mayra0425
Algún lector pensará que si las normas se cumplen no tiene que pasar nada, pues es “lo normal”. Yo no estoy de acuerdo. Creo que hay que reforzar positivamente a aquellos alumnos que cumplen las normas. Es más, hay que reforzar positivamente a aquellos alumnos que tienen verdaderos problemas para seguir las normas.
Lo que a nosotros nos puede parecer “lo normal” (por ejemplo, “no interrumpir al otro cuando habla”) puede no ser la norma establecida en su hogar. Además, está comprobado que aquellos comportamientos que se refuerzan, se repiten. “Echar la bronca”, sin más, refuerza ese comportamiento, pues muchas veces proporciona la atención que el alumno busca.
Tristemente, lo habitual en nuestras aulas es que quien cumple las normas no tiene ninguna recompensa o consecuencia positiva. En cambio, quien se las salta, muchas veces recibe una atención que en sí misma es una consecuencia positiva desde su punto de vista.
Lo que propongo en este artículo es un sistema claro de consecuencias negativas y, sobre todo, consecuencias positivas asociadas al incumplimiento y cumplimiento de las normas de clase.
Es importante que el alumno entienda que él ha elegido saltarse una norma. Y como toda elección en la vida, tiene consecuencias. No es un ejercicio de justicia divina ejercida por el profesor ni nada por el estilo. Por eso, es importante dedicar tanto tiempo a la explicación de las consecuencias como a la explicación de las normas.
Consecuencias negativas
Un ejemplo de consecuencias negativas sería un sistema donde se penaliza la repetición del incumplimiento de normas:
Primera vez: Aviso. Todos cometemos errores y hay que dar un margen de reacción al alumno. No es una consecuencia propiamente dicha, pues no tiene efecto alguno, excepto el de agotar una oportunidad. Segunda vez: El alumno es separado de su lugar habitual de trabajo para poder centrarse, dejar a los demás trabajar y reflexionar sobre su comportamiento. Tercera vez: Se llama al alumno aparte y se tiene una conversación privada con él. No es cuestión de humillar a nadie frente a la clase. Cuarta vez: Es necesario ponerse en contacto con las familias. Quizás ellos puedan ayudar a reconducir el comportamiento de su hijo, o incluso que reconozcan el origen de ese comportamiento en algún aspecto familiar. Quinta vez: Es necesario tener una conversación con el alumno, la familia y el alumno. La mayoría de los alumnos rara vez pasan de 3 incumplimientos en un día cuando se aplican las normas con rigor.
Lo que a nosotros nos puede parecer “lo normal” (por ejemplo, “no interrumpir al otro cuando habla”) puede no ser la norma establecida en su hogar. Además, está comprobado que aquellos comportamientos que se refuerzan, se repiten. “Echar la bronca”, sin más, refuerza ese comportamiento, pues muchas veces proporciona la atención que el alumno busca.
Tristemente, lo habitual en nuestras aulas es que quien cumple las normas no tiene ninguna recompensa o consecuencia positiva. En cambio, quien se las salta, muchas veces recibe una atención que en sí misma es una consecuencia positiva desde su punto de vista.
Lo que propongo en este artículo es un sistema claro de consecuencias negativas y, sobre todo, consecuencias positivas asociadas al incumplimiento y cumplimiento de las normas de clase.
Es importante que el alumno entienda que él ha elegido saltarse una norma. Y como toda elección en la vida, tiene consecuencias. No es un ejercicio de justicia divina ejercida por el profesor ni nada por el estilo. Por eso, es importante dedicar tanto tiempo a la explicación de las consecuencias como a la explicación de las normas.
Consecuencias negativas
Un ejemplo de consecuencias negativas sería un sistema donde se penaliza la repetición del incumplimiento de normas:
Primera vez: Aviso. Todos cometemos errores y hay que dar un margen de reacción al alumno. No es una consecuencia propiamente dicha, pues no tiene efecto alguno, excepto el de agotar una oportunidad.
Segunda vez: El alumno es separado de su lugar habitual de trabajo para poder centrarse, dejar a los demás trabajar y reflexionar sobre su comportamiento.
Tercera vez: Se llama al alumno aparte y se tiene una conversación privada con él. No es cuestión de humillar a nadie frente a la clase.
Cuarta vez: Es necesario ponerse en contacto con las familias. Quizás ellos puedan ayudar a reconducir el comportamiento de su hijo, o incluso que reconozcan el origen de ese comportamiento en algún aspecto familiar.
Quinta vez: Es necesario tener una conversación con el alumno, la familia y el alumno.
La mayoría de los alumnos rara vez pasan de 3 incumplimientos en un día cuando se aplican las normas con rigor.