ECONOMIA: Ecuador no ha estado al margen de ésta dinámica y ha suscrito ambos acuerdos internacionales. El país ha suscrito compromisos para avanzar en este proceso, por lo que tiene que prepararse para asimilar los cambios que se están gestando a nivel global que modificarán los patrones de producción y consumo. De hecho, compromisos enfatizan los límites y las potencialidades de la "economía ecuatoriana": dependiente de combustibles fósiles, pero al mismo tiempo, poseedora de una rica biodiversidad. En este sendero deberían orientarse los esfuerzos del sector público y de las instituciones de fomento, para impulsar el desarrollo de capacidades productivas y empresariales, normas y conocimientos que consolide las fortalezas y mitiguen las debilidades.
TRABAJO: En efecto, a partir de 2006, además de la trayectoria de crecimiento del PIB por habitante, el país presenta importantes mejoras en los indicadores del mercado de "trabajo" y de distribución del ingreso. A partir de 2011 hay crecimiento del producto, pero a menores tasas; de la misma manera que el coeficiente de Gini muestra un estancamiento. Estas dinámicas orientadas a una mayor equidad, no sólo implican mejoras en el bienestar, sino también favorecen la expansión del mercado de consumo local comenzando a generar un contexto propicio para desarrollar políticas industriales orientadas a la diversificación productiva. No obstante, la fuerte caída del precio del petróleo en 2014, comenzó a revertir esta favorable coyuntura.
SOCIEDAD: Lograr la transformación de la estructura productiva es clave tanto para garantizar un crecimiento elevado y continuo como para sostener una política social redistributiva en favor de los más pobres. Hoy resulta imprescindible avanzar rápidamente en un cambio estructural que genere aumentos de la inversión y la productividad, y que se traduzca en más empleos y mejores salarios reales. El cambio estructural ofrecen condiciones para una "sociedad" más igualitaria que pueda desarrollarse más allá de lo que permiten las políticas sociales. Estos niveles de desempleo resultaron particularmente contrastantes con el 15,2% registrado en 1999, durante la crisis que daría origen a la dolarización, cuando se alcanzó el máximo nivel de desempleo de las últimas dos décadas. Por su intensidad y duración, esa crisis —que se prolongó entre los años 1998 y 2002— afectó con severidad a los sectores más vulnerables de la "sociedad", generando un incremento de los niveles de pobreza e indigencia en el país. En efecto, el desempleo, la inflación y la contracción de los salarios reales, disminuyeron fuertemente el poder adquisitivo de los hogares
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ECONOMIA: Ecuador no ha estado al margen de ésta dinámica y ha suscrito ambos acuerdos internacionales. El país ha suscrito compromisos para avanzar en este proceso, por lo que tiene que prepararse para asimilar los cambios que se están gestando a nivel global que modificarán los patrones de producción y consumo. De hecho, compromisos enfatizan los límites y las potencialidades de la "economía ecuatoriana": dependiente de combustibles fósiles, pero al mismo tiempo, poseedora de una rica biodiversidad. En este sendero deberían orientarse los esfuerzos del sector público y de las instituciones de fomento, para impulsar el desarrollo de capacidades productivas y empresariales, normas y conocimientos que consolide las fortalezas y mitiguen las debilidades.
TRABAJO: En efecto, a partir de 2006, además de la trayectoria de crecimiento del PIB por habitante, el país presenta importantes mejoras en los indicadores del mercado de "trabajo" y de distribución del ingreso. A partir de 2011 hay crecimiento del producto, pero a menores tasas; de la misma manera que el coeficiente de Gini muestra un estancamiento. Estas dinámicas orientadas a una mayor equidad, no sólo implican mejoras en el bienestar, sino también favorecen la expansión del mercado de consumo local comenzando a generar un contexto propicio para desarrollar políticas industriales orientadas a la diversificación productiva. No obstante, la fuerte caída del precio del petróleo en 2014, comenzó a revertir esta favorable coyuntura.
SOCIEDAD: Lograr la transformación de la estructura productiva es clave tanto para garantizar un crecimiento elevado y continuo como para sostener una política social redistributiva en favor de los más pobres. Hoy resulta imprescindible avanzar rápidamente en un cambio estructural que genere aumentos de la inversión y la productividad, y que se traduzca en más empleos y mejores salarios reales. El cambio estructural ofrecen condiciones para una "sociedad" más igualitaria que pueda desarrollarse más allá de lo que permiten las políticas sociales. Estos niveles de desempleo resultaron particularmente contrastantes con el 15,2% registrado en 1999, durante la crisis que daría origen a la dolarización, cuando se alcanzó el máximo nivel de desempleo de las últimas dos décadas. Por su intensidad y duración, esa crisis —que se prolongó entre los años 1998 y 2002— afectó con severidad a los sectores más vulnerables de la "sociedad", generando un incremento de los niveles de pobreza e indigencia en el país. En efecto, el desempleo, la inflación y la contracción de los salarios reales, disminuyeron fuertemente el poder adquisitivo de los hogares
CORONITA PORFAVOR