Hasta 1824, los españoles mantuvieron el control de la economía y la política. Con la independencia, Lima se convirtió en la capital de la República del Perú, pero el estancamiento económico y el desorden político que se vivía paralizó su desarrollo urbano
Hasta 1824, los españoles mantuvieron el control de la economía y la política. Con la independencia, Lima se convirtió en la capital de la República del Perú, pero el estancamiento económico y el desorden político que se vivía paralizó su desarrollo urbano
En 1532, cuando Francisco Pizarro desembarcó en Perú para conquistarlo en nombre de Dios y de la Corona española, la región ya había visto el auge y caída de varias civilizaciones. Aun así, la conquista cambió todo: economía, sistemas políticos, religión y lengua. La historia moderna ha sido una serie de réplicas de ese choque sísmico entre incas y españoles. El conflicto sigue incrustado en la psique peruana. Con él llegaron nuevas culturas, razas, voces, comidas y, a la larga, una nueva civilización.
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Hasta 1824, los españoles mantuvieron el control de la economía y la política. Con la independencia, Lima se convirtió en la capital de la República del Perú, pero el estancamiento económico y el desorden político que se vivía paralizó su desarrollo urbano
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Hasta 1824, los españoles mantuvieron el control de la economía y la política. Con la independencia, Lima se convirtió en la capital de la República del Perú, pero el estancamiento económico y el desorden político que se vivía paralizó su desarrollo urbano
En 1532, cuando Francisco Pizarro desembarcó en Perú para conquistarlo en nombre de Dios y de la Corona española, la región ya había visto el auge y caída de varias civilizaciones. Aun así, la conquista cambió todo: economía, sistemas políticos, religión y lengua. La historia moderna ha sido una serie de réplicas de ese choque sísmico entre incas y españoles. El conflicto sigue incrustado en la psique peruana. Con él llegaron nuevas culturas, razas, voces, comidas y, a la larga, una nueva civilización.