos a heredar la tierra prometida, el cielo. "Felices los de corazón humilde, porque recibirán la tierra que Dios le ha prometido." Son humildes de corazón los que se someten de verdad a la voluntad de Dios