Eran las seis de la tarde, cuando una señora joven y un caballero que se habían divisado desde lejos, se detuvieron en una esquina para cruzar, sin saludarse, algunas frases a media voz. Dicho esto, la señora se encaminó hacia la casa pintada de azul. Avanzaba cautelosamente, figurándose ya descubrir, en algún rincón del patio al diminuto personaje que buscaba, cuando de pronto, al volverse, se halló con la puerta abierta de una estrecha pieza, próxima al zaguán, en cuyo centro una mujer sentada en un sillón, con las rodillas abrigadas permanecía quieta. Al fijarse en este detalle, la forastera se sobresaltó y una emoción repentina ahogó su respiración.
La forastera avanzó algunos pasos y se miraron cara a cara. Aquella odiosa mujer tenía la cabeza envuelta en obscuro pañuelo de seda, lo que le hacía parecer más vieja. La viuda entre tanto lanzaba sobre ella miradas indagadoras. No sé qué cosas curiosas me ha contado mi vecino el doctor del pleito de usted.
La forastera trató de cortar aquí el interrogatorio que la turbaba y preguntó a su vez, por decir algo. «¿Tienen las hienas corazón?» pensó. La joven, cuyo objeto, al penetrar en la casa era indagar, empezó a pensar que perdía el tiempo y que lo mejor era aguardar al niño en la pulpería de la esquina. Su corazón latió con violencia.
Tuvo impulsos de precipitarse hacia él, cogerle en brazos, insultar a la vieja y huir... pero el diablillo traía tal aire que, sin quererlo, se quedó quieta. Como el niño insistiese en su porfía, la enferma, haciendo un esfuerzo, lo colocó sobre sus rodillas y cogiendo con ambas manos su hermosa cabeza, lo obligó a escuchar. La forastera sobresaltada no sabía explicarse lo que oía.
El pequeño mostró los puños con aire fanfarrón exclamando
El interés y la viva emoción que se pintaban en el rostro de su interlocutora, que también era viuda y sola, la hacían cada vez más expansiva. Quisiera para éste todos los tesoros del mundo. Como si comprendiera a su protectora, el niño reclinó su cabeza contra su pecho con dulce abandono. Sorpresa, enternecimiento, ansia de prorrumpir en un sollozo, todo eso sentía la forastera que disimulaba ya apenas.
Y al ver que tenaces y abundantes lágrimas empañaban los ojos de aquella extraña, dio rienda suelta a su ternura y continuó, casi sollozando. Faltó poco para que la pobre enferma le besara las manos. Cansado de saborear su golosina, el niño había quedado dormido. Cuando el marido, escondido en la sombra del zaguán, la vio salir enjugándose los ojos, se apresuró a consolarla.
Explicación:
ojala te ayude se que es mucho pero es el resumen de toda la novela, suerte
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maianaalejandra
gracias enserio muchas gracias ahora te pongo corona si •‿•
Respuesta:
Eran las seis de la tarde, cuando una señora joven y un caballero que se habían divisado desde lejos, se detuvieron en una esquina para cruzar, sin saludarse, algunas frases a media voz. Dicho esto, la señora se encaminó hacia la casa pintada de azul. Avanzaba cautelosamente, figurándose ya descubrir, en algún rincón del patio al diminuto personaje que buscaba, cuando de pronto, al volverse, se halló con la puerta abierta de una estrecha pieza, próxima al zaguán, en cuyo centro una mujer sentada en un sillón, con las rodillas abrigadas permanecía quieta. Al fijarse en este detalle, la forastera se sobresaltó y una emoción repentina ahogó su respiración.
La forastera avanzó algunos pasos y se miraron cara a cara. Aquella odiosa mujer tenía la cabeza envuelta en obscuro pañuelo de seda, lo que le hacía parecer más vieja. La viuda entre tanto lanzaba sobre ella miradas indagadoras. No sé qué cosas curiosas me ha contado mi vecino el doctor del pleito de usted.
La forastera trató de cortar aquí el interrogatorio que la turbaba y preguntó a su vez, por decir algo. «¿Tienen las hienas corazón?» pensó. La joven, cuyo objeto, al penetrar en la casa era indagar, empezó a pensar que perdía el tiempo y que lo mejor era aguardar al niño en la pulpería de la esquina. Su corazón latió con violencia.
Tuvo impulsos de precipitarse hacia él, cogerle en brazos, insultar a la vieja y huir... pero el diablillo traía tal aire que, sin quererlo, se quedó quieta. Como el niño insistiese en su porfía, la enferma, haciendo un esfuerzo, lo colocó sobre sus rodillas y cogiendo con ambas manos su hermosa cabeza, lo obligó a escuchar. La forastera sobresaltada no sabía explicarse lo que oía.
El pequeño mostró los puños con aire fanfarrón exclamando
El interés y la viva emoción que se pintaban en el rostro de su interlocutora, que también era viuda y sola, la hacían cada vez más expansiva. Quisiera para éste todos los tesoros del mundo. Como si comprendiera a su protectora, el niño reclinó su cabeza contra su pecho con dulce abandono. Sorpresa, enternecimiento, ansia de prorrumpir en un sollozo, todo eso sentía la forastera que disimulaba ya apenas.
Y al ver que tenaces y abundantes lágrimas empañaban los ojos de aquella extraña, dio rienda suelta a su ternura y continuó, casi sollozando. Faltó poco para que la pobre enferma le besara las manos. Cansado de saborear su golosina, el niño había quedado dormido. Cuando el marido, escondido en la sombra del zaguán, la vio salir enjugándose los ojos, se apresuró a consolarla.
Explicación:
ojala te ayude se que es mucho pero es el resumen de toda la novela, suerte
Respuesta:
No se D:
tkm<3.
XD
XD
XD
XD