Todo empieza con Dios. Si Él nos creó —y a todo lo que hay en la tierra (Col. 1:15-16)—, no está cada cual por su cuenta. Debe haber un propósito para nosotros y para todo lo que sucede. Adán y Eva fueron los primeros que habitaron la tierra. Después que Dios creó al hombre, dijo que era muy bueno lo que acababa de hacer (Gén. 1:31). Él todo lo hizo perfecto, y para Su gloria. Él no solo nos creó, sino que está activamente sosteniéndonos para que Él reciba todo el honor que se merece (Ro. 11:36). A pesar de todo esto, el ser humano suprime la verdad que Dios ha hecho manifiesta en su corazón (Ro. 1:18-22).
2) Dios es perfectamente santo
El pecado apareció prontamente después de la creación. Dios dijo que el hombre podía comer de todo árbol que se encontraba en el Jardín, excepto uno: el árbol de la ciencia del bien y del mal. La regla era clara. Sin embargo, Adán y Eva creyeron saber mejor que Dios, y comieron del árbol prohibido (Gén. 3:6). Esta fue una clara rebelión contra su creador. Pecaron en contra del Dios santo.
Dios es santo (1 Sam. 2:2). No peca ni puede pecar. Es perfecto en todos sus atributos. No tiene ni principio ni final. A pesar de su insondable majestad, solemos cuestionar a Dios y su obrar. No nos gusta someternos a su Palabra, y pensamos saber mejor que Él. Así sucedió con Adán y a Eva, y así sucede con nosotros cuando queremos hacer nuestra propia voluntad.
3) Dios requiere obediencia, pero el hombre ha pecado
Dios, siendo santo, no tolera el pecado. Debe castigarlo (Ro. 6:23). El pecado nos separa de Dios y trae muerte. El hombre es culpable de transgredir la ley de Dios y debe pagar por su culpa. Está destinado a morir eternamente (Mt. 25:46a), a estar eternamente separado de Dios. ¡No hay terror más grande que ese! También muere físicamente como consecuencia de ese pecado.
El hombre debe ser santo porque Dios es santo (1 P. 1:16; Lv. 20:26). Es la vara de medición con la cual debemos compararnos (Mt. 5:48); el estándar es su ley (Stg. 2:10). El gran problema radica en que, como Adán y Eva, nadie puede cumplir la ley (Ro. 3:10-11). Todos somos pecadores y merecemos morir (Ro. 2:23). Adán trajo el pecado al mundo. A través de Adán, todos hemos pecado (Ro. 5:12). Todos hemos ofendido a Dios y nos hemos rebelado contra Él. Por tanto, estamos condenados a morir (Ro. 5:18a).
El problema continúa porque no hay nada que podamos hacer por nosotros mismos que pueda acercarnos a Dios (Is. 64:6). Ningún intento humano es suficiente. Dios es santo y no aceptará nuestras buenas obras solo porque nosotros lo digamos (Sal. 49:7-8). Ninguna buena obra nos dará aceptación, perdón o vida eterna. Por más que intentemos, nada podrá garantizarnos salvación o una mayor cercanía con Dios.
Muchas religiones tratan de “ganarse la salvación” esforzándose mucho mientras viven en la tierra. Sacrifican sus vidas, pagan impresionantes cantidades de dinero para ello, y sinceramente creen que ganarán una vida eterna llena de gozo y paz. Creen que están en lo correcto. Sin embargo, están sinceramente equivocados (Pr. 14:12). La Biblia es clara cuando dice que Dios es el que salva (Ef. 2:8-9). Hay un único camino. Fuera de Él no hay salvación. Fuera de Él solo hay un destino eterno en el infierno, separados de Dios para siempre. La ausencia de Dios será lo más duro.
Respuesta:
no pecando creo q si asi es
Respuesta:
1) Dios es el creador y dueño de todo
Todo empieza con Dios. Si Él nos creó —y a todo lo que hay en la tierra (Col. 1:15-16)—, no está cada cual por su cuenta. Debe haber un propósito para nosotros y para todo lo que sucede. Adán y Eva fueron los primeros que habitaron la tierra. Después que Dios creó al hombre, dijo que era muy bueno lo que acababa de hacer (Gén. 1:31). Él todo lo hizo perfecto, y para Su gloria. Él no solo nos creó, sino que está activamente sosteniéndonos para que Él reciba todo el honor que se merece (Ro. 11:36). A pesar de todo esto, el ser humano suprime la verdad que Dios ha hecho manifiesta en su corazón (Ro. 1:18-22).
2) Dios es perfectamente santo
El pecado apareció prontamente después de la creación. Dios dijo que el hombre podía comer de todo árbol que se encontraba en el Jardín, excepto uno: el árbol de la ciencia del bien y del mal. La regla era clara. Sin embargo, Adán y Eva creyeron saber mejor que Dios, y comieron del árbol prohibido (Gén. 3:6). Esta fue una clara rebelión contra su creador. Pecaron en contra del Dios santo.
Dios es santo (1 Sam. 2:2). No peca ni puede pecar. Es perfecto en todos sus atributos. No tiene ni principio ni final. A pesar de su insondable majestad, solemos cuestionar a Dios y su obrar. No nos gusta someternos a su Palabra, y pensamos saber mejor que Él. Así sucedió con Adán y a Eva, y así sucede con nosotros cuando queremos hacer nuestra propia voluntad.
3) Dios requiere obediencia, pero el hombre ha pecado
Dios, siendo santo, no tolera el pecado. Debe castigarlo (Ro. 6:23). El pecado nos separa de Dios y trae muerte. El hombre es culpable de transgredir la ley de Dios y debe pagar por su culpa. Está destinado a morir eternamente (Mt. 25:46a), a estar eternamente separado de Dios. ¡No hay terror más grande que ese! También muere físicamente como consecuencia de ese pecado.
El hombre debe ser santo porque Dios es santo (1 P. 1:16; Lv. 20:26). Es la vara de medición con la cual debemos compararnos (Mt. 5:48); el estándar es su ley (Stg. 2:10). El gran problema radica en que, como Adán y Eva, nadie puede cumplir la ley (Ro. 3:10-11). Todos somos pecadores y merecemos morir (Ro. 2:23). Adán trajo el pecado al mundo. A través de Adán, todos hemos pecado (Ro. 5:12). Todos hemos ofendido a Dios y nos hemos rebelado contra Él. Por tanto, estamos condenados a morir (Ro. 5:18a).
El problema continúa porque no hay nada que podamos hacer por nosotros mismos que pueda acercarnos a Dios (Is. 64:6). Ningún intento humano es suficiente. Dios es santo y no aceptará nuestras buenas obras solo porque nosotros lo digamos (Sal. 49:7-8). Ninguna buena obra nos dará aceptación, perdón o vida eterna. Por más que intentemos, nada podrá garantizarnos salvación o una mayor cercanía con Dios.
Muchas religiones tratan de “ganarse la salvación” esforzándose mucho mientras viven en la tierra. Sacrifican sus vidas, pagan impresionantes cantidades de dinero para ello, y sinceramente creen que ganarán una vida eterna llena de gozo y paz. Creen que están en lo correcto. Sin embargo, están sinceramente equivocados (Pr. 14:12). La Biblia es clara cuando dice que Dios es el que salva (Ef. 2:8-9). Hay un único camino. Fuera de Él no hay salvación. Fuera de Él solo hay un destino eterno en el infierno, separados de Dios para siempre. La ausencia de Dios será lo más duro.