Pizarro envió a Diego de Almagro a Panamá por más hombres y vituallas, pero los soldados descontentos se dieron maña para enviar al gobernador del norte un pedazo de papel que decía: “A Señor Gobernador, / miradlo bien por entero, / allá va el recogedor / y acá queda el carnicero”.
El 20 de mayo de 1524, en Panamá, los socios Hernando de Luque, Diego de Almagro, Pedrarias Dávila y el propio Pizarro suscribieron la primera Compañía del Levante. En el documento se especificaba que el trujillano encabezaría una expedición con el rango de “teniente de capitán general” del gobernador de Tierra Firme. El dato es muy esclarecedor, ya que, desde la misma génesis del proceso, el manchego Diego de Almagro asumió el papel de auxiliar. Toda la expedición dependía directamente del gobernador Pedrarias Dávila, que se involucró en ella. La inversión y los futuros beneficios se repartirían en cuatro partes. Después de la firma del acuerdo, el maestreescuela Hernando de Luque ofició una misa y partió la hostia en cuatro partes iguales. Desde ese instante gozaban no solo de la bendición temporal sino también de la espiritual, lo cual, en aquellos tiempos, no dejaba de ser una garantía.
La expedición se demoraría unos meses, pues no era fácil preparar una empresa desde Tierra Firme, dada la escasez de barcos y de hombres dispuestos a enrolarse. Por fin, el 14 de noviembre de ese mismo año de 1524, el trujillano soltó amarras con el navío Santiago –conocido popularmente como Santiaguillo–, llevando consigo un total de 112 españoles y un puñado de indios nicaragüenses. Tras algo más de dos meses de travesía arribaron al puerto que después se llamó del Hambre, donde muchos perdieron la vida de pura inanición y algunos resultaron heridos, entre ellos el propio Pizarro. Pereció casi la tercera parte de los expedicionarios, ya que los naturales practicaban sistemáticamente la política de tierra quemada para defenderse.
Dado que no encontraron alimentos, los expedicionarios resolvieron enviar al capitán Gil de Montenegro a la isla de las Perlas a por provisiones mientras Pizarro quedaba en tierra con ochenta hombres. Aunque estimaron que el navío regresaría en una semana, al final tardó un mes y medio. En ese lapsus fallecieron otros treinta hombres, unos de hambre y otros a manos de los aborígenes que periódicamente les atacaban. Después de innumerables penalidades, y cuando estaban al borde de la desesperación, apareció en el horizonte el navío capitaneado por Montenegro, que regresaba con algunos hombres y las bodegas repletas de víveres. Tras comer con fruición y recuperarse convenientemente, en marzo de 1525 decidieron proseguir su viaje.
El siguiente pueblo al que llegaron fue Punta Quemada, que encontraron desierto al tiempo que los indígenas los atacaron desde fuera y provocaron varias bajas entre sus filas. Todas estas penalidades fueron minando gravemente la moral de los expedicionarios, lo que obligó a Pizarro a plantearse el retorno. El trujillano tomó la decisión de regresar, pero no a Panamá, sino al cercano pueblo de Chochama para, desde allí, enviar a Nicolás de Ribera el Viejo con el maltrecho Santiaguillo a Panamá, en busca de refuerzos.
Mientras tanto, Diego de Almagro había pertrechado el navío San Cristóbal con víveres y 64 hombres de refresco, y zarpado en busca de su socio. Debieron cruzarse en el camino con el Santiaguillo, pero, para desgracia de todos, no se vieron. Almagro desembarcó justo en el mismo puerto de donde había huido su socio, con tan mala fortuna que les atacaron los naturales. Varios españoles resultaron heridos, entre ellos el propio Almagro, que perdió el ojo derecho. Y pudo ser peor, pues lo hubiesen rematado en el suelo de no haber sido por la intervención de Juan Roldán y de un esclavo africano propiedad de este último. Tras recuperarse, continuaron la jornada al encuentro de Pizarro. Finalmente, ambos socios consiguieron reunirse en Chochama, donde acordaron que el manchego acudiese a Panamá para ayudar a Nicolás de Ribera en la búsqueda de refuerzos mientras Pizarro permanecía a la espera. Se trataba de evitar que todos diesen por fracasada la jornada, aunque probablemente también le avergonzaba la idea de presentarse en el istmo con las manos vacías. El balance no podía ser más desesperanzador; no solo no habían obtenido beneficios significativos, sino que había perdido la vida casi la mitad de los expedicionarios.
Respuesta:
espero que te sirva
Explicación:
Pizarro envió a Diego de Almagro a Panamá por más hombres y vituallas, pero los soldados descontentos se dieron maña para enviar al gobernador del norte un pedazo de papel que decía: “A Señor Gobernador, / miradlo bien por entero, / allá va el recogedor / y acá queda el carnicero”.
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El 20 de mayo de 1524, en Panamá, los socios Hernando de Luque, Diego de Almagro, Pedrarias Dávila y el propio Pizarro suscribieron la primera Compañía del Levante. En el documento se especificaba que el trujillano encabezaría una expedición con el rango de “teniente de capitán general” del gobernador de Tierra Firme. El dato es muy esclarecedor, ya que, desde la misma génesis del proceso, el manchego Diego de Almagro asumió el papel de auxiliar. Toda la expedición dependía directamente del gobernador Pedrarias Dávila, que se involucró en ella. La inversión y los futuros beneficios se repartirían en cuatro partes. Después de la firma del acuerdo, el maestreescuela Hernando de Luque ofició una misa y partió la hostia en cuatro partes iguales. Desde ese instante gozaban no solo de la bendición temporal sino también de la espiritual, lo cual, en aquellos tiempos, no dejaba de ser una garantía.
La expedición se demoraría unos meses, pues no era fácil preparar una empresa desde Tierra Firme, dada la escasez de barcos y de hombres dispuestos a enrolarse. Por fin, el 14 de noviembre de ese mismo año de 1524, el trujillano soltó amarras con el navío Santiago –conocido popularmente como Santiaguillo–, llevando consigo un total de 112 españoles y un puñado de indios nicaragüenses. Tras algo más de dos meses de travesía arribaron al puerto que después se llamó del Hambre, donde muchos perdieron la vida de pura inanición y algunos resultaron heridos, entre ellos el propio Pizarro. Pereció casi la tercera parte de los expedicionarios, ya que los naturales practicaban sistemáticamente la política de tierra quemada para defenderse.
Dado que no encontraron alimentos, los expedicionarios resolvieron enviar al capitán Gil de Montenegro a la isla de las Perlas a por provisiones mientras Pizarro quedaba en tierra con ochenta hombres. Aunque estimaron que el navío regresaría en una semana, al final tardó un mes y medio. En ese lapsus fallecieron otros treinta hombres, unos de hambre y otros a manos de los aborígenes que periódicamente les atacaban. Después de innumerables penalidades, y cuando estaban al borde de la desesperación, apareció en el horizonte el navío capitaneado por Montenegro, que regresaba con algunos hombres y las bodegas repletas de víveres. Tras comer con fruición y recuperarse convenientemente, en marzo de 1525 decidieron proseguir su viaje.
El siguiente pueblo al que llegaron fue Punta Quemada, que encontraron desierto al tiempo que los indígenas los atacaron desde fuera y provocaron varias bajas entre sus filas. Todas estas penalidades fueron minando gravemente la moral de los expedicionarios, lo que obligó a Pizarro a plantearse el retorno. El trujillano tomó la decisión de regresar, pero no a Panamá, sino al cercano pueblo de Chochama para, desde allí, enviar a Nicolás de Ribera el Viejo con el maltrecho Santiaguillo a Panamá, en busca de refuerzos.
Mientras tanto, Diego de Almagro había pertrechado el navío San Cristóbal con víveres y 64 hombres de refresco, y zarpado en busca de su socio. Debieron cruzarse en el camino con el Santiaguillo, pero, para desgracia de todos, no se vieron. Almagro desembarcó justo en el mismo puerto de donde había huido su socio, con tan mala fortuna que les atacaron los naturales. Varios españoles resultaron heridos, entre ellos el propio Almagro, que perdió el ojo derecho. Y pudo ser peor, pues lo hubiesen rematado en el suelo de no haber sido por la intervención de Juan Roldán y de un esclavo africano propiedad de este último. Tras recuperarse, continuaron la jornada al encuentro de Pizarro. Finalmente, ambos socios consiguieron reunirse en Chochama, donde acordaron que el manchego acudiese a Panamá para ayudar a Nicolás de Ribera en la búsqueda de refuerzos mientras Pizarro permanecía a la espera. Se trataba de evitar que todos diesen por fracasada la jornada, aunque probablemente también le avergonzaba la idea de presentarse en el istmo con las manos vacías. El balance no podía ser más desesperanzador; no solo no habían obtenido beneficios significativos, sino que había perdido la vida casi la mitad de los expedicionarios.
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