Vivimos tiempos complicados para la educación. Nos faltan infinidad de cosas: profesores, recursos económicos y materiales, tiempo para abarcarlo todo y, por qué no decirlo, quizá ilusión y ganas de hacer cosas. Al mismo tiempo parecemos empeñados en dejar inutilizado algo con un extraordinario potencial educativo: el irrefrenable afán juvenil por compartir.
Son tiempos de redes sociales, y proliferan como setas las webs y blogs en los que aficionados a cualquier cosa comparten pasiones, manías e incluso odios. Los jóvenes se vuelven locos por hacer partícipes a sus amigos de sus actividades, sus planes, sus fiestas, sus fotos, sus expectativas, sus amores e incluso sus motivos de tristeza. Todo se ha vuelto compartible.
¿Y qué hacemos los adultos? ¿Quedarnos estupefactos, fruncir el ceño y ver pasar todo esto como lejanas extravagancias? ¿Y los centros escolares? ¿Es inteligente que se queden observando el fenómeno desde lejos o lo sería mucho más aprovecharlo en beneficio de los estudiantes? ¿Porqué no valerse de este enorme potencial colaborativo para fines más útiles y desafiantes desde el punto de vista formativo?
Dice un refrán inglés: “To teach is to learn twice” (“Enseñar es aprender dos veces”). Pues bien, el aprendizaje entre compañeros (“peer learning” o aprendizaje entre iguales, en la jerga especializada) tiene una larga tradición. Consiste en adquirir conocimientos y desarrollar habilidades mediante la ayuda activa y el apoyo de compañeros de igual o similar nivel o estatus. Es decir, se trata de ayudar a los demás a aprender y, en este proceso, aprender también uno mismo.
Hay que precisar que a veces podemos creer que fomentamos el aprendizaje entre compañeros, cuando lo único que hemos hecho es juntar a los chicos en grupos y esperar que suene la flauta y surja el aprendizaje. Al final, los estudiantes acaban por trabajar casi individualmente o perder el tiempo, y el “experimento” fracasa al poco de empezar.
Esa sería una gran pérdida, porque prácticamente todos los estudios confirman que el aprendizaje entre compañeros es una metodología que genera resultados muy positivos para el rendimiento académico en todo tipo de materias. Por si fuera poco, mejoran las habilidades sociales y de comunicación, así como el desarrollo afectivo (esto último, difícil de medir, representa un claro valor añadido). Y para acabar, una ventaja nada despreciable en los tiempos que corren: es una de las estrategias más eficientes y rentables, por la combinación de alta eficacia e ínfimo coste.
Respuesta:
Vivimos tiempos complicados para la educación. Nos faltan infinidad de cosas: profesores, recursos económicos y materiales, tiempo para abarcarlo todo y, por qué no decirlo, quizá ilusión y ganas de hacer cosas. Al mismo tiempo parecemos empeñados en dejar inutilizado algo con un extraordinario potencial educativo: el irrefrenable afán juvenil por compartir.
Son tiempos de redes sociales, y proliferan como setas las webs y blogs en los que aficionados a cualquier cosa comparten pasiones, manías e incluso odios. Los jóvenes se vuelven locos por hacer partícipes a sus amigos de sus actividades, sus planes, sus fiestas, sus fotos, sus expectativas, sus amores e incluso sus motivos de tristeza. Todo se ha vuelto compartible.
¿Y qué hacemos los adultos? ¿Quedarnos estupefactos, fruncir el ceño y ver pasar todo esto como lejanas extravagancias? ¿Y los centros escolares? ¿Es inteligente que se queden observando el fenómeno desde lejos o lo sería mucho más aprovecharlo en beneficio de los estudiantes? ¿Porqué no valerse de este enorme potencial colaborativo para fines más útiles y desafiantes desde el punto de vista formativo?
Dice un refrán inglés: “To teach is to learn twice” (“Enseñar es aprender dos veces”). Pues bien, el aprendizaje entre compañeros (“peer learning” o aprendizaje entre iguales, en la jerga especializada) tiene una larga tradición. Consiste en adquirir conocimientos y desarrollar habilidades mediante la ayuda activa y el apoyo de compañeros de igual o similar nivel o estatus. Es decir, se trata de ayudar a los demás a aprender y, en este proceso, aprender también uno mismo.
Hay que precisar que a veces podemos creer que fomentamos el aprendizaje entre compañeros, cuando lo único que hemos hecho es juntar a los chicos en grupos y esperar que suene la flauta y surja el aprendizaje. Al final, los estudiantes acaban por trabajar casi individualmente o perder el tiempo, y el “experimento” fracasa al poco de empezar.
Esa sería una gran pérdida, porque prácticamente todos los estudios confirman que el aprendizaje entre compañeros es una metodología que genera resultados muy positivos para el rendimiento académico en todo tipo de materias. Por si fuera poco, mejoran las habilidades sociales y de comunicación, así como el desarrollo afectivo (esto último, difícil de medir, representa un claro valor añadido). Y para acabar, una ventaja nada despreciable en los tiempos que corren: es una de las estrategias más eficientes y rentables, por la combinación de alta eficacia e ínfimo coste.
Explicación:
Coronita plis me canse mucho copiando eso