Esto significa encarar un plan de vida basado en las experiencias que quieras traer más presentes, y proyectar cada uno de tus instantes desde ese lugar. El propósito es el punto de encuentro entre lo que sé hacer, lo que quiero hacer, lo que me gusta y con lo que puedo servir en este mundo. La clave del propósito es la acción permanente. No hay pequeñas acciones, sino, simplemente, acciones. ¿Por qué estoy aquí? ¿Para qué? ¿Cuál es mi misión en este mundo? ¿De qué forma puedo servir a otros, mientras aprendo y comparto la experiencia de la vida? pueden convertirse en preguntas válidas para bucear en tu interior si no lo tienes claro.
Segundo: Observa de qué forma quiero jugar el juego de la vida.
Puedo elegir competir, no competir, disputar, pelear, hacer trampa, tantas formas de accionar en el mundo como determine tu ética y valores de vida. Si pudieses incorporar el sentido de cooperación con el otro, el proceso de la danza de la vida será más fluido y más productivo para todos.
Tercero: Silénciate.
No es necesario ponerle palabras con lengua rápida y filosa a todas las situaciones. A veces es bueno apagar el ruido interior y exterior; silenciarnos y simplemente, dejarnos estar. Esto, que muchos llaman meditación, se transformará en una constante en tu vida. Será una “meditación dinámica” donde podrás obtener valiosas herramientas de autoconocimiento y visión interna más clara. Evitará conflictos. Esquivarás con maestría las agresiones. Dejarás lugar sólo a lo que nutre, lo positivo y lo que apoye tu crecimiento y el del otro. No estarás en pie de guerra permanente. No reaccionarás, sino que accionarás naturalmente con el mínimo de movimientos necesarios, para conectarte desde allí con ese proceso de construcción que significa ir por tu libertad.
Cuarto: Aprende a soltar.
Posiblemente la mayoría de nosotros traemos eones de cargas negativas, pensamientos que no nos sirven y condicionamientos que nos limitan. Paso a paso, irás aprendiendo en este subir y bajar por estos niveles de conciencia, a dejar ir las cosas que no te funcionan. Y de esta forma –sencilla y natural- liberarás espacio dentro de ti para dejar que entre lo nuevo.
Quinto: Enfócate en la simpleza.
En esa alquimia está el resultado que irás obteniendo paso a paso, si te animas a experimentar lo nuevo y a soltar las ataduras. Solemos vivir con muchas ataduras, casi cadenas que nos realzan un falso sentido de logro: tener más, para, recién después, quizás, tal vez, conectarnos con el Ser. Es posible vivir exactamente al revés: primero Ser, para desde ahí Hacer (accionar, concretar) y luego Tener (como consecuencia del hacer). Eliminar todo lo superfluo trae muchísimos beneficios, entre ellos, el tener más espacio disponible para disfrutar de la vida. Por ejemplo, si tienes en tu armario ropa que no utilizas, o libros en la biblioteca, suéltalos de inmediato y hazlos circular: dónalos, regálalos, e incluso, déjalos en la puerta de tu casa para que los lleve alguien que necesite. En la simpleza radica gran parte de la libertad interna. Un poco más profundo suele ser el proceso de simplificar nuestras conversaciones y análisis mentales. Y la mente también se cansa y nos abruma de tanta cantidad de pensamientos que por momentos nos desconciertan y confunden. Por eso, hazlo simple, directo, al grano y sin tanto proceso mental.
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Respuesta:
El primer peldaño: Busca tu propósito.
Esto significa encarar un plan de vida basado en las experiencias que quieras traer más presentes, y proyectar cada uno de tus instantes desde ese lugar. El propósito es el punto de encuentro entre lo que sé hacer, lo que quiero hacer, lo que me gusta y con lo que puedo servir en este mundo. La clave del propósito es la acción permanente. No hay pequeñas acciones, sino, simplemente, acciones. ¿Por qué estoy aquí? ¿Para qué? ¿Cuál es mi misión en este mundo? ¿De qué forma puedo servir a otros, mientras aprendo y comparto la experiencia de la vida? pueden convertirse en preguntas válidas para bucear en tu interior si no lo tienes claro.
Segundo: Observa de qué forma quiero jugar el juego de la vida.
Puedo elegir competir, no competir, disputar, pelear, hacer trampa, tantas formas de accionar en el mundo como determine tu ética y valores de vida. Si pudieses incorporar el sentido de cooperación con el otro, el proceso de la danza de la vida será más fluido y más productivo para todos.
Tercero: Silénciate.
No es necesario ponerle palabras con lengua rápida y filosa a todas las situaciones. A veces es bueno apagar el ruido interior y exterior; silenciarnos y simplemente, dejarnos estar. Esto, que muchos llaman meditación, se transformará en una constante en tu vida. Será una “meditación dinámica” donde podrás obtener valiosas herramientas de autoconocimiento y visión interna más clara. Evitará conflictos. Esquivarás con maestría las agresiones. Dejarás lugar sólo a lo que nutre, lo positivo y lo que apoye tu crecimiento y el del otro. No estarás en pie de guerra permanente. No reaccionarás, sino que accionarás naturalmente con el mínimo de movimientos necesarios, para conectarte desde allí con ese proceso de construcción que significa ir por tu libertad.
Cuarto: Aprende a soltar.
Posiblemente la mayoría de nosotros traemos eones de cargas negativas, pensamientos que no nos sirven y condicionamientos que nos limitan. Paso a paso, irás aprendiendo en este subir y bajar por estos niveles de conciencia, a dejar ir las cosas que no te funcionan. Y de esta forma –sencilla y natural- liberarás espacio dentro de ti para dejar que entre lo nuevo.
Quinto: Enfócate en la simpleza.
En esa alquimia está el resultado que irás obteniendo paso a paso, si te animas a experimentar lo nuevo y a soltar las ataduras. Solemos vivir con muchas ataduras, casi cadenas que nos realzan un falso sentido de logro: tener más, para, recién después, quizás, tal vez, conectarnos con el Ser. Es posible vivir exactamente al revés: primero Ser, para desde ahí Hacer (accionar, concretar) y luego Tener (como consecuencia del hacer). Eliminar todo lo superfluo trae muchísimos beneficios, entre ellos, el tener más espacio disponible para disfrutar de la vida. Por ejemplo, si tienes en tu armario ropa que no utilizas, o libros en la biblioteca, suéltalos de inmediato y hazlos circular: dónalos, regálalos, e incluso, déjalos en la puerta de tu casa para que los lleve alguien que necesite. En la simpleza radica gran parte de la libertad interna. Un poco más profundo suele ser el proceso de simplificar nuestras conversaciones y análisis mentales. Y la mente también se cansa y nos abruma de tanta cantidad de pensamientos que por momentos nos desconciertan y confunden. Por eso, hazlo simple, directo, al grano y sin tanto proceso mental.