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5 ideas importantes del siguiente texto

Ética aristotélica como ética de la felicidad
La ética aristotélica es generalmente reconocida como una ética eudemonista, es decir, que tiene la felicidad por objetivo. El sujeto ético, con su buena actuación, conseguirá la felicidad. Parece un
planteamiento sencillo, pero conlleva importantes implicaciones sobre la naturaleza humana y su fundamento ontológico.
Para Aristóteles, la felicidad es una actividad de acuerdo con la razón y, mejor aún, es la autorrealización misma del sujeto, que actuando bien se hace a sí mismo excelente y, con ello, feliz. La
excelencia es ella misma la felicidad, no algo diferente. Es ser lo mejor que se puede, realizarse uno mismo de la mejor manera, eso es la felicidad. El sujeto feliz es aquel que vive su vida del mejor
modo posible, y esto significa ser lo mejor en tanto que ser humano. Toda acción humana es un acto del conocer o un acto del desear. Y a la vez pertenece a uno de los tres niveles de las funciones
vitales. Cada nivel tiene un apetito propio. El esquema antropológico que subyace en la ética aristotélica se puede resumir en dos ejes: uno vertical que distinguiría entre el ámbito cognoscitivo y
apetitivo, presente en diversos niveles de vida. El otro sería un eje horizontal que distinguiría especialmente entre actos vinculados a la razón y actos que no se vinculan a ella, ya sean de conocimiento
o de apetito. Según Aristóteles, la felicidad es la realización plena de la propia naturaleza y no algo que adviene como un premio, siendo ajeno a la acción. Se trata más bien de que nuestras buenas
acciones tengan una repercusión real en nosotros haciendo que estemos bien.
Esta comprensión se basa en otro presupuesto, propio de su filosofía de la naturaleza: cada ser vivo está bien cuando su actividad es acorde con lo que es. La naturaleza de cada viviente determina
las acciones y actividades que le son propias. Del mismo modo, el ser humano se realiza como tal en aquellas acciones que son acordes con su naturaleza. Este principio propio de la física se cumple
también en el ser humano. En la medida en que la acción humana entra en el orden de la naturaleza y de la vida, la ética se asemeja a la filosofía de la naturaleza. Para Aristóteles, corresponde al
ser humano ser justo, como a una semilla germinar o a un buen caballo ser veloz. El hombre justo es feliz porque la justicia que hay en él es acorde con aquello que a él le corresponde ser por
naturaleza: un ser humano que se relaciona bien con los demás. En realidad, la base de la ética aristotélica no es la felicidad ni la virtud, sino el bien.
Referencia. Boscha, M (2018) SCIO. Revista de Filosofía, n.º 16, Julio de 2019, 41-60, ISSN: 1887-9853

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