Un proceso de paz es un tema para toda la humanidad. La humanidad mejora cada vez que un proceso de paz es posible, porque es una lectura que se le brinda colectivamente a toda la especie. Cada proceso añade conocimiento sobre cómo convivir en condiciones históricas diferentes a la guerra y al conflicto. Llegará el día en que nosotros estemos enseñando cómo lo hicimos y seamos parte de esta gran lectura histórica y este nuevo cambio de la humanidad, de esa nueva espiritualidad que significa un proceso de paz…”, dijo la historiadora Diana Uribe durante su intervención en la Feria de Libro de Bogotá el jueves 28 de abril.
¿Qué nos enseñan las experiencias de otros procesos de paz?
Chile, la utopía
Augusto Pinochet se había eternizado en el poder gracias a una serie de plebiscitos. La mayoría de la gente sentía que ya no valía la pena pensar en eso y no veía la consulta popular como una posibilidad de cambio luego de 15 años de dictadura. Al mismo tiempo, los que creían en que el fin de la dictadura era posible, no querían el derramamiento de sangre que implicaba una revolución o un golpe de estado. Ya había muerto demasiada gente.
“Entonces estas personas empiezan a analizar cómo hacer que los chilenos entendieran la idea de la democracia, de que pudieran entender que era “chévere” empezar a expresar las ideas, pensar y decir con libertad y en voz alta”, asegura Uribe.
Son un grupo de publicistas los que comienzan a pensar cómo vender una nueva mirada, y crean una gran campaña que era difícil de llevar adelante porque los indicadores económicos estaban muy bien. Como había un modelo “exitoso” y el dinero fluía, muchos se preguntanban por qué necesitaban de una democracia.
Los publicistas empezaron a mostrarle a la gente lo que sería vivir fuera de la dictadura, libre de todos los aspectos de censura que implica. Construyeron un imaginario no vivido de la democracia para demostrarle a la gente que estaba en capacidad de hacerla realidad con su propia voluntad política a través de un referendo.
“Eso es una utopía y para eso sirve. Es la capacidad de soñar y de inventar lo que todavía no hay y es lo que hace que la humanidad avance. Las utopías nacen de los días más oscuros, no se hicieron para los días de fiesta y por eso son tan necesarias”.
“La enseñanza que deja la Nobel de Literatura Svetlana Alexiévich y sus voces de Chernóbil, tiene que ver con la claridad sobre la cultura de la guerra. En Colombia, por ejemplo, hay una gran fatalidad colectiva, una idea de que no podemos hacer grandes transformaciones colectivas. Hay un imaginario devastador y una sensación de mutilación permanente que nos han dejado sucesos como la separación de Panamá y la Guerra de los mil días. Esa fatalidad colectiva se hereda de generación en generación y cala en los jóvenes que creen nacer en un país donde no hay esperanza y del que es mejor marcharse…”, dice la historiadora, antes de sentenciar: “El caso chileno muestra cómo una dictadura genera un escepticismo que se convierte en desesperanza hasta que alguien lo ve como una oportunidad. Lo primero que tiene que pasar para que un proceso de paz tenga la capacidad histórica de transforma un pueblo, es creerse el cuento. Lo que no se sueña, no se vive”.
Respuesta:
Un proceso de paz es un tema para toda la humanidad. La humanidad mejora cada vez que un proceso de paz es posible, porque es una lectura que se le brinda colectivamente a toda la especie. Cada proceso añade conocimiento sobre cómo convivir en condiciones históricas diferentes a la guerra y al conflicto. Llegará el día en que nosotros estemos enseñando cómo lo hicimos y seamos parte de esta gran lectura histórica y este nuevo cambio de la humanidad, de esa nueva espiritualidad que significa un proceso de paz…”, dijo la historiadora Diana Uribe durante su intervención en la Feria de Libro de Bogotá el jueves 28 de abril.
¿Qué nos enseñan las experiencias de otros procesos de paz?
Chile, la utopía
Augusto Pinochet se había eternizado en el poder gracias a una serie de plebiscitos. La mayoría de la gente sentía que ya no valía la pena pensar en eso y no veía la consulta popular como una posibilidad de cambio luego de 15 años de dictadura. Al mismo tiempo, los que creían en que el fin de la dictadura era posible, no querían el derramamiento de sangre que implicaba una revolución o un golpe de estado. Ya había muerto demasiada gente.
“Entonces estas personas empiezan a analizar cómo hacer que los chilenos entendieran la idea de la democracia, de que pudieran entender que era “chévere” empezar a expresar las ideas, pensar y decir con libertad y en voz alta”, asegura Uribe.
Son un grupo de publicistas los que comienzan a pensar cómo vender una nueva mirada, y crean una gran campaña que era difícil de llevar adelante porque los indicadores económicos estaban muy bien. Como había un modelo “exitoso” y el dinero fluía, muchos se preguntanban por qué necesitaban de una democracia.
Los publicistas empezaron a mostrarle a la gente lo que sería vivir fuera de la dictadura, libre de todos los aspectos de censura que implica. Construyeron un imaginario no vivido de la democracia para demostrarle a la gente que estaba en capacidad de hacerla realidad con su propia voluntad política a través de un referendo.
“Eso es una utopía y para eso sirve. Es la capacidad de soñar y de inventar lo que todavía no hay y es lo que hace que la humanidad avance. Las utopías nacen de los días más oscuros, no se hicieron para los días de fiesta y por eso son tan necesarias”.
“La enseñanza que deja la Nobel de Literatura Svetlana Alexiévich y sus voces de Chernóbil, tiene que ver con la claridad sobre la cultura de la guerra. En Colombia, por ejemplo, hay una gran fatalidad colectiva, una idea de que no podemos hacer grandes transformaciones colectivas. Hay un imaginario devastador y una sensación de mutilación permanente que nos han dejado sucesos como la separación de Panamá y la Guerra de los mil días. Esa fatalidad colectiva se hereda de generación en generación y cala en los jóvenes que creen nacer en un país donde no hay esperanza y del que es mejor marcharse…”, dice la historiadora, antes de sentenciar: “El caso chileno muestra cómo una dictadura genera un escepticismo que se convierte en desesperanza hasta que alguien lo ve como una oportunidad. Lo primero que tiene que pasar para que un proceso de paz tenga la capacidad histórica de transforma un pueblo, es creerse el cuento. Lo que no se sueña, no se vive”.
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