Cada día se sabe más de los orígenes de la agricultura, a medida que los métodos científicos de estudio de restos históricos y prehistóricos se perfeccionan. Pero es todavía una historia a pedazos, que además la interpretan y la cuentan personas —principalmente hombres— que poco o nada saben de la práctica de la agricultura, del cuidado y el trabajo año tras año, de la selección de plantas, semillas y animales, de depender del clima, de recolectar, de guardar para el próximo ciclo, de cocinar y alimentar sabrosamente con lo que hay, de aprovechar todo lo que se pueda, de la inmensa diversidad que se encuentra en los campos y en las mesas. Por lo mismo, muchas veces es una historia que parece tener muy poca relación con la agricultura campesina e indígena que conocemos hoy. En este texto, además de hablar de lo que la ciencia nos dice, relacionaremos la historia con los saberes campesinos —y sobre todo con los saberes de las mujeres campesinas— porque eso permite entender mejor cómo ha sido y es la historia de los cuidados que mantienen viva la creación de la agricultura.
La creación de la agricultura. ¿Qué es la agricultura? Hoy se tiende a dar por sentado que es el cultivo —la siembra, el cuidado, la cosecha— de plantas domesticadas y la crianza de animales igualmente domesticados. Pero en sus inicios la agricultura no se hizo con plantas domesticadas ni con animales domesticados. Al principio, consistió en el cuidado y/o siembra de plantas silvestres y en el encierro parcial de animales mansos pero no domesticados. Hasta el día de hoy la agricultura incluye plantas no domesticadas, como algunas plantas medicinales, hortalizas silvestres, árboles, etcétera. Aquí utilizamos una definición amplia de la agricultura para incluir cualquier forma de cuidado y manejo de plantas y animales por parte de los seres humanos con el fin de obtener alimento, medicinas, madera, fibras y otros elementos que se consideren necesarios.
¿Cómo surgió la agricultura? Buena parte de los científicos insiste en que surgió producto de descubrimientos hechos al azar, casi de la suerte; y que quienes “inventaron” la agricultura no sabían bien lo que hacían. Pero al ver la riqueza y complejidad de lo creado es imposible aceptar esa mirada. Por ejemplo, el papel de las semillas en la reproducción de las plantas fue un descubrimiento hecho por las mujeres que las recolectaban, pero eso requiere observación cuidadosa, no mero azar. Por otro lado, las formas de ir seleccionando, combinando cultivos, cruzando plantas, determinando las fechas de siembra, inventando herramientas, probando sistemas de riego, creando diversas formas de uso, no pueden surgir por pura suerte, accidente o coincidencia, sino que son fruto de la experimentación reiterada, de la observación y una cuota no menor de inventiva e ingenio.
El azar y la suerte son factores presentes en todo aprendizaje, pero sólo se pueden aprovechar si hay quienes observen con atención y luego apliquen lo aprendido de manera creativa y cuidadosa. Estos cuidados probablemente no fueron muy diferentes de los que hoy hacen las cuidadoras, guardianas o curadoras de semillas, y que consisten en una relación y conversación interminable con los cultivos, con los animales, con nuestro territorio. Una conversación irrepetible y viva, pero también colectiva.
¿Dónde y cuándo surgió la agricultura? Entre 20 mil y 30 mil años atrás, todo indica que las mujeres de distintos lugares del mundo —responsables en esos entonces de la recolección de alimentos— comenzaron a cuidar y después a sembrar plantas silvestres que eran de especial interés para la alimentación y la medicina, o para la obtención de madera y fibras, para posteriormente pasar a seleccionar semillas de las mejores plantas e iniciar así el camino de la domesticación. Hace 10 mil-12 mil años, las mujeres ya cultivaban plantas domesticadas en al menos cuatro regiones del mundo: el llamado Creciente Fértil (una zona que cubre lo que hoy es Irán, Irak, Siria, Palestina, Israel, Egipto, Líbano y Turquía), China, Nueva Guinea y Mesoamérica (México y Centroamérica).
Uno de los aspectos más interesantes de este proceso es que las mujeres de las distintas regiones fueron cuidando, domesticando y creando formas de cultivar sin saber lo que pasaba en otras regiones.
Así, por ejemplo, el trigo fue domesticado de manera paralela en distintos lugares del Creciente Fértil; el poroto (frijol o fréjol) y el tomate fueron domesticados tanto en Mesoamérica como en los Andes centrales; el cerdo habría sido domesticado independientemente en el Creciente Fértil, en Nueva Guinea y en China
Son pocos los cultivos que habrían sido domesticados en un sólo lugar y que de allí se hayan diseminado al resto del mundo.
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Cada día se sabe más de los orígenes de la agricultura, a medida que los métodos científicos de estudio de restos históricos y prehistóricos se perfeccionan. Pero es todavía una historia a pedazos, que además la interpretan y la cuentan personas —principalmente hombres— que poco o nada saben de la práctica de la agricultura, del cuidado y el trabajo año tras año, de la selección de plantas, semillas y animales, de depender del clima, de recolectar, de guardar para el próximo ciclo, de cocinar y alimentar sabrosamente con lo que hay, de aprovechar todo lo que se pueda, de la inmensa diversidad que se encuentra en los campos y en las mesas. Por lo mismo, muchas veces es una historia que parece tener muy poca relación con la agricultura campesina e indígena que conocemos hoy. En este texto, además de hablar de lo que la ciencia nos dice, relacionaremos la historia con los saberes campesinos —y sobre todo con los saberes de las mujeres campesinas— porque eso permite entender mejor cómo ha sido y es la historia de los cuidados que mantienen viva la creación de la agricultura.
La creación de la agricultura. ¿Qué es la agricultura? Hoy se tiende a dar por sentado que es el cultivo —la siembra, el cuidado, la cosecha— de plantas domesticadas y la crianza de animales igualmente domesticados. Pero en sus inicios la agricultura no se hizo con plantas domesticadas ni con animales domesticados. Al principio, consistió en el cuidado y/o siembra de plantas silvestres y en el encierro parcial de animales mansos pero no domesticados. Hasta el día de hoy la agricultura incluye plantas no domesticadas, como algunas plantas medicinales, hortalizas silvestres, árboles, etcétera. Aquí utilizamos una definición amplia de la agricultura para incluir cualquier forma de cuidado y manejo de plantas y animales por parte de los seres humanos con el fin de obtener alimento, medicinas, madera, fibras y otros elementos que se consideren necesarios.
¿Cómo surgió la agricultura? Buena parte de los científicos insiste en que surgió producto de descubrimientos hechos al azar, casi de la suerte; y que quienes “inventaron” la agricultura no sabían bien lo que hacían. Pero al ver la riqueza y complejidad de lo creado es imposible aceptar esa mirada. Por ejemplo, el papel de las semillas en la reproducción de las plantas fue un descubrimiento hecho por las mujeres que las recolectaban, pero eso requiere observación cuidadosa, no mero azar. Por otro lado, las formas de ir seleccionando, combinando cultivos, cruzando plantas, determinando las fechas de siembra, inventando herramientas, probando sistemas de riego, creando diversas formas de uso, no pueden surgir por pura suerte, accidente o coincidencia, sino que son fruto de la experimentación reiterada, de la observación y una cuota no menor de inventiva e ingenio.
El azar y la suerte son factores presentes en todo aprendizaje, pero sólo se pueden aprovechar si hay quienes observen con atención y luego apliquen lo aprendido de manera creativa y cuidadosa. Estos cuidados probablemente no fueron muy diferentes de los que hoy hacen las cuidadoras, guardianas o curadoras de semillas, y que consisten en una relación y conversación interminable con los cultivos, con los animales, con nuestro territorio. Una conversación irrepetible y viva, pero también colectiva.
¿Dónde y cuándo surgió la agricultura? Entre 20 mil y 30 mil años atrás, todo indica que las mujeres de distintos lugares del mundo —responsables en esos entonces de la recolección de alimentos— comenzaron a cuidar y después a sembrar plantas silvestres que eran de especial interés para la alimentación y la medicina, o para la obtención de madera y fibras, para posteriormente pasar a seleccionar semillas de las mejores plantas e iniciar así el camino de la domesticación. Hace 10 mil-12 mil años, las mujeres ya cultivaban plantas domesticadas en al menos cuatro regiones del mundo: el llamado Creciente Fértil (una zona que cubre lo que hoy es Irán, Irak, Siria, Palestina, Israel, Egipto, Líbano y Turquía), China, Nueva Guinea y Mesoamérica (México y Centroamérica).
Uno de los aspectos más interesantes de este proceso es que las mujeres de las distintas regiones fueron cuidando, domesticando y creando formas de cultivar sin saber lo que pasaba en otras regiones.
Así, por ejemplo, el trigo fue domesticado de manera paralela en distintos lugares del Creciente Fértil; el poroto (frijol o fréjol) y el tomate fueron domesticados tanto en Mesoamérica como en los Andes centrales; el cerdo habría sido domesticado independientemente en el Creciente Fértil, en Nueva Guinea y en China
Son pocos los cultivos que habrían sido domesticados en un sólo lugar y que de allí se hayan diseminado al resto del mundo.