El pueblo judío en tiempos de Jesús vivió bajo los auspicios de la familia herodiana. Primero con Herodes el Grande, luego con sus hijos, hubo una corte que rodeaba al príncipe o rey. Esta corte dirigía la vida oficial; incluso en los tiempos de la dominación romana ejercieron las cortes principescas su papel, aunque sólo eran ya pálidos reflejos de su anterior magnificencia.
Los reyes y príncipes solían gozar de un buen número de mujeres, como Herodes el Grande, que tuvo diez. Junto a ellas también disponían de un numeroso harén de concubinas. Vivían también en palacio toda la familia del rey o principie, y eran frecuentemente invitados a palacio todos los amigos y parientes, por muy lejanos que fueran, del monarca.
Estos palacios reales estaban servidos por una basta tropa de guardias, porteros, sirvientes, asistentes de cámara, ministros, cancilleres, guardaespaldas, compañía, músicos y todo un largo etcétera. Ese séquito, evidentemente, no vivía todo él al mismo tren que los dirigentes, pero sí gozaba de una envidiable posición social.
Junto a la corte del soberano había también otras cortes menores, que también se hallaban en palacio, y tenían su propio séquito y su particular servicio.
Los ingresos en impuestos de los monarcas era impresionantes. Sólo así podían hacer frente, y a veces ni así, a los cuantiosos gastos de sus lujos y despilfarros. Herodes Antipas percibía en impuestos de su territorio 200 talentos; Filipo, 100; Arquelao, y es de suponer que luego los procuradores, unos 500; y Salomé en sus territorios, 60. Es decir, que la totalidad del territorio judío podía aportar unos 800 a 1000 talentos. En época de Herodes el Grande, incluso, esta cifra podía ser mayor, porque también pertenecían a su reino las ciudades de Gaza, Gadara e Hippos, que luego pasaron a la provincia de Siria. Tómese como comparación que un talento de la época venía a ser unos 300.000 € del año 2006.
A pesar de estos ingresos, los monarcas eran incapaces de hacer frente a sus gastos. Herodes poseía también una impresionante fortuna privada, e hizo grandes riquezas con la confiscación de los bienes de muchos nobles. Además, el emperador Augusto le cedió, en el 12 a.C. las minas de cobre de Soli, en Chipre, lo que le dio nuevos ingresos. Finalmente, los regalos, o mejor dicho, los sobornos, venían a tapar más de un agujero en las finanzas de los príncipes.
El pueblo judío en tiempos de Jesús vivió bajo los auspicios de la familia herodiana. Primero con Herodes el Grande, luego con sus hijos, hubo una corte que rodeaba al príncipe o rey. Esta corte dirigía la vida oficial; incluso en los tiempos de la dominación romana ejercieron las cortes principescas su papel, aunque sólo eran ya pálidos reflejos de su anterior magnificencia.
Los reyes y príncipes solían gozar de un buen número de mujeres, como Herodes el Grande, que tuvo diez. Junto a ellas también disponían de un numeroso harén de concubinas. Vivían también en palacio toda la familia del rey o principie, y eran frecuentemente invitados a palacio todos los amigos y parientes, por muy lejanos que fueran, del monarca.
Estos palacios reales estaban servidos por una basta tropa de guardias, porteros, sirvientes, asistentes de cámara, ministros, cancilleres, guardaespaldas, compañía, músicos y todo un largo etcétera. Ese séquito, evidentemente, no vivía todo él al mismo tren que los dirigentes, pero sí gozaba de una envidiable posición social.
Junto a la corte del soberano había también otras cortes menores, que también se hallaban en palacio, y tenían su propio séquito y su particular servicio.
Los ingresos en impuestos de los monarcas era impresionantes. Sólo así podían hacer frente, y a veces ni así, a los cuantiosos gastos de sus lujos y despilfarros. Herodes Antipas percibía en impuestos de su territorio 200 talentos; Filipo, 100; Arquelao, y es de suponer que luego los procuradores, unos 500; y Salomé en sus territorios, 60. Es decir, que la totalidad del territorio judío podía aportar unos 800 a 1000 talentos. En época de Herodes el Grande, incluso, esta cifra podía ser mayor, porque también pertenecían a su reino las ciudades de Gaza, Gadara e Hippos, que luego pasaron a la provincia de Siria. Tómese como comparación que un talento de la época venía a ser unos 300.000 € del año 2006.
A pesar de estos ingresos, los monarcas eran incapaces de hacer frente a sus gastos. Herodes poseía también una impresionante fortuna privada, e hizo grandes riquezas con la confiscación de los bienes de muchos nobles. Además, el emperador Augusto le cedió, en el 12 a.C. las minas de cobre de Soli, en Chipre, lo que le dio nuevos ingresos. Finalmente, los regalos, o mejor dicho, los sobornos, venían a tapar más de un agujero en las finanzas de los príncipes.