1. ¿Quienes estudiaron la molecula del agua? 2. ¿Cuáles son las caraterísticas del agua? 3. ¿ Qué propiedades del agua te parece mas interesante y porqué? 4. ¿Por qué el agua sostiene o mantiene a los seres vivos?
Berta le gustaba contar historias y cuentos que se inventaba ella misma con mucha facilidad. Elizabeth era su mejor amiga y se sentaba siempre a su lado en el colegio. Berta quería ser novelista y viajera. Elizabeth, música concertista de violín y también viajera. Elizabeth no era chismosa como Pili Vinuesa, ni como la tonta de Arantxa que sólo le gustaba bailar, ni como la mayoría de las compañeras de clase que querían ser artistas famosas, empresarias o arquitectas y luego casarse. Ellas dos no. Berta, la Chinita, y Elizabeth, no querían saber nada de novios ni de chicos. Estaban siempre contándose secretos y preparando viajes por el mundo. Sobre todo querían ir a China, ya se habían leído una guía de viajes.
«Cuando seamos mayores tenemos que ir a China», le decía siempre Berta a su amiga preferida. Durante las clases, hablaban y hablaban, haciendo planes, aunque tenían que tener cuidado para que no las descubrieran. Seguramente se reirían de ellas. Con el dinero que iba a conseguir la Chinita, las dos podrían vivir juntas y dedicarse a lo que quisieran. Berta hablaba chino, inglés, español y estaba aprendiendo francés.
Las dos amigas eran las mejores del colegio en todas las asignaturas. También les gustaba hacer travesuras y reírse. Las dos eran flacas y ágiles y se subían a los árboles con suma facilidad.
Un día Berta le dijo a Elizabeth seriamente, después de pensarlo mucho, que tenía un secreto. Fue cuando cumplió 12 años y se quedaron solas, después de la fiesta de cumpleaños, y se hubieron ido todos los niños. Era casi de noche y estaban sentadas en la escalera de su casa, muy juntas. Berta le dijo:
--Elizabeth, me gustaría que cuando fuésemos mayores te vinieses a vivir conmigo, en serio. Cuando cumpla 18 voy a recibir la herencia de mi abuelo. Son bastantes casas, mucho dinero, pagarés y esas cosas y la Casona Grande, esa que tiene piscina y bosque. Me gustaría que te vinieras conmigo y que viviésemos juntas. ¿Vas a querer?
Elizabeth abrió los ojos como platos. Eso era otra fantasía de su amiga.
--Venga ya... No fastidies.
--Es verdad, Elizabeth, en serio. ¿No te lo crees? Voy a ser rica cuando sea mayor y, si quieres, te puedes venir conmigo. ¿Te gustaría?
--Sí, bueno, yo también quiero estar contigo. Pero me parece que mis padres no me van a dejar.
--No es ahora, será cuando tengamos 18 años y seamos mayores de edad. Se lo he preguntado a don Bruno, el de Sociales, y me ha dicho que a los 18 nadie puede mandar en ti. Dime, ¿te vendrías? Viviremos juntas y yo escribiré novelas y tú tocarías el violín... Bueno y viajar, viajaremos por todo el mundo. Pero tenemos que esperar a que tengamos 18 años. Yo quiero ir a China y encontrar a mi padre y a mi madre chinos y decirles: «¡Hola, soy vuestra hija, la española!» y traerles aquí con nosotros. Les dejaría una de las casas del abuelo.
Explicación:
Berta le gustaba contar historias y cuentos que se inventaba ella misma con mucha facilidad. Elizabeth era su mejor amiga y se sentaba siempre a su lado en el colegio. Berta quería ser novelista y viajera. Elizabeth, música concertista de violín y también viajera. Elizabeth no era chismosa como Pili Vinuesa, ni como la tonta de Arantxa que sólo le gustaba bailar, ni como la mayoría de las compañeras de clase que querían ser artistas famosas, empresarias o arquitectas y luego casarse. Ellas dos no. Berta, la Chinita, y Elizabeth, no querían saber nada de novios ni de chicos. Estaban siempre contándose secretos y preparando viajes por el mundo. Sobre todo querían ir a China, ya se habían leído una guía de viajes.
«Cuando seamos mayores tenemos que ir a China», le decía siempre Berta a su amiga preferida. Durante las clases, hablaban y hablaban, haciendo planes, aunque tenían que tener cuidado para que no las descubrieran. Seguramente se reirían de ellas. Con el dinero que iba a conseguir la Chinita, las dos podrían vivir juntas y dedicarse a lo que quisieran. Berta hablaba chino, inglés, español y estaba aprendiendo francés.
Las dos amigas eran las mejores del colegio en todas las asignaturas. También les gustaba hacer travesuras y reírse. Las dos eran flacas y ágiles y se subían a los árboles con suma facilidad.
Un día Berta le dijo a Elizabeth seriamente, después de pensarlo mucho, que tenía un secreto. Fue cuando cumplió 12 años y se quedaron solas, después de la fiesta de cumpleaños, y se hubieron ido todos los niños. Era casi de noche y estaban sentadas en la escalera de su casa, muy juntas. Berta le dijo:
--Elizabeth, me gustaría que cuando fuésemos mayores te vinieses a vivir conmigo, en serio. Cuando cumpla 18 voy a recibir la herencia de mi abuelo. Son bastantes casas, mucho dinero, pagarés y esas cosas y la Casona Grande, esa que tiene piscina y bosque. Me gustaría que te vinieras conmigo y que viviésemos juntas. ¿Vas a querer?
Elizabeth abrió los ojos como platos. Eso era otra fantasía de su amiga.
--Venga ya... No fastidies.
--Es verdad, Elizabeth, en serio. ¿No te lo crees? Voy a ser rica cuando sea mayor y, si quieres, te puedes venir conmigo. ¿Te gustaría?
--Sí, bueno, yo también quiero estar contigo. Pero me parece que mis padres no me van a dejar.
--No es ahora, será cuando tengamos 18 años y seamos mayores de edad. Se lo he preguntado a don Bruno, el de Sociales, y me ha dicho que a los 18 nadie puede mandar en ti. Dime, ¿te vendrías? Viviremos juntas y yo escribiré novelas y tú tocarías el violín... Bueno y viajar, viajaremos por todo el mundo. Pero tenemos que esperar a que tengamos 18 años. Yo quiero ir a China y encontrar a mi padre y a mi madre chinos y decirles: «¡Hola, soy vuestra hija, la española!» y traerles aquí con nosotros. Les dejaría una de las casas del abuelo.
--¿Y tu abuelo te ha dejado todo ese dinero