Con el establecimiento definitivo del nuevo régimen, los jefes bolcheviques comprendieron la necesidad de un periodo de transición que permitiera cerrar las heridas causadas por la guerra civil y la Primera Guerra Mundial y preparar a la población para el socialismo. Durante la guerra y la revolución, las medidas adoptadas habían ido dirigidas a la satisfacción de los deseos de campesinos, soldados y obreros pero ninguna de estas medidas era de corte socialista, ni mucho menos comunista, sino que la mayoría ya habían sido concebidas por los burgueses radicales. Por tanto, Lenin no pretendía la inmediata implantación del modelo socialista ni la abolición del capitalismo (principalmente porque Rusia venía de un sistema económico predominantemente feudal, no capitalista, por lo que no había ningún sistema capitalista propiamente dicho que abolir), sino la vigilancia de este último por parte del Estado. Aun así, sí se nacionalizaron sectores considerados estratégicos como bancos, compañías de seguros, industrias pesadas y extractivas o monopolios. Se obligó a patrones y comerciantes a unirse a sindicatos y a renunciar al secreto comercial a la vez que se intentaba estimular el consumo de la población. De este modo se creó un sistema mixto con la esperanza de que una revolución por toda Europa pudiera cimentar definitivamente un sistema de transición que condujera al socialismo.30
Estas nuevas políticas, que se alejaban de la practicadas durante la guerra, supusieron la reincorporación a la vida económica de propietarios desposeídos, técnicos burgueses y funcionarios del Antiguo Régimen. El problema radicaba en que la mayor parte de esta intelligentsia se había convertido en el mayor enemigo del nuevo régimen a partir de las normas promulgadas en el Código de Trabajo de 1918.nota 631La guerra había causado un gran deterioro en el estado de los transportes y el utillaje industrial, por lo que una explotación racional y ordenada se antojaba muy difícil. A esta situación había que sumar el que la mayoría de los propietarios de las empresas fomentaban los movimientos antibolcheviques, excitando el recelo de los obreros, que los acusaban de sabotaje. La población de las grandes ciudades había disminuido en gran cantidad: en más de la mitad en Petrogrado; Moscú había perdido al 45% de sus ciudadanos y las capitales de todas las provincias rusas habían perdido una media de un 30% de población.32 La partición de las grandes fincas había provocado un serio desabastecimiento urbano, ya que antes los excedentes de las grandes fincas alimentaban a la población urbana. Con la partición de estas, el trigo en el mercado se redujo en 3/4 del volumen anterior a la guerra. Llegados a este punto el gobierno solo podía asegurar el abastecimiento de la población urbana con requisas en el campo mediante el empleo de unidades militares.
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Con el establecimiento definitivo del nuevo régimen, los jefes bolcheviques comprendieron la necesidad de un periodo de transición que permitiera cerrar las heridas causadas por la guerra civil y la Primera Guerra Mundial y preparar a la población para el socialismo. Durante la guerra y la revolución, las medidas adoptadas habían ido dirigidas a la satisfacción de los deseos de campesinos, soldados y obreros pero ninguna de estas medidas era de corte socialista, ni mucho menos comunista, sino que la mayoría ya habían sido concebidas por los burgueses radicales. Por tanto, Lenin no pretendía la inmediata implantación del modelo socialista ni la abolición del capitalismo (principalmente porque Rusia venía de un sistema económico predominantemente feudal, no capitalista, por lo que no había ningún sistema capitalista propiamente dicho que abolir), sino la vigilancia de este último por parte del Estado. Aun así, sí se nacionalizaron sectores considerados estratégicos como bancos, compañías de seguros, industrias pesadas y extractivas o monopolios. Se obligó a patrones y comerciantes a unirse a sindicatos y a renunciar al secreto comercial a la vez que se intentaba estimular el consumo de la población. De este modo se creó un sistema mixto con la esperanza de que una revolución por toda Europa pudiera cimentar definitivamente un sistema de transición que condujera al socialismo.30
Estas nuevas políticas, que se alejaban de la practicadas durante la guerra, supusieron la reincorporación a la vida económica de propietarios desposeídos, técnicos burgueses y funcionarios del Antiguo Régimen. El problema radicaba en que la mayor parte de esta intelligentsia se había convertido en el mayor enemigo del nuevo régimen a partir de las normas promulgadas en el Código de Trabajo de 1918.nota 631La guerra había causado un gran deterioro en el estado de los transportes y el utillaje industrial, por lo que una explotación racional y ordenada se antojaba muy difícil. A esta situación había que sumar el que la mayoría de los propietarios de las empresas fomentaban los movimientos antibolcheviques, excitando el recelo de los obreros, que los acusaban de sabotaje. La población de las grandes ciudades había disminuido en gran cantidad: en más de la mitad en Petrogrado; Moscú había perdido al 45% de sus ciudadanos y las capitales de todas las provincias rusas habían perdido una media de un 30% de población.32 La partición de las grandes fincas había provocado un serio desabastecimiento urbano, ya que antes los excedentes de las grandes fincas alimentaban a la población urbana. Con la partición de estas, el trigo en el mercado se redujo en 3/4 del volumen anterior a la guerra. Llegados a este punto el gobierno solo podía asegurar el abastecimiento de la población urbana con requisas en el campo mediante el empleo de unidades militares.
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